Mensaje del arzobispo de Santa Fe

Arancedo pidió “ejemplaridad”

a los políticos e invitó a votar

Remarcó a los políticos su pedido de coherencia y de respeto por la palabra. Al electorado, sugirió que se tome el tiempo de pensar el voto. También advirtió sobre el crecimiento de la pobreza. “En un país como el nuestro, es una ofensa ética o moral”, dijo.

Mariela Goy y Nancy Balza

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Como cada año, una multitud participó de la celebración de Corpus Christi. Finalizada la ceremonia y como es habitual, se cantó el Himno Nacional, como una expresión de amor y pertenencia a la patria. Fue en ese contexto que Mons. José María Arancedo retomó el pasaje bíblico (Lucas 19.41) que cuenta cómo Jesucristo, hijo de Dios, vino para todos y lloró por Jerusalén, y preguntó a los fieles: “¿no tendríamos que llorar también nosotros por nuestra patria como hizo Jesús por Jerusalén”. Un largo aplauso siguió a sus palabras, “que encierran una crítica al actual estado de pobreza y marginalidad, de violencia, inseguridad y de droga, pero también un llamado a salir de esta situación que deteriora la dignidad del hombre y que nos tiene a los argentinos como responsables”. Así lo explicó el arzobispo de Santa Fe a El Litoral en una charla que tuvo como temas excluyentes la proximidad de las elecciones y la compleja situación social. Y ambos quedaron íntimamente enlazados.

Para Arancedo, “el llanto, cuando es sincero, compromete a transformar algo. En el llanto también me siento responsable y parte de la realidad que tengo que cambiar. Ésto lo decía también, sin nombrarlo, de cara a las elecciones. Estamos en un año electoral: ¿No tendremos que llorar también por nuestra patria?”.

—¿Por nuestros políticos tendremos que llorar?

—Yo no dije eso. De los políticos, y hablando del tema de las elecciones, marcaría tres cuestiones: la primera, referida a los candidatos. A ellos les pediría coherencia, respetar la palabra dada, honrar la palabra. El dirigente tiene una responsabilidad de ejemplaridad frente a la vida y la cultura de un pueblo. Hay que prestigiar el ejercicio de la política, no sólo como un acceso al poder sino como coherencia y respuesta a las necesidades de la gente. La política no es tanto el arte de lo posible, yo diría que es el arte del bien común y eso reclama austeridad, olvido de uno para pensar en el otro. El dirigente debe saber que en el mundo globalizado debemos tener políticas -se dice- de Estado y capacidad para coordinar con fuerzas opositoras. Tiene que haber capacidad de trabajar con los otros.

A la gente le diría que no deje de ir a votar. Que se tome el tiempo de pensar, desde sus ideas, principios y valores, quiénes son los candidatos o partidos que responden más a sus inquietudes. Tomarse el tiempo, no dejarse llevar ni tener temor, pero ir a votar. El ciudadano con el voto se hace protagonista y rescata a la política como un bien de la sociedad y no de una corporación de políticos. Porque la política pertenece a la polis, a la sociedad.

A la gente también le diría que acepte los cargos que la autoridad electoral disponga. Si lo llaman para ser presidente de mesa, que vaya. También es una obligación cívica del ciudadano participar del acto electoral en responsabilidades que hacen a la estructura, sea como presidente o fiscal. La Nación es una tarea, la patria es un don. A la Nación hay que construirla. Por eso creo que estas instancias que nos presenta la democracia, como es la participación, tienen que ver con una responsabilidad cívica y ética.

—A usted le parece que los temas que mencionaba al principio: la situación social, la violencia, la droga, ¿están presentes como preocupaciones en esta campaña política?

—Creo que a veces están presentes como eslogan. Nadie puede dejar de hablar de la inseguridad, de la violencia, de la droga. Pero uno sabe que tiene que haber una capacidad de presupuesto. Si se quiere solucionar el problema de los chicos de la calle, se tiene que apostar muy fuerte a la educación, con doble escolaridad si es necesario. Hasta para salvar a la familia integrándola en la parte educativa de sus hijos. Son opciones políticas que requieren mucho e implican a todo el arco político.

La pobreza, en aumento

—Hace mucho tiempo que la Iglesia, tanto a nivel nacional como local, viene advirtiendo sobre la situación social y la pobreza. ¿Ustedes observan que en Santa Fe este fenómeno va en aumento?

—La pobreza aumentó desde hace dos o tres años, no desde ahora. Se amesetó saliendo de 2006 y ya en 2007 comenzó a subir. Se observa a nivel nacional y también en los cordones de Santa Fe y de Rosario. Esos son los datos que uno recibe del Observatorio de la Deuda Social, de la Universidad Católica. En Santa Fe se agrava por el tema del campo y todo lo que implica la sequía, y eso compromete a la industria, el comercio y otras actividades. En Cáritas se refleja en la búsqueda de comida. Los sacerdotes me decían que desde hace dos años empezó a verse un mayor pedido de comida, que creció en 2008. Esos son signos que no se pueden cuantificar, surgen de la sensibilidad del pastor que ve lo que pasa de caminar, de escuchar a los voluntarios de Cáritas. Pero sepan que Cáritas está en todos los barrios y trabaja gente que no tiene afiliación política. O si la tiene, en Cáritas no la ejerce. Así que esos datos tienen un valor testimonial, no de candidaturas.

—Como decía, a nivel nacional la Iglesia muchas veces alertó sobre la cuestión social, ¿cabría la misma advertencia para quienes ocupan cargos ejecutivos en la provincia?

—Creo que sí. La advertencia sobre la pobreza es permanente. El crecimiento de la pobreza, más en un país como el nuestro, es una especie de ofensa ética o moral. Eso reclama distribución y equidad, que son palabras que también tienen que estar con la producción. Un estadista tiene que saber integrar los tres conceptos. A veces se queda sólo en la producción y se olvida de la distribución y la equidad, o es un planteo muy distribucionista pero no desde la producción. El genio del estadista es integrar todo lo que la producción tiene: inversión, capital y riesgo, con la equidad y la distribución a través de impuestos en cosas que le son propias como la educación, la salud, planes de vivienda.

Actuar después del llanto

—Usted hablaba de llorar pero también de actuar. ¿Cómo le parece que habría que hacerlo?

—Cada uno tiene que empezar a actuar, en primer lugar, con principios éticos y morales; empezar a ser un buen ciudadano, un buen padre de familia, buena madre, buen docente, buen cura. Primero es la coherencia y el compromiso con la palabra, porque la falta de coherencia está en la base de muchos males. En segundo lugar, está el compromiso desde las funciones que uno ocupa: si es sacerdote, periodista, docente, madre, trabajador. Además, el mundo moderno nos lleva al individualismo y a encerrarnos entre nosotros. Pero también es compromiso ser parte de una comunidad, sea la Iglesia, la capilla, la cooperadora de la escuela. No encerrarnos en un individualismo que nos aísla sino sentirnos parte de una comunidad a la que pertenecemos, que puede ser el barrio, la vecinal, el gremio. Y también hay una tarea a nivel político, para rescatar la política para la polis, para el ciudadano. Y el arma es el diálogo: pasamos de una guerrilla a una represión, y la política es la mediación cultural entre las ideas y la realidad para transformarla, no para aceptarla. El hombre es un ser creado para el diálogo, con las otras personas, con las cosas, con la naturaleza. Se ejerce la violencia de muchas maneras y la violencia es la claudicación del diálogo.

Arancedo pidió “ejemplaridad” a los políticos e invitó a votar

Monseñor Arancedo amplió en una entrevista sus dichos en la misa de Corpus Christi, donde convocó a “llorar por nuestra Patria como lo hizo Jesús por Jerusalén”. Recibió un aplauso extenso de la feligresía.

Foto: Guillermo Di Salvatore

La tinellización de la política “empobrece”

—Usted hablaba de no manosear la política, ¿qué reflexión hace sobre la tinellización de la política, el fustigamiento constante de los candidatos en los medios de comunicación?

—Creo que eso empobrece y le quita ejemplaridad a la política frente al pueblo. Ejemplaridad es -precisamente- ejemplo, tiene algo de ideal. Creo que eso no ayuda porque termina entrando en pequeñeces y por momentos en lo grosero. Entonces, después no le pidamos al chico en la clase que no haga parodias de la maestra, de una chica, de la portera. Son cosas que a veces quitan, no digo principio de autoridad, pero sí respeto entre las personas. Capaz que uno está atado a un contexto de maestro discípulo, pero tiene que haber un poco de admiración a aquél que me puede decir algo.