Exitoso cierre del ciclo Lunes del Paraninfo

La Fernández Fierro, o el

tango que rompe el molde

La orquesta típica -que ha señalado el norte de la Joven Guardia Tanguera- se presentó anoche en el Paraninfo de la UNL. Un repertorio clásico, pero renovado y el contraste de una estética desfachatada, para una experiencia musical que no encaja en estructuras preexistentes.

Luciano Andreychuk

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¿Cómo es posible que once flacos con rastas, cabelleras y barbas metaleras, zapatillas de lona y jeans rotos toquen el tango orquestal como aquellas grandes agrupaciones de la época dorada, en una parábola histórica que va desde Julio De Caro, pasando por Pugliese y Troilo hasta desembocar en Piazzolla? La Orquesta Típica Fernández Fierro (OTFF) es básicamente eso: el tango instrumental bien hecho a la forma tradicional, un rescate respetuoso, cuidado y fresco del legado musical del tango, pero con una destrucción despiadada de sus liturgias y acartonamientos estilísticos (el traje riguroso, el pelo con gomina, el porte almidonado y otros tantos clisés).

Anoche, y ante un auditorio colmado que no reparó en diferencias etarias (había adolescentes, jóvenes y adultos mayores), se presentó la OTFF en la última noche del ciclo Lunes del Paraninfo organizado por la UNL. En la ocasión ofreció temas de lo que será su próximo disco -el quinto-, además de un recorrido por los temas de su última producción discográfica -“Mucha mierda”, 2006- y de sus predecesoras. En el repertorio de la Fernández Fierro volvieron grandes clásicos de Di Sarli, Portier-Expósito, Alfredo Gobbi y Contursi, hasta Pugliese y Piazzolla. Estuvieron presentes además obras de Alfredo “Tape” Rubín, destacado guitarrista y compositor contemporáneo.

Violentango

Comenzó el show con una vehemencia que sorprendió a propios y extraños. En el arranque la OTFF se despachó con “Del bajo fondo” (O. Tarantino), “Bluses de Boedo” (A. Rubín) y “Zita” (A. Piazzolla), entre otros. Un piano, contrabajo, violoncelo, tres violines. Y cuatro bandoneones ejecutados con una violencia y un “sadismo” instrumental visualmente impactante: los fuelles eran arqueados al extremo, “estirados” desde el piso hasta arriba, con el movimiento de cabeza las rastas chicoteaban, había golpes sobre los cantos de las cajas, las rodillas se enrojecían, los dedos se acalambraban sobre las botoneras.

Y todo esto, que resultaba atractivo para el espectáculo, no afectaba la interpretación musical, todo lo contrario: los tiempos rítmicos ganaban fuerza, las pausas aparecían adecuadamente, cada arreglo encastraba perfectamente en el todo de la propuesta. Una intensidad indómita que acompañaría al espectador hasta el final.

Después apareció Walter “Chino” Laborde, el cantor. Otra vez la provocación como efecto: la desfachatez de sus pelos parados, una remera que dejaba ver su abdomen, una corbata de clown. Este intérprete nacido en los suburbios del teatro under porteño evocó con sobrados atributos aquellos fraseos clásicos, aquellas modulaciones vocales tan íntimas del género, y tan características de las grandes voces del tango desde la década de los ‘40.

En el tramo final, la OTFF se fue despidiendo sin aminorar esa tromba de bandoneonazos y violines fatales. Un tango tras otro, alguna milonga alternada, sin parar. Hubo lugar para algunos temas de “Mucha mierda” (como “011”, de Yuri Venturín, oscuro y misterioso), más adelantos del próximo disco.

Aparecía Laborde, a veces se paraba de espaldas al público -con la corbata dada vuelta-, bromeaba y seguían las provocaciones: “¡Gracias, Rosario!”, gritó en un momento y se escondió en la penumbra. Al rato cantó “Corrientes y Esmeralda” (Francisco Pracánico / Celedonio Flores) y el público le perdonó la macana.

“Buenos Aires hora 0 / Las luces del estadio” (Astor Piazzolla / Jaime Roos / Raúl Castro) fueron las últimas interpretaciones. El público aplaudió de pie. Los puristas no lo entenderán, pero esta generación desfachatada, a su modo y con sus códigos, tiene mucho para darle al tango. Y el tango, que como género ha sabido sobrevivir al tiempo más por su capacidad de reinventarse que por los formalismos de la tradición, hoy tiene otra oportunidad.

La Fernández Fierro, o el tango que rompe el molde

La Orquesta Típica Fernández Fierro mostró anoche una experiencia musical rayana en lo radical, en la culminación de la edición 2009 de ciclo Lunes del Paraninfo.

Mauricio Garín.

/// LA CLAVE

Una definición

Ese contraste buscado entre la exaltación de un glam rocker decadente y la tradición aristocrática y europeísta del tango orquestal clásico no es un detalle menor en la presencia escénica de la OTFF, ni aún en su estilo interpretativo. Es un efecto visual-musical provocador, impertinente, casi que incomoda. Otra característica bien propia de la agrupación, que le ha valido más de un seguidor incondicional.

En crecimiento

La OTFF es una agrupación porteña nacida en 2001, una suerte de cooperativa musical cuyos integrantes autogestionan el proyecto y editan sus discos en forma independiente. Administran su propio club: el Caff (Club Atlético Fernández Fierro, Sánchez de Bustamante 764, en el Abasto), cita obligada donde los miércoles y sábados presentan sus shows en vivo.

Su discografía incluye: “Envasado en Origen” (2002); “Destrucción Masiva” (2003), “Vivo en Europa” (2005), el citado “Mucha Mierda” (2006) y el DVD “Tango Antipánico” (2005).

La orquesta ha recorrido Europa y Latinoamérica en varias oportunidades. Regresó, recientemente, de una extensa gira en el Viejo Continente, en el que fueron aclamados en lugares como el Barbican Centre de Londres o New Morning de París. Web: www.fernandezfierro.com.