Apenas permaneció tres horas en un instituto

Internado por adicción, fugó y se desbordó en furia homicida

Repetto había sido internado por su adicción a las drogas, horas antes de matar a su hermano, a un vecino y herir gravemente a su madre y también a otra mujer.

Internado por adicción, fugó y se desbordó en furia homicida

El cruento suceso causó conmoción en Sarmiento, el elegante barrio rosarino donde vivía Estanislao junto a los suyos.

Foto: Agencia Télam

José Luis Pagés

[email protected]

Estanislao Repetto mató a dos personas e hirió de gravedad a otras tantas, después de romper las puertas y escapar, a la 1.15, de la clínica psiquiátrica Philippe Pinel, establecimiento de calle Oroño 1495, adonde había ingresado para tratarse de un presunto deterioro causado por su adicción a las drogas, tres horas antes.

La internación había sido convenida por los profesionales del instituto con la madre de Estanislao -quien tampoco escaparía al rapto de furia demencial- a las 19.30 del miércoles, refirió a los encargados de la investigación el director de la clínica rosarina, el Dr. Carlos Solomonof.

Alrededor de las 19.30 y en consultorios externos se habría convenido que Estanislao Repetto (20) ingresaría a las 22, con el objetivo de iniciar o reiniciar un tratamiento para tratarse el presunto deterioro atribuido a su adicción, dijo esta mañana una de las fuentes consultadas.

Pero, después de su internación, Repetto sufriría un brote psicótico -según definición de un profesional-, un estado que lo llevaría a romper la puerta de acceso y a escapar en dirección a su casa para protagonizar allí uno de los episodios criminales más espantosos que se recuerden en esta provincia.

A Estanislao Repetto, para quien la fiscal Adriana Camporini dispuso esta mañana una nueva internación en un establecimiento psiquiátrico, se le practicarán exámenes para establecer si, en oportunidad de matar a su hermano y a un anciano vecino, además de dejar malheridas a otra vecina y a su propia madre, actuó bajo el efecto de alguna droga ilegal o algún psicofármaco.

Inimaginable

Familiares, amigos, docentes y compañeros de estudio, nadie entre quienes frecuentaban a Estanislao parecía estar al tanto de sus problemas de adicción y en todos los casos -entendían- que había caído en un “pozo depresivo” con motivo de la enfermedad y muerte de su padre.

Tampoco nadie parece haber imaginado siquiera que algún día la casa de Estanislao sería la escena de uno de los más demenciales episodios que recuerde la historia policial de Rosario.

Minutos después de fugar de la clínica el muchacho irrumpiría violentamente en su propia casa de calle Marull 272 y, hecho una furia, cargaría contra su hermano Nicolás (26), para asestarle varios puntazos en la espalda y, finalmente, quitarle la vida, dejándole enterrada en el pecho la hoja de un puñal, hasta el mango de madera.

Entonces, quizás Estanislao golpeó también a su madre, Viviana Bearzotti (42); sin embargo, enseguida se apoderó de la llave del Ford K de la familia. El auto salió disparado de la casa, pero, accidentalmente o no, hizo un brusco giro, ascendió a la vereda, destruyó un portón de madera y siguió en loca carrera hasta terminar estrellado contra una columna.

Miguel Kontides (43), el dueño de la casa vecina, despertó sobresaltado al escuchar el estruendo del choque, pero protegió a los suyos y llamó a la policía. Mientras tanto, Estanislao lograría abandonar el auto siniestrado y, aunque herido, arremetería contra la primera figura humana que se cruzó en su camino.

Sabas Kontides, el padre de Miguel, de 85 años de edad, terminaría muerto, con la cabeza destrozada por los golpes demoledores que el enloquecido muchacho le asestó con una de las piezas de hierro de un juego de jardín.

El infortunado Sabas, que salió al encuentro del inesperado visitante, murió en el acto, apenas abrió la puerta de su casa que, en los fondos del terreno, ocupaba junto a su hija Viviana, quien, posiblemente al intentar defender a su padre, sufrió graves heridas.

Luego, los agentes del Comando convocados por Miguel, aparecerían en la escena justo cuando Estanislao que había regresado a su domicilio apretaba el cuello de su madre con intención quitarle la vida, aunque, fuera de sí, explicara a los gritos que, en su condición de Dios, le estaba sacando el diablo del cuerpo.

Los uniformados pusieron fin al ataque y redujeron a Estanislao que, desnudo e imposible de controlar no hacía más que mentar a Dios y al diablo, mientras su madre, Viviana Beartozi, yacía inconsciente, tendida en el piso. Con horror, los agentes pudieron ver que a la mujer le faltaba una mejilla que su propio hijo le había arrancado de una dentellada; esa, entre otras terribles lesiones. Cuando los agentes de Homicidios y el personal de la policía científica llegaron a la escena, las mujeres heridas ya habían sido llevadas al hospital Clemente Alvarez en un estado sumamente delicado y sólo permanecían allí los cuerpos de las dos víctimas fatales. En torno todo estaba roto y ensangrentado. Los relevamientos de huellas y rastros practicados por los peritos fueron los de rutina, pero también hubo otros exámenes ordenados por el juez instructor y la fiscal en turno, en medio de ese cuadro aterrador.