Si no se sabe a dónde ir, no se va a ningún lado

Damián Moráis

www.lecherialatina.com

El sector lácteo argentino se enfrenta a una nueva posibilidad de despegar. Para eso es necesario que todos los actores fijen un rumbo para la producción.

Ningún sector productivo puede progresar sin coincidencias básicas entre quienes lo integran, especialmente productores primarios e industriales. Y en lechería deberíamos sumar a cualquier proyecto al Estado, no sólo en la fijación de políticas activas, sino también en apoyo a la exportación.

Hoy no existe ningún tipo de consenso; esto está quedando en evidencia en el tratamiento de una ley que regule al sector. Lo insólito es que mientras la ley se debate en el Congreso, las mayores diferencias no surgen en el ámbito político sino entre los que se supone tienen que coincidir.

Los tamberos tienen posturas diferentes; están los que creen que no puede sostenerse la actividad sin intervención de un Estado que regule el precio de exportación y de esa forma garantice el precio en la tranquera, sea a través de subsidios o de otro sistema de compensación. Otro grupo de tamberos prefiere confiar en el libre mercado, optando por una liberalización de los precios de manera tal que la competencia entre empresas hará sostenible el precio al tambero.

El problema es que las empresas tampoco se ponen de acuerdo sobre cuál debe ser el destino de la lechería argentina. Como suele suceder en otros rubros, la industria láctea no suele caracterizarse por tirar para el mismo lado. Aunque parezca mentira, no son pocas ni poco importantes las lácteas que ven con buenos ojos el resurgimiento del precio de corte para las exportaciones. De esa forma lograrían evitar una escalada en el precio de su materia prima.

Lo peor de todo es que, normalmente, cuando no se sabe a dónde ir, no se va a ningún lado. Si alguien tiene el mapa con la ruta, por favor que lo publique.