al margen de la crónica

¡Adiós, amigo Astor!

Buena parte de tu vida supiste lo que era tener una familia. Voces conocidas, mimos, manos amables que te daban un plato de comida y una manta cuando hacía frío, vacunas y visitas al especialista cuando era necesario formaban parte de tu cotidianeidad. Los paseos por el Parque Garay eran una cita obligada: era el momento en el que te divertías junto a tus amigos del barrio.

Pero esos gratos momentos tuvieron un final imprevisto. La familia vendió la casa y el día de la mudanza, mientras dabas vueltas ansioso alrededor de las cajas, te enteraste de la peor noticia: la mudanza no te incluía. Esas personas, a las que vos considerabas familia, no creían que vos fueras parte de los suyos. Después de años de cariño, obediencia y absoluta fidelidad, te borraron de un soplido. Ninguna de tus morisquetas fue suficiente, ni tu simpatía, ni los años de amor incondicional. Ni siquiera la misericordia intervino a tu favor. Y te quedaste ahí, solito, sentado en la puerta de tu casa, que ya no era tuya.

Días enteros y noches larguísimas permaneciste inmóvil, esperando que te fueran a buscar. Pasaron los días, los meses, las cuatro estaciones. Nadie volvió por vos.

Los vecinos te conocían y los de buen corazón te daban un huesito o un plato de arroz, las noches más crudas de invierno. Poco a poco pasaste a formar parte del paisaje del Parque Garay. “Astor”, el petiso de calle Obispo Gelabert. A pesar de los cuidados de muchas personas, nadie te abrió la puerta de su hogar ni consiguió borrar la tristeza de tus ojitos.

Pero tu historia, amigo perruno, todavía no había conocido la tragedia. Un pedazo de carne, dejado perversamente por manos asesinas, puso fin a tu preciosa existencia. Quienes presenciaron tus últimos instantes guardan la imagen de tu sufrimiento. ¿Cómo puede ser que una vida tan corta y noble haya padecido tanto? Primero, el abandono de quienes amabas; finalmente, la maldad humana. Amigo Astor: valgan estas líneas como un pequeño homenaje en tu honor y en el de los otros cinco perros que murieron envenenados en el Parque Garay.