ANOTACIONES AL MARGEN

En la oficina

Estanislao Giménez Corte

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I

Las denominadas “sit coms” o comedias de situaciones vienen de lejos, pero se popularizaron en el mundo entero a partir de la década del “90, con enormes sucesos como “Friends” y “Seinfeld”, merced también a la extraordinaria multiplicación de canales de cable que auguraban en su grilla un lugar para estas series o tiras, usualmente de una media hora de duración, con escenarios y personajes más bien acotados, pero con un fortísimo trabajo de guión, que pretende, palabras más palabras menos, hacer que cada escena o situación comporte un gag, un remate, una ironía, un chiste. Si se me permite la comparación, Fontanarrosa, en “Inodoro Pereyra”, trabajaba con un norte similar: que cada recuadro fuese un chiste en sí mismo, independiente del resto pero factible de incorporar en la secuencia. “Friends” era más inocentona, “blanca”, light, pero era divertida y tiene (tuvo) grandes momentos; “Seinfeld”, más oscura, tenía una dosis de humor negro latente o permanente y personajes en los bordes de la cordura. Ambas terminaron hace años, pero se siguen emitiendo con particular suceso.

II

“The Office” (I Sat) se inscribe en la línea de las sit coms pero agrega algunos elementos novedosos. Originalmente británica, tuvo una notable adaptación al público norteamericano, en una versión diferente de la de la BBC. Cualquiera que haya trabajado o trabaje en el ámbito de una oficina se sentirá, antes o después, más o menos exageradamente, identificado. Steve Carell es el jefe de la sucursal Scranton de la papelera Dunder Mifflin. Un jefe, como tantos, caprichoso, ególatra, con inconcebibles salidas y acaso una mezcla de ternura y miedo ante sus subordinados, que lo ven como a un lunático, pero no se lo pueden decir. La serie trabaja magistralmente con, entre otros, dos elementos que la caracterizan: está filmada convencionalmente, pero se le agrega una “cámara al hombro”, que no respeta las características de ningún plano secuencia, pero “acerca” al televidente a los conflictos; los personajes hablan a la cámara a la usanza de un falso reality show (al final de cada escena, relatándola), o miran sugestivamente a ella en medio de una escena.

Otro aspecto notable es el tratamiento de los silencios. Casi todas las conversaciones están atravesadas por una suerte de hálito trunco, por malentendidos, ironías, silencios y/o cosas no dichas pero expresadas gestualmente, circunstancias que representan el habla coloquial, pero más una naturaleza particular de los personajes, atrapados en esa oficina en donde se chocan sus auras, sus voces se sobreponen, se enamoran y se odian, como en todo lugar de encierro en el que sus convivientes están obligados a darse cita todos los días. Lo que se ve en “The Office” es lo que se desprende de casi toda oficina: un orden y un silencio impuestos en una limpieza de fluorescentes; unos rictus y gestos de lenta jornada; los amores/odios, las medias palabras, la energía acomodada a un pixel del monitor, el absurdo y la maravilla.