“Todos de pie”

Cálido tributo a las docentes

Roberto Schneider

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Los humanos somos los únicos seres vivos que podemos reír, y esto lo supo el teatro desde sus comienzos, así como supo que la risa puede provocar distintos efectos: desde dolores de panza hasta lágrimas incontenibles, desde mandíbulas doloridas hasta recuerdos nostálgicos. Un poco de todo esto y algo más hay en “Todos de pie”, la obra escrita por Carolina Halsall presentada en El Taller. Cuando su estreno, la autora dijo que, a partir del humor y la ironía, la intención era contar la historia de un grupo de maestras que llevan adelante su labor a pesar de las dificultades provenientes de diversas carencias. “Las docentes -sostenía sin deslindar el sarcasmo- depositan su esperanza en la visita de la ministra de Educación, quien traerá soluciones a sus pedidos”.

El fondo de esta historia no podía ser mejor. Halsall se rodea de películas de la historia del cine argentino que tienen como protagonistas a la docencia y sus destinatarios -educadores y educandos, respetando las ya tradicionales denominaciones-, y así, sobre una pantalla, sirven como separadores “Su mejor alumno”, de 1944, con Enrique Muiño y el joven Ángel Magaña para contar la vida del ilustre Domingo Faustino Sarmiento y sus particulares enseñanzas; “El profesor hippie”, con don Luis Sandrini, Roberto Escalada y la jovencísima Soledad Silveyra, y “El profesor patagónico”, con Luis Sandrini y Gabriela Gilli, para contar la desazón de los maestros ante la realidad de aquella zona.

También se muestran fragmentos de la emblemática “Hay que educar a Niní”, con la inigualable Niní Marshall en una desopilante escena de “examen” ante duras docentes y acompañada, en 1940, con el debut en el cine de Silvia y Mirtha Legrand a los 14 años (se pueden sacar cuentas); de “El profesor puede”, con Jorge Porcel, y “Las locuras del profesor”, con Carlos Balá. Como se advierte, un buen número de “cintas” para intercalar los discursos de las diferentes maestras que aparecen en la escena.

La obra es más que interesante, porque permite al espectador adentrarse un poco más en el particular universo de esas mujeres que siempre dejan aspectos personales en aras de cumplir con su cometido. Muchas veces, con diversas intenciones; siempre con indisimulable espíritu de entrega. La autora revela, con dosis de humor, las vicisitudes de las distintas mujeres que tienen a su cargo formar a “los jóvenes del futuro” e, incluso, a una atribulada madre de un “chico con problemas”. El texto, por momentos, habla de algo más y alcanza a ser una representación bastante aguda sobre cierta argentinidad. Como argentinos hemos pasado muchas tragedias y hay momentos en que parecería que estuviéramos congelados en una actitud que tiene que ver con el miedo y con un distanciamiento respecto de la realidad para poder sobrevivir.

Este unipersonal -género difícil si los hay en el mundo teatral- no se aleja de lo convencional, porque refleja sobre la escena a mujeres de distintas tipologías sociales que se expresan mediante monólogos. Lo mejor del espectáculo dirigido por Gustavo Ordóñez y Georgina Serrichio es, sin duda alguna, la entrañable interpretación de la misma Carolina Halsall, que como protagonista transita por diversos roles y se entrecruza con distintos personajes que le hablan a uno solo. Así narrado,parece un desquicio. No lo es. Halsall posee dotes de muy buena actriz y resuelve con brillantez momentos de ritmo aletargado entre personaje y personaje. Están las proyecciones, que agregan otro discurso interesante, pero ese ritmo crece sólo con las apariciones de la actriz.

El espectáculo es muy austero, tiene un buen diseño de vestuario de Georgina Serrichio y es de excelente nivel la edición de los videos de Valentín Gatti. La totalidad permite acercarse con sonrisas a una obra que tiene la particularidad de estar escrita en primera persona bien femenina y ese tratamiento está trasladado al montaje escénico para rescatar una textualidad que apunta a expresar opiniones, situaciones y sentimientos.

La obra es más que interesante, porque permite al espectador adentrarse un poco más en el particular universo de esas mujeres que siempre dejan aspectos personales, en aras de cumplir con su cometido.

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Carolina Halsall resuelve cada uno de sus personajes con indisimulable entrega.

Foto: Archivo El Litoral