Dadá contra Berlusconi

(EFE)

El movimiento Dadá y su espíritu iconoclasta resurgen en Roma más de 90 años después de su nacimiento, a través de 500 obras de pintores como Duchamp, Dalí, Magritte, Ernst, Miró o Picasso, que relacionan este “antiarte” con el que, en muchos sentidos, fue su sucesor, el Surrealismo.

Éste es el objetivo de “Dadá y Surrealismo Redescubiertos”, la exposición que hasta el 7 de febrero podrá verse en el interior del Monumento a Vittorio Emanuele II, en la céntrica Plaza de Venecia romana.

Una muestra que busca dar al visitante una visión global de dos tendencias que los organizadores consideran “actuales” todavía hoy y que, sobre todo en el caso del Dadaísmo, han estado “muy olvidadas“ en los últimos años. En la presentación de la muestra a la prensa, el director de la misma, Arturo Schwarz, afirmó que lo que aún hoy puede enseñarnos Dadá es “un monosílabo: no”. Un monosílabo que, en el momento histórico que vive Italia, “cuando la prensa y todas las televisiones están controladas por la misma persona y se fomenta el pensamiento único”, es más actual que nunca, dijo Schwarz, con referencia al presidente del gobierno italiano, Silvio Berlusconi.

La muestra se abre con una sala dedicada a los precursores del Dadaísmo y el Surrealismo, entre los cuales se cuentan Paul Klee, Edvard Munch, Marc Chagall o Vasili Kandinsky.

La siguiente sala sumerge al visitante de lleno en la iconoclastia de Marcel Duchamp, con su famosa “Fuente”, el polémico urinario que el artista francés mandó a la exhibición de la Sociedad de Artistas Independientes de 1917, bajo el pseudónimo R. Mutt.

Otras obras de Duchamp, como una de las copias de la “Rueda de bicicleta sobre un taburete” (cuyo original se ha perdido) y la célebre “L.H.O.O.Q.”, una Gioconda irreverente a la que el artista pintó un bigote, componen la parte de la exposición dedicada al Dadaísmo, junto a obras de Tristán Tzará, de Man Ray o del primer André Breton. La parte del Surrealismo sigue el desarrollo de las muestras colectivas surrealistas más importantes, las de París en 1925, de Londres en 1936, y de nuevo en París en 1947 y 1959.

Aquí, colgados en todo el espacio disponible, cuadros como “El Castillo de los Pirineos” o el “Modelo Rojo”, de René Magritte; la “Bañista sentada”, de Pablo Picasso; el “Ensayo surrealista”, de Salvador Dalí, o varias obras de la serie “Constelaciones”, de Joan Miró, pretenden apabullar al visitante por medio de la acumulación.

Una acumulación buscada, y que no se limita sólo a los cuadros y las esculturas que cuelgan de paredes y techos, sino que se extiende por los pasillos en forma de objetos decorativos como un piano dadaísta, armarios, pipas, planchas o metrónomos. Además, pueden verse en ella obras de artistas de todos los lugares donde el Surrealismo y el Dadaísmo dejaron su impronta: el mexicano Alberto Gironella, los chilenos Jorge Cáceres y Roberto Sebastián “Matta” o los cubanos Agustín Cárdenas y Wilfredo Lam.

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Una muestra del famoso movimiento que antecede al Surrealismo es excusa para criticar en Roma la política italiana. En la foto: “Les amoreux sous la pluie”, de Francis Picabia.