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Los defectos, las virtudes, Reutemann y el Che

Gabriel Rossini

Dicen que cuando el Che Guevara reclutaba soldados para pelear contra Batista en Cuba, lo primero que hacía, antes de entrenarlos, era preguntarles qué pensaban del dictador cubano. A quienes le respondían con “odio” los dejaba de lado porque “a la batalla hay que darla en el campo de las virtudes, no de los defectos”.

La estrategia de campaña del socialismo, de atacar lo que ellos entendían eran los “defectos” de Reutemann, que los tiene como cualquier mortal, incluidos los afiliados y simpatizantes socialistas, fue probablemente el mayor error de la campaña.

El segundo fue olvidarse de la gestión en la provincia, para lo que fueron ampliamente elegidos hace dos años, y no para mezclarse en una disputa presidencial lejana en el tiempo y, al menos por un año más, ajena al 99 por ciento de los santafesinos preocupados por la inseguridad, el trabajo y la gripe porcina, entre muchos otros temas.

Con un discurso que pretendió ser fundacional y un impresionante despliegue publicitario como nunca antes visto, partieron del supuesto de que el peronismo, desde la recuperación democrática, gobernó mal la provincia, que sus gestiones fueron deficientes, que no hicieron nada salvo llenarse los bolsillos y que los ciudadanos de esta provincia, al fin, se habían liberado del clientelismo como los esclavos del siglo XVIII.

Está claro que también aquí se equivocaron. Más allá del fenómeno Reutemann, que a esta altura no lo puede negar nadie, el gobernador y sus funcionarios tendrían que haber visto que en cada una de las localidades de la provincia el peronismo construyó, al menos, tres o cuatro casas, un acceso pavimentado o mejorado, obras de canalización y una cantidad importante de obras menores. Ni hablar de las grandes obras como la pavimentación de rutas, la obra de los Bajos Submeridionales, la canalización del Ludueña y el Hospital de Niños en Santa Fe, entre muchas otras más.

Estos hechos fueron lo que hicieron perdurar en la política a Reutemann. Las gestiones del peronismo en Santa Fe fueron mucho mejores que lo admitido por la oposición. Los socialistas se olvidaron que la gente quiere de sus gobernantes obras y no palabras; hechos y no palabras.

Pero eligieron otro camino. Decidieron que lo mejor era “limarle” la buena imagen a Reutemann con la privatización del Banco de Santa Fe, al que el mismo gobierno le prorrogó el contrato como agente financiero; señalarlo como menemista cuando en la década del 90 la mayoría lo era, incluido un ministro de su gabinete que fue asesor de Domingo Cavallo; y volver a instalar el drama de las inundaciones de Santa Fe al mismo tiempo que le perdonaba y le otorgaba nuevas obras a Américo Gualtieri.

Finalmente, una moraleja: las dos últimas elecciones en la provincia perdieron los aparatos, los especialistas en marketing, los estrategas publicitarios, los supuestos operadores de prensa y los influyentes. ¿No será hora de volver a la calle, recuperar el cara a cara con la gente, tomarle el pulso a la calle, construir, tratar de ser mejor que el otro, renovarse y sumar a todos los que quieran participar en política?

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