EDITORIAL

Jóvenes al volante

Durante la madrugada del último domingo, la calma habitual de la ciudad de 25 de Mayo, en la provincia de Buenos Aires, se quebró de manera violenta. Dos niños murieron, mientras un matrimonio y otra nena sufrieron gravísimas heridas cuando el auto en el que se trasladaban fue chocado por otro en una calle céntrica.

Los primeros peritajes indican que el automóvil que los embistió circulaba a más de 120 kilómetros por hora por el centro de la ciudad. El conductor tenía apenas 17 años y contaba con licencia para manejar.

En la ciudad de Santa Fe, durante las últimas semanas, tres jóvenes perdieron sus vidas en distintos accidentes que tuvieron algunas particularidades en común: las edades de las víctimas, la calle que se transformó en escenario de las tragedias y los horarios en que se produjeron los choques.

Los tres casos se dieron en calle 25 de Mayo y en el horario de salida de los jóvenes de los locales bailables que se multiplican en la zona de la Recoleta.

Se sabe que la principal causa de muerte entre los jóvenes está vinculada con los accidentes de tránsito. Sin embargo, no resulta tan sencillo encontrar estadísticas que reflejen la cantidad de muertes que los jóvenes -o adolescentes- provocan cuando están al comando de un vehículo.

Recientemente, el Centro de Experimentación y Seguridad Vial de la República Argentina (Cesvi) dio a conocer un estudio elaborado por el Instituto Nacional de Salud (NIH) de Estados Unidos, donde aseguran que la región del cerebro que inhibe el comportamiento riesgoso del ser humano promedio no se desarrolla completamente hasta los 25 años.

Jay Giedd, psiquiatra pediátrico que lideró las investigaciones, reconoció que hasta ahora se creía que los niveles adecuados de madurez cerebral se alcanzaban a los 18 años. Sin embargo, con sorpresa se descubrió la equivocación y que una persona promedio recién a los 25 años es realmente consciente de los riesgos que corre, de qué decisiones debe adoptar y cómo puede disminuir dichos peligros.

La inmadurez, el alcohol, la noche, las compañías y la falta de controles adecuados parecen conjugarse para potenciar esta problemática que no sólo se produce en la Argentina, sino que se repite en el resto del mundo.

Aquellos padres que permiten a sus hijos conducir un automóvil o una motocicleta deben saber que el 74% de los choques mortales protagonizados por adolescentes de 16 años se produce por errores de conducción.

La licenciada en Psicología, María Teresa Murillo, estudia desde hace años esta problemática y considera que la gran diferencia en la conducción entre adultos y adolescentes es el componente de audacia. El adolescente tiene ciertas conductas en las que muestra fascinación por la muerte y hasta coquetea con ella.

Las opiniones de los expertos son coincidentes. Lo que sigue faltando es una mayor cuota de responsabilidad de algunos padres, y un sistema normativo y de control que permita limitar este flagelo que continúa provocando miles de muertes cada año en el país.