EDITORIAL

Planificar para el desarrollo

De la cuadrícula hispánica a nuestros días, la historia Argentina está repleta de evidencias sobre los beneficios del desarrollo basado en la acción estratégica planificada. Pero también son muchos -demasiados- los ejemplos sobre crecimientos compulsivos, desarticulados o amorfos que raramente terminan por cristalizar otra cosa que no sea el subdesarrollo.

La construcción de los nuevos puentes que unirán a Santa Fe con Santo Tomé y con Paraná debe inscribirse necesariamente en el planeamiento estratégico para conciliar intereses. Se equivocan los que pretenden excluir funciones productivas en nombre del beneficio urbano; promueven el crecimiento armónico quienes integran al plano metropolitano una función productiva a los enlaces y articulaciones de caminos.

La tecnología vial y ferroviaria disponibles, y la existencia de espacios aún abiertos o accesibles en la trama urbana y sus aledaños permiten conciliar el tránsito liviano con el pesado, minimizando los impactos que todo crecimiento supone. Un área metropolitana que ciega las posibilidades racionales al transporte de cargas es una urbe que se niega a sí misma el desarrollo económico que le brinda trabajo, alternativas y riqueza.

El transporte de cargas sólo deja deterioro allí por donde pasa sin más; en cambio, produce crecimiento en aquellos lugares donde la carga se administra. Los nodos de transferencias entre distintas modalidades de transporte -aérea, fluvial, ferroviaria y vial- se convierten en ventaja logística para el comercio, la industria y el campo; y contagian modernidad en las ciudades que saben sacar provecho de ello.

El puerto está en la génesis histórica y el destino necesario de Santa Fe. La cruz no sólo está en su nombre, sino en su ubicación estratégica: en la unión de la hidrovía con destino marítimo hacia el sur y con barcazas hacia el norte; en las rutas que llevan al campo y otras ciudades y horizontes al este y al oeste; en los enlaces ferroviarios que también es imprescindible recuperar, tanto para transportar mercaderías como personas, incluso ingresando en las tramas urbanas hasta donde sea posible. Es ésa la característica propia de las metrópolis más evolucionadas del mundo; Santa Fe las posee para potenciar sus campos aledaños, sus industrias y su tradición comercial. Se rompen las ciudades que permiten el paso del tránsito pesado por donde no hay estructura suficiente; no crecen las urbes que siegan el desarrollo productivo y evolucionan aquellas que -entre muchas otras virtudes- encauzan su producción y su riqueza en convivencia necesaria con la gente que les da justificación.

No hay argumento suficiente que por razones urbanas, técnicas, políticas o económicas pueda explicar el cercenamiento al paso del tránsito pesado o a preservar los espacios para un uso exclusivo, si ello no es vital. No hay argumento subalterno que pueda ser públicamente sustentable. Santa Fe y sus ciudades vecinas deben planificar para el desarrollo. Un enlace condicionado supone el encierro y el estancamiento en un mundo que hoy se define por el dinamismo de sus movimientos, tanto de personas como de mercaderías. No hay razones para cerrar los caminos de la evolución.