El día que el equipo y los hinchas tatengues armaron una fiesta que, para ellos, es inolvidable...
A 20 años de un partido que ya es un mito
El 29 de julio de 1989, Unión derrotaba a Colón con gol de Leonardo Carol Madelón y ascendía a la máxima categoría del fútbol argentino.
Enrique Cruz (h)
Las más de 5.000 almas que habían asistido a la Bombonera en aquella fría tarde de miércoles, en 1988, volvían a Santa Fe con la resignación a cuestas. Unión sufría su tercer descenso, luego de haber militado 13 años en Primera. Ese tiempo lo había consumido con grandes equipos, como el de 1975, y grandes proezas, como las campañas de 1978 y el subcampeonato en el Nacional de 1979. Pero los penales ante Racing de Córdoba de aquella tarde gris de la Bombonera (muy parecida a la del 29 de julio de 1989) le dieron un golpe duro a ese equipo que amenizaba jugadores de gran experiencia y veteranía, como el Chango Cárdenas, Mario Alberto, el Turco Alí y Jorge García, con otros de mucha lozanía y juventud, como el Negro Altamirano, Toresani, Catinot, Humoller, el Flaco Passet (figura del equipo y transferido a River a pesar del descenso), Marcelo López y el Beto Acosta, entre otros. Súper Manuel Corral había asumido la presidencia pocos meses antes, Leopoldo Luque no pudo aguantar el reproche de la gente y se fue entre insultos en una lluviosa noche de diciembre en el 15 de Abril, Luis Garisto no le encontró la vuelta al equipo y Alberto Violi, el piloto de tormentas por aquellos tiempos, hizo lo que pudo, forzó un desempate con los cordobeses pero no le alcanzó.
Corral, el mismo presidente del ascenso anterior -el de 1974-, se juramentó volver. Se buscaron algunos tapados con muy buena respuesta, como Carlos González, que vino de 9 de Entre Ríos, y el Flaco Zuccarelli, después, lo hizo 8, o un cordobés potente al que Violi había visto en un par de partidos y lo “fichó” (Dante Fernández), más la continuidad de varios de los que habían conocido la frustración del descenso (Altamirano, Tomé, Humoller, Jorge García -quien al poco tiempo se fue- Mario Alberto, Jorge Mauri, entre otros), más la llegada de varios jugadores que resultaron clave, como Tognarelli, Pepe Castro (goleador del equipo), el Potro Echaniz, Roberto Passucci (capitán del último partido), Rabuñal y la “joyita” que arribó en el comienzo de la segunda rueda.
El anecdotario
Violi renunció cuando el equipo asumía un tempranero protagonismo en el campeonato. Y todavía se mantiene vivo el recuerdo de aquel partido en Mendoza (derrota 2-0 ante Maipú con Zavagno de técnico interino), cuando la policía mendocina encarceló a Jorge Mauri y al Gringo Humoller en circunstancias tan injustas como confusas. ¡Justo a ellos, dos tipos espectaculares...! Señores de Unión, bienvenidos a la “B”, esto es el crudo ascenso, se pensó en aquel entonces...
Llegaron Zuccarelli y Trullet para hacerse cargo del equipo y el debut fue auspicioso: goleada a Estación Quequén en el 15 de Abril. Pero no todas fueron flores. Un día, en cancha de Los Andes, Pepe Castro estaba sentado en el banco de suplentes e ingresó en el segundo tiempo. “Así no podemos seguir, tenemos que ir al frente... ¡Al frente!”, decía bien fuerte Pepe, sutil e irónico, después del partido, pretendiendo que su voz resonara en el vestuario para que lo escuchase el técnico. Cuenta la historia que hubo una larga charla en la playa de estacionamiento, donde los más experimentados se hicieron escuchar por el Flaco, un tipo de gran personalidad, que metía entre cuatro y cinco cambios por partido porque no le encontraba la vuelta al equipo.
Terminó la primera rueda con un Unión navegando en posiciones de intrascendencia, hasta que a un iluminado se le ocurrió, en el agobiante calor del fin de año santafesino, buscar a Leonardo Carol Madelón, que con 25 ó 26 años había quedado libre de San Lorenzo, donde formó parte, con Giunta, Siviski y Ortega Sánchez, de uno de los mediocampos más recordados. La última derrota fue ante Atlético Tucumán, un viernes a la noche, con altísima temperatura en la capital del azúcar. Y, de allí en más, invicto hasta jugar en Primera. Tognarelli; Altamirano, Tomé, Mauri y Humoller; González, Passucci, Rabuñal y Madelón; Castro y Echaniz estaban en la formación que se empezó a recitar de memoria. Unión salió tercero en ese torneo, con una remontada espectacular, sólo superado por Chaco For Ever (que le sustrajo el campeonato en la última fecha a Lanús) y el equipo granate. Llegaba el momento de las definiciones.
Parecía imbatible
Unión concentró en Paraná para aquellas dos finales ante Colón. Recuerdo haberle preguntado al Flaco Zuccarelli cuál había sido el jugador de mayor crecimiento, y respondió tajantemente: “Carlos González”. Era delantero y lo puso de volante por derecha. Él y Rabuñal eran dos sostenes de lujo para un luchador incansable como Passucci. Pero el que le cambió la historia al equipo fue Madelón, que no sólo se transformó en figura, sino que después fue el 10 de Unión en Primera y un estratega fenomenal. Él y Ribeca (un escalón más abajo Cabrol), sin formar parte de la galería de “lujosos”, son los jugadores más talentosos que tuvo Unión en los últimos tiempos sin temor a equívocos y más allá de que otros, quizás con mayor jerarquía individual, como Borghi y Capria, alguna vez supieron ponerse la 10 rojiblanca.
Si el torneo duraba 44 fechas en lugar de 42, el campeón era Unión. Pero el tercer puesto le permitió arrancar en los cuartos de final y dejar en el camino a Italiano. Luego, llegó el turno de Almirante Brown y otras dos victorias que le dieron el ánimo indispensable para afrontar el último esfuerzo: las finales ante Colón.
Parecía más entero, a priori, el equipo de Zuccarelli. Pero era una final. Y para colmo, un clásico. Es que Colón había perdido un jugador clave para esta clase de partidos como el Chino Wolheim, expulsado en la revancha ante Lanús en semifinales. Y porque tenía a Verdirame lesionado, otro de los jugadores desequilibrantes de ese equipo que habían armado Horacio Harguindeguy y la directiva de Ezcurra, con el inestimable apoyo del vicegobernador Vanrell, y que, en el momento de las finales, era dirigido por Orlando Medina.
Los videos
Zuccarelli quiso tocarles el ánimo a los jugadores y les mostró en el vestuario de la cancha de Colón, antes del primer partido final, un video que emocionó al plantel. Fue tocarle la fibra íntima a un grupo que venía agrandado naturalmente y que había alcanzado un grado de funcionamiento táctico-estratégico perfecto debido a un notable rendimiento físico e individual de cada jugador. No había fisuras en ese equipo espléndidamente conducido por un ex sabalero como Zuccarelli.
La primera final dejó a Unión a las puertas del ascenso de categoría. Fue 2-0 de visitante, con los goles de Altamirano y Echaniz. La revancha del inolvidable 29 de julio de 1989, para la gente de Unión, no fue otra cosa que advertir lo que lógicamente se debía dar: la diferencia entre un equipo que había mostrado superioridad, que llegaba más entero y que daba una imagen de solidez casi inexpugnable.
Tiro libre a favor en el arco de la barra de las bombas. Humoller amagó pegarle por afuera de la barrera, la pisó y Madelón sacó el remate seco y abajo, que se metió junto al palo derecho de un desesperado Wirzt. Gol, delirio, festejo enloquecido, vuelta olímpica y a prepararse rápidamente para volver a jugar en Primera. Como había pasado, en esos últimos años, con San Lorenzo (descenso en 1981 y ascenso en 1982) o con Rosario Central (descenso en 1984 y ascenso en 1985), el retorno fue así de rápido, a lo grande y con un plantel que se quedó, con algunos pocos retoques (Piazzalonga, Carmelo Villalba, Llane, el Loco Baillié y alguno más que se escapa a la memoria), a pasar un año por demás de tranquilo en la vuelta a Primera.
Súper Manuel Corral no dejó de festejar, mientras fue presidente de Unión, aquellos 29 de julio y la victoria ante los “primos”, como solía repetir el viejo caudillo rojiblanco cada vez que le tocaba hablar de Colón.
Quiso la historia que aquel ascenso se definiera con un clásico. Pero la realidad indica que, con más regularidad y menos conflictos (sobre todo por el lado de Colón), uno de los dos podría haber ascendido en forma directa (por ser campeón) y el otro, a través del dodecagonal. Unión armó un equipo de lujo para la categoría. Y Colón también, con Chaparro, Wolheim, Wirzt, Javier López, Escobedo, Monti, Nicosia, Míguez, Verdirame, Vera y compañía.
El otro capítulo de la historia, quizás el último, indica que el Flaco Zuccarelli, a horas de terminado el segundo partido final, pensó en Nicosia y Míguez para reforzar el plantel. Ninguno de los dos quiso ir a jugar a Unión. Consideraban que se trataría de una afrenta al hincha de Colón, que en carne viva sufría la derrota que dejó secuelas deportivas e institucionales, y postergó por varios años el retorno a la máxima categoría. Nicosia se fue a Vélez y Míguez, a Racing.
Ese 29 de julio de 1989, hace hoy 20 años, fue una tarde de sábado nublada y fría. El Tate la calentó con un festejo que aún da vueltas en la retina y la memoria de los hinchas tatengues. Ninguno podrá olvidar lo ocurrido en esa tarde de gloria para Unión, cuando se escribió uno de los capítulos más importantes, quizás el más trascendente de todos, en la historia deportiva de la institución.