Crónica política

El aprendizaje de la oposición

Rogelio Alaniz

“Siempre es más fácil dejar de hacer que hacer”. Ortega y Gasset

No hay buenas noticias para dar en esta Argentina que siempre está amenazando con tocar fondo. La corrupción es visible y escandalosa como lo demuestra la venta de remedios adulterados, un negocio mafioso que salpica las orillas del oficialismo. Por su lado, la Afip se ha transformado en una suerte de Mazorca del régimen, subordinada a la voluntad política del oficialismo, que con insólito desparpajo toma decisiones puenteando a las autoridades que, dicho sea de paso, ellos mismos colocaron en ese lugar.

El gobierno no multiplica los panes pero multiplica los frentes de tormenta. Hoy, sin ir más lejos, suma cuatro: el campo, la Iglesia, los medios de comunicación y los industriales. No es poco para un gobierno cuyos índices de popularidad están por el suelo. La situación política de la Argentina es complicada, pero la del gobierno lo es aún más. Le faltan dos años para concluir el mandato y, en lugar de convocar a la calma, se empecina en atizar la rebelión.

Los rumores sobre el juicio político a la presidente son cada vez más intensos. No salen en los diarios, no se dicen en voz alta; sin embargo, allí están, persistentes y recelosos. No es la mejor solución institucional para la Argentina, pero el juicio político nunca ha sido una solución feliz; en todo caso, ha sido inevitable, el mal menor a una catástrofe. Así lo vivió Brasil con Collor de Mello o Ecuador con Bucaram. En definitiva, nada de lo que prevé la Constitución Nacional está prohibido. En todo caso, de lo que se trata es de saber usar el remedio indispensable para cada momento. Ya se sabe -el gobierno en particular debería saberlo- que un remedio bien usado cura, y mal usado acelera el final.

No creo, de todos modos, que la Argentina esté al borde de una solución institucional drástica. Nadie la quiere, nadie la desea; sin embargo, nadie la deja de tener en cuenta, aunque más no sea como hipótesis. Atendiendo a las experiencias históricas recientes, habría que decir que, mientras la situación económica no se derrumbe, la salud institucional del gobierno está asegurada. Los Kirchner no se van a subir al fatídico helicóptero por un escándalo cortesano o una denuncia sobre corrupción. En la Argentina, lo que derriba a los gobiernos son las tempestades económicas. Esto hoy no ocurre ni hay indicios de que vaya a ocurrir en el futuro inmediato, lo cual es una buena noticia, porque ya se sabe que las víctimas preferidas de esas tempestades son los pobres.

Por su lado, la oposición política está haciendo lo que corresponde y ésta es una de las buenas noticias en un país que desde hace tiempo no disfruta de buenas noticias, ni siquiera en el fútbol. Ojalá los rigores de un oficialismo populista y corrupto promuevan como resultado no deseado a una oposición responsable y decidida a hacer un verdadero aprendizaje republicano. Por lo pronto, la labor que llevan adelante los jefes de los diversos bloques opositores consensuando leyes, elaborando comunicados, defendiendo prácticas políticas que expresan un amplio arco ideológico, constituye una de la grandes novedades invisibles de la política actual. Una novedad que no es espectacular, no gana las primeras planas de los diarios, pero no por ello pierde su condición auspiciosa.

Los más oficialistas dirán que se trata de una oposición golpista e inescrupulosa, los opositores duros les reprocharán su condescendencia. Está bien que las críticas vengan de un lado y del otro, porque ésa es la prueba de que están recorriendo el camino correcto, el camino de una oposición democrática que no le deja pasar una al oficialismo, pero opera dentro de la ley y dentro de los hábitos que aconsejan las sociedades democráticas.

Conversando con José Mujica, el dirigente oriental, me decía que ellos debieron soportar a un gobierno inepto paralizado por su ineficiencia y su insensibilidad. Según Mujica, existían condiciones para sacar la gente a la calle y derribarlo, pero no lo hicieron; prefirieron marcarlo de cerca y dejar que concluyera su mandato, mientras se preparaban para gobernar cuando llegara el momento.

Chile, Uruguay, Brasil nos pueden dar lecciones de cultura democrática; hace rato que están en condiciones de hacerlo, no tanto porque ellos hayan aprendido mucho, sino porque nosotros venimos rodando cuesta abajo. Asegurar que este gobierno concluya su mandato es una exigencia democrática. La oposición trabaja en esa dirección, y ello incluye comportarse con un mínimo de honradez institucional, esa honradez que los peronistas no practicaron con Alfonsín o con De la Rúa.

Insisto, la defensa de las instituciones incluye la defensa de la investidura presidencial, pero en este punto es necesaria una advertencia: a aquélla hay que defenderla, pero el primero que debe hacerse cargo de la estabilidad de dicha investidura es el propio oficialismo. La defensa de las instituciones no es un acto ritual, incluye políticas concretas; en definitiva, un conjunto de decisiones que aseguren la gobernabilidad.

La maniobra destituyente debe ser tan condenada como la maniobra que desde el poder se conoce con el nombre de deconstituyente y que practican Chávez en Venezuela, intentaba instrumentar Zelaya en Honduras y que seduce a los Kirchner. Velar por las instituciones es una tarea de todos; no obstante, la responsabilidad principal recae en el oficialismo. La señora Cristina debe saber que a ella , y nadie más que a ella, le corresponde asegurar su propia legitimidad. Para eso, lo que debe hacer es gobernar bien y, si no puede hacerlo, lo que al menos debería hacer es respetar las reglas del juego. Un gobierno que gobierna mal y no respeta las reglas del juego cava su propia fosa, por más que luego se acuse a los sepultureros de haberlo hecho.

El problema de los Kirchner, el gran problema, es que están gobernando mal y que, cada vez que pueden, violan las reglas del juego. Ahora, el mérito de la oposición es que le galopa al costado y no le deja pasar una. Alguien dirá que, además, debe proponer objetivos más altos. ¿Cuáles? ¿La destitución? ¿El juicio político? En política todo es posible, pero en política nada lo es si no están dadas las condiciones para ello.

El oficialismo es irresponsable y temerario y, como en el caso de la Afip con Clarín, grotesco y ridículo; sin embargo, la oposición no puede ni debe pagar con la misma moneda. Concretamente, no se puede estar jugando al juicio político como quien juega a la escoba de quince. Por lo tanto, la oposición hoy hace lo que debe. Los partidos se reagrupan, renuevan los dirigentes y los que ya están se templan en el ejercicio de la política. Si el aprendizaje cívico fuera completo, esta práctica opositora estaría sembrando la simiente de una nueva manera de hacer política.

Los malos gobiernos dejan también sus lecciones y es hora de que la sociedad sepa hacerse cargo del aprendizaje. Un gobierno que se proponga aprender de las experiencias pasadas debe entender que hacer política no es alentar el conflicto -aunque a veces pueda ser inevitable-, sino elaborar acuerdos. Hoy nadie discute que el crecimiento es importante, pero no es suficiente; que, para que una sociedad funcione, es necesario que existan eficaces políticas de distribución.

Distribuir la riqueza significa distribuir, en primer lugar, el poder político; es decir, hacer exactamente lo opuesto a lo que hacen los Kirchner, que lo concentran y lo personalizan. La República democrática no es un lujo o un adorno, es una condición indispensable de desarrollo y distribución de la riqueza. Para ello, claro está, es necesario un Estado que funcione en serio, es decir, que sea lo opuesto al actual, y una clase dirigente que tenga ideas sobre lo que hay que hacer en el poder para asegurar desarrollo con equidad y libertad civil y política con seguridad ciudadana.

En los pasillos de la oposición todos estos temas se debaten. El populismo como práctica política está agotado. También lo está el neoliberalismo. Unos y otros se han turnado en los últimos años para conducirnos al fracaso. Ojalá el riguroso y ascético aprendizaje de la oposición abra espacios a otros horizontes. Es el mejor homenaje que le podríamos hacer a la Argentina para cuando celebre sus primeros doscientos años.

El aprendizaje de la oposición

Presencia. La oposición, hasta hace un tiempo desteñida y desarticulada, ha recuperado su rol en el Congreso. Aquí, legisladores de distintos bloques fijan posición contraria a los contenidos del proyecto de ley de radiodifusión

Foto: Agencia DYN