Llegan cartas

Educación sexual

Gladys Mabel Farías de Frugoni Zavala

DNI: 1.124.381.

Señores directores: ¿No sería más natural dejar de mencionar los vocablos “educación sexual”, y comenzar diciendo “Educación biológica”? ¿No seria más sensato educar a nuestros niños y jóvenes en el conocimiento de nuestro cuerpo humano y todas sus funciones, aun desde pequeñitos? ¿Por qué empezar la educación sexual desde el final? ¿Acaso nuestros niños no comienzan a jugar con muñecas, osos y autitos, sin saber por qué les gustan y gratifican? El ABC de la vida es el que cimentará día a día sus conocimientos sobre estos sistemas tan nobles con que nos adornó el Dios creador, como son el aparato respiratorio, digestivo y circulatorio.

¿Por qué ir “derecho al grano”, como se dice y enseñar erróneamente un acto tan digno como es el acto sexual como instrumento final de la procreación? ¿Acaso no tenemos el condimento esencial y prioritario del amor, que es la vibración genética que se convierte en el milagro de una vida?

¿De qué sirve la sexualidad sin amor? De nada. Se comete el error más grande y un desprecio a la vida, esa vida que hace que cada mañana podamos ver nacer el sol y ocultarse tímidamente después de haber iluminado nuestro camino por esta hermosa, difícil, pero bendita vida, que es el mayor milagro que puede descubrir el hombre sólo a través del amor.

La sexualidad no es un pecado ni una vergüenza, sino que debe interpretarse como la última gota que llena la copa del amor. Comencemos por llenar esa copa desde el principio y no desde el final; entonces, podremos hablar libremente y sin temores de este tema, aprendiendo desde niños el ABC de la vida. Esa copa que debe llenarse gota a gota, día a día, minuto a minuto, desde una organización que comienza en el hogar, mediante el conocimiento de la amistad, el noviazgo y el matrimonio, con todos los ingredientes que hacen que esa copa no se eche a perder nunca y conserve el perfume del respeto humano, de la comprensión, del sacrificio que nos llevará, finalmente, a una vejez joven llena de la sabiduría que sólo da el verdadero amor. Fuera del atolladero de una educación sexual que destruye la verdad y la convierte en mito; ese mito que hace que nuestros niños, no bien “crecen” físicamente, se les enseña a evitar los peligros de una procreación, producto de una relación sexual peligrosamente anticipada, que, lejos de darles la felicidad que quizá buscan, despierten a un mundo que aún no les pertenece, y se sientan descreídos, despersonalizados, en vez de gozar, “piano piano”, los sabores de la vida. Enseñar a niños y adolescentes a usar preservativos es matar en ellos los sueños y esperanzas de esa felicidad que vislumbran, despertando a una sexualidad sin sentido, sin rumbo, fuera del tiempo de madurez que requiere la vida. No soy partidaria de las consecuencias desastrosas (aborto) que ocasionaría el descontrol sexual en niños y adolescentes, sí del celibato antes del matrimonio y de toda técnica preventiva que vaya en contra de la virtud, tanto del adolescente varón como de la mujer. Las flores perfuman a su debido tiempo.