Llegan cartas

Caos

M. Carlos Visentín

DNI: 2.389.173.

Señores directores: Mi hijo está pasando la edad de las preguntas (esto es ficción) y me pidió una explicación: “Ayer en el colegio mi maestra dijo enojada: “¡Esto es un caos!’. ¿Qué es un caos, papá?”, “Mirá, hijo, eso te lo debieron enseñar en tu escuela. ¿No te lo enseñaron?”. “No, papá, porque estamos de paro”. “¿Todos los maestros y alumnos?”. “No, papá, algunos alumnos quieren dar clases y otros no quieren, y queman cubiertas en la puerta de entrada”. “¿Y los profesores van a dar clases?”. “No, ellos también paran, pero algunos van y los otros los silban, les gritan traidores, rompehuelgas, y otras cosas que no quiero contarte, papá, pero ayer los alumnos que no entran a dar clases, entraron”. “Ah, menos mal, ¿así que las cosas ya se arreglaron?”. “No, papá, entraron para romper los bancos y quemar papeles que llevaron para encender adentro”. “¿Y el director, qué hace?”. “A mí me da lástima, papá, porque pienso lo que habrás sufrido vos cuando eras director de colegio” (lo fui de dos importantes colegios). “Nuestro director no se deja ver, pero lo sorprendí antes de que cerrara la puerta de la dirección, pero no tiene dónde sentarse, porque el sillón que tenía se lo rompieron los alumnos y además llenaron el piso de papeles. El pobre tenía una cara como a quien lo van a ahorcar. Pero eso sí, él abre las puertas del colegio porque el portero también paró, y luego se encierra en su oficina”. “¿Pero no hay sanciones?”. “Sí, papá. Al que le pegó a la maestra del aula de al lado lo sacaron del colegio y lo mandaron a otro que está más cerca de su casa y él está más contento”. “Pero hijo, con todo lo que me contás ¡no se puede estudiar!, ¡habrá muchos repetidores!”. “No, papá, porque el pase es automático”. “Bueno hijo, ya puedo contestarse y aclararte tu primera pregunta: ¿viste cómo funciona tu colegio?”. “Sí, papá”. “¡Eso es un caos! Pero te explico, hijo, cuando yo era director era otra época, que ojalá volviera. Las cosas no eran así. Explicarte qué es lo que pasó desde ese momento hasta ahora daría para escribir un libro. Si vivo, cuando seas más grande procuraré enseñártelo, pero desde ya te aclaro que no será fácil entenderlo”.

Me quedé pensando largamente, en silencio, llegando a la conclusión de que no hay nada absoluto. No todo es tan malo como el relato de esta carta, pero eso ocurre en muchos colegios argentinos. La verdad es que a través de la historia, se han cometido tantos asaltos y crímenes al cerebro de los educandos como los que sufre hoy diariamente la pobre población de este hermoso país.