ENTREVISTA CON ALBERTO ROJO, MÚSICO Y CIENTÍFICO

“La imaginación tiene un

lugar supremo en la ciencia”

Músico y científico, ha logrado prestigio y una carrera envidiable en ambas disciplinas. Reside actualmente en Estados Unidos y divide su tiempo entre clases e investigaciones, y recitales y partituras. Vía correo electrónico, compartió con El Litoral su particular mirada sobre su no menos particular tarea.

“La imaginación tiene un   lugar supremo en la ciencia”

Tucumano de nacimiento, es columnista habitual de “Crítica de la Argentina”, invitado recurrente a los programas de Jorge Lanata, y escribe artículos y ensayos sobre temas diversos. Su talento como compositor y guitarrista es altamente reconocido en el panorama artístico nacional.

Foto: ARCHIVO

 

Estanislao Giménez Corte

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Cuesta imaginar, leyendo su biografía, a Alberto Rojo dejando -en medio de la jornada- el armado de sus clases, la lectura de algunas de las muchas materias que trata como doctor en Física, para tomar la guitarra y esbozar una chacarera. Cuesta imaginarlo y quizás ése sea nuestro error y su hallazgo. Lo inconcebible para muchos, para Rojo es su vida. Desde muy chico estudió música -piano, guitarra, composición-, hasta que se decidió por las “seis cuerdas”. En 1999, editó su primer trabajo, “De Visita”; en 2002, el segundo, “Para mi sombra”, con producción de Pedro Aznar. Y este año, publicó “Tangentes”. Al margen de ello, tiene una dilatada y trayectoria como guitarrista y compositor.

En el plano científico, se doctoró en Física en el Instituto Balseiro en 1990. Se mudó a Estados Unidos y fue investigador de la Universidad de Chicago y profesor de la de Michigan. Actualmente, es profesor de Oakland University en Michigan. Ha publicado diversas investigaciones, dictado seminarios y escrito ensayos sobre temas diversos. En 2007, publicó el libro “La Física en la Vida Cotidiana” editado por Siglo XXI Editores. Una muestra acabada de esa dualidad, duplicidad o desdoblamiento es que, desde 2004, cuando comenzó a presentar sus recitales, a posteriori o antes, dicta sus “Charlas de divulgación científicas”, sobre Borges y la mecánica cuántica. A continuación, un “diálogo” vía correo electrónico.

—¿Cómo y por qué, en tu caso, se conjugan la música y la física?

—La música (el arte en general) tiene muchos puntos de contacto con la física. Lo más inmediato es el hecho de que las consonancias, eso que nos resulta agradable, las reglas de la gramática musical, son expresables en números. En mi caso el estudio de esa gramática y las claves físicas que hay por detrás (la física de las vibraciones por ejemplo) influyen mi música.

—¿Y cómo es que éstas pueden congeniar en una actividad profesional constante?

—La logística de mis actividades es medio complicada. Por un lado, divido mi día entre la música y la física. Aunque los días que doy clase (que son dos a la semana) estoy más concentrado en la física. Y cuando viajo, trato de hacer coincidir conciertos con las charlas de física.

—¿Qué relaciones, vinculaciones, conexiones, pueden observarse entre una tarea y la otra? ¿hay un método, o dos, para poder llevar adelante ambas actividades? ¿qué cosas de una práctica pueden ser aplicadas en otra?

—Las vinculaciones son muchas. Desde lo fundamental, hay mucho de estética en la ciencia y mucho de rigor y objetividad en el arte. Hay, por ejemplo, muchas instancias de la historia de la física en las que una teoría avanzó persiguiendo un criterio estético más que la explicación de un fenómeno que no se entendía. La teoría de la relatividad de Einstein es un caso. Para mí, el método es el mismo. O, mejor dicho, uso el mismo método. Yo leo trabajos científicos como obras literarias. En ambos casos, lo que busco es ese momento de revelación que quizá nunca llegará, pero del que la física y la música me regalan vagas insinuaciones.

—¿Qué podés mencionar de tus conferencias sobre el impacto de Borges en la ciencia?

—A la charla la tengo bastante armada. Borges es el escritor más citado por científicos, un rol que en la primera mitad del siglo XX tenía Paul Valéry. Pero es notable que, además, Borges gravitara sobre otras disciplinas fuera de la literatura. Por ejemplo, en su cuento “El jardín de senderos que se bifurcan” se anticipa literalmente a la así llamada interpretación de muchos mundos de la física cuántica. Y el filósofo francés Michel Foucault empieza una de sus obras más importantes, “Las palabras y las cosas”, diciendo que el libro surgió de la lectura del sarcástico ensayo “El idioma analítico de John Wilkins” de Borges. Y Herbert Simon, premio Nobel de Economía de 1978, cita a los laberintos de Borges (en particular los de “El jardín ...” y de “La Biblioteca de Babel”) como influencia en su teoría de los laberintos en las tomas de decisiones. Y, basándose en “El libro de Arena”, el paleontólogo Stephen J. Gould, en su libro “La flecha del tiempo y el ciclo del tiempo” sobre mitos y metáforas del tiempo geológico designa “el dilema de Borges” a la incomprensibilidad que la verdadera eternidad impone en nuestra comprensión. Y hay varios ejemplos más.

—¿Cómo te definirías como compositor?: estás cerca del folclore pero tu disco es producido por Pedro Aznar y hay una versión de “Desarma y Sangra”, de Charly García; ¿con qué autores o referentes de la música argentina te vinculás, por gustos o influencias?

—Si bien no creo en la validez de las definiciones, diría que mi música es, o pretende ser, folclore argentino. El folclore argentino empieza, para mí, como música española y luego va incorporando otros influjos. Y eso es algo dinámico y sería lindo que siga incorporando músicas de otras vertientes, manteniendo esa invocación de las sonoridades de los inicios. Para mí fue un gusto y un gran honor grabar con Charly y darle a “Desarma y Sangra” un cierto acento folclórico (por la forma de tocarlo en guitarra). Respecto de autores, pienso en Andrés Chazarreta, el primero en grabar la Zamba de Vargas. Esa grabación de los años treinta es para mí una gran influencia. Y luego los grandes pilares: Yupanqui y Eduardo Falú. Después de eso viene una lista larguísima, que va desde Bach a Leonard Cohen pasando por Ariel Ramírez, Ginastera, Los Beatles, Piazzolla y un kilométrico etcétera.

—¿De qué hablás cuando hablás de la “belleza” de una teoría científica? ¿cómo se puede explicar esa idea? ¿es una idea que viene de Einstein?

—Yo diría que se trata de un impulso irracional y visceral que lleva a elegir una teoría frente a otra. Un criterio que no tiene que ver con la lógica pura sino con una sensación de agrado frente a la teoría. Nos agrada una flor, un atardecer y la cara de Kate Winslet y, del mismo modo, en mi opinión, algunos científicos prefieren una teoría frente a otra, porque les parece más agradable que otra. Quizás es como dice Wolfgang Pauli, uno de los físicos prominentes del siglo XX, para quien la felicidad de entender parecería estar basada en una correspondencia, en un “apareamiento” de imágenes internas preexistentes en la psique humana con objetos externos y con su comportamiento. Y detrás de eso quizá esté la razón del misterio de que lo que la mente humana percibe como bello encuentra su realización en el mundo externo. En otras palabras, quizás haya muchas maneras posibles de describir la naturaleza, muchas ciencias, o muchas leyes, pero elegimos esas que nos agradan a nosotros, y a esa extensión de nosotros que son los instrumentos de medición que verifican nuestras teorías.

La idea de la belleza en la ciencia es muy anterior a Einstein, empieza con Pitágoras, y sigue con Kepler y otros, pero quizás alcanza su cúspide con Einstein ya que su teoría es fundamental mientras que los anteriores estaban preocupados por casos particulares, como por ejemplo el número de planetas del sistema solar o cosas por el estilo.

—Terminás tu ensayo “El jardín de los mundos que se ramifican: Borges y la mecánica cuántica” con el cierre de la anécdota del día que conociste al autor de “Ficciones”. Allí reproducís que él dijo: “¡Qué imaginativos son los físicos! ¿qué lugar tiene en tu actividad como científico la imaginación?”

—Borges lo dijo irónicamente, ya que el gran imaginador era él, en el sentido de que se anticipa a una teoría en un cuento. En general, la imaginación tiene un lugar supremo en la ciencia. Y en ese vuelo imaginativo, de crear objetos ficticios, muchas dimensiones, números complejos es donde también se intersecta la ficción con la realidad, y el arte y la ciencia. En mi caso particular, si bien trato de imaginar cosas locas, mi trabajo es más mundano, quizás por los límites de mi propia imaginación.