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Bruce Willis vuelve a calzarse el traje de antihéroe virtuoso en un mundo decadente, en “Identidad sustituta” (The Surrogates).

La vida por control remoto

El estreno de la película “Identidad sustituta”, con Bruce Willis, recupera los planteos e interrogantes de la mejor ciencia ficción, y otorga una nueva dimensión a la existencia virtual. Una obra que también rinde homenaje al género negro y resulta atravesada por múltiples referencias.

TEXTOS EMERIO AGRETTI

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En la historieta, el protagonista es un policía panzón que, primero forzado por las circunstancias y luego por propia elección, renuncia a seguir utilizando un sustituto robótico y, literalmente, le pone el cuerpo a la investigación. En la película, ése cuerpo es del de Bruce Willis que, aunque algo trajinado, luce mucho más fornido y atlético que el original. Lo que no es poco decir en un mundo donde ya nadie hace ejercicio, y resulta más útil para las escenas de acción.

La alteración de la relación básica de mutua correspondencia entre un cuerpo y una conciencia humanos ha dado lugar a un nutrido abanico de tópicos, incesantemente explotados por el terror, la ciencia ficción y hasta la comedia.

De manera probablemente no taxativa, podemos enumerar:

1) La clásica y remanida posesión diabólica (con innumerables variantes desde El Exorcista para acá) o del fantasma de un muerto (Ligeia, La llave maestra).

2) La apropiación del cuerpo por parte de extraterrestres (como el clásico La invasión de los usurpadores de cuerpos y sus remakes), por inteligencias superiores (La Cosa, de John Carpenter; El ladrón de cuerpos, de Anne Rice), o para subsanar errores celestiales (El cielo puede esperar).

3) La convivencia de dos conciencias en un mismo cuerpo (Hulk, Dr. Jekyll y Mr. Hyde, Hay un chica en mi cuerpo, Un viernes de locos o The Host, el nuevo engendro romántico de Stephanie Meyer que amenaza con otra saga).

4) La duplicación (por la interconexión entre gemelos o manipulación genética mediante).

5) La reprogramación, por borrado de personalidad e implantación de otra (como en la serie Dollhouse).

6) La inserción de una conciencia humana en otro cuerpo (Robocop, Soldado Universal).

7) La adquisición de conciencia humana por parte de seres artificiales (El hombre bicentenario, Inteligencia artificial, Blade Runner).

8) Toda la gama de existencias fantasmales, incluyendo el estado transitorio de los viajes astrales, y el retorno definitivo vía reencarnación.

Probablemente se puedan agregar otras categorías a esta enumeración, o la búsqueda de nuevas historias permita establecerlas. Por lo pronto, el último aporte conocido proviene de The Surrogates, un cómic de una pequeña editorial estadounidense que llega al cine, en un film protagonizado por el veterano Bruce Willis. La película, dirigida por Jonathan Mostow (Terminator 3) se acaba de estrenar en nuestro país, bajo el engañoso título de “Identidad sustituta”. Aunque aparentemente el filme se queda corto en sus planteos y presenta demasiadas variaciones -algunas sustanciales- con la historieta, vale la pena adentrarse en el mundo que muestra; aunque sea para escapar a tiempo.

SECOND LIFE AL EXTREMO

Según la ficción pergeñada por Robert Venditti -un licenciado en Ciencias Políticas que, hasta debutar con este cómic, se desempeñaba como empleado de la editorial Top Shelf Comix- en el año 2054 se comercializan de forma normal “surrogates”; androides de aspecto indistinguible de los humanos que, mediante una mezcla de cibernética y realidad virtual, son controlados remotamente por sus poseedores sin salir de sus casas. Una reformulación de la efímera “second life” que tanta y tan pasajera fascinación causó hace pocos meses, pero ahora en el mundo físico.

El invento, pensado inicialmente para personas con problemas motrices o anatómicos, ha sido tan exitoso que, a esa altura de la historia, es utilizado por la casi totalidad de los ciudadanos; que de esta manera evitan exponerse a riesgos, padecer circunstancias agobiantes y exhibirse en público con su verdadero aspecto. Lo que, a su vez, les permite jugar roles y explorar posibilidades diferentes; aunque, frente a tanto sedentarismo, no queda claro cómo se las arreglan para lidiar con la obesidad y el colesterol.

No obstante -y naturalmente- en este mundo en que el consumismo y la alienación han llegado a su punto máximo, subsisten focos de rebeldía y disconformidad, que se aferran a la reivindicación de la naturaleza humana y los valores del ecologismo, y permiten reeditar en clave diversa los conflictos derivados del racismo, el fanatismo, la intolerancia y la degradación.

Y es en este contexto en que los detectives de policía Harvey Creer y Pete Ford se enfrentan al caso de un misterioso individuo que destruye surrogates. La aparición de este “asesino” -que a la vez corporiza al héroe romántico devenido terrorista, como en V de Venganza- da lugar a una investigación que funciona como una verdadera guía para el recién llegado sobre ese particular mundo, remontándose a la historia de la creación de los androides sustitutos, la manera en que fueron utilizados por los humanos y hasta que punto llegaron a reemplazarlos.

CRUCE DE GÉNEROS

La historieta, que logra una especial ambientación con el trazo aparentemente descuidado y poco detallista de Brett Weldele, se desarrolla en solamente cinco capítulos (aunque ahora se anuncia una continuación), acompañados por falso material promocional -incluyendo un muy lograda campaña de afiches- o periodístico que ayuda a comprender lo que está pasando; a la manera de la novela gráfica Watchmen o el film Robocop.

El relato, por lo demás, se inscribe en la corriente del ciberpunk, al diseñar un universo que no tiene nada de fantástico, sino que es una evolución posible y poco deseable de nuestro propio mundo, a partir de innovaciones científicas y tecnológicas cuya factibilidad se explica en la propia historia y que, lejos de visiones apocalípticas, sumirán al mundo en una hastiada decadencia.

Pero también se nutre de la vertiente más clásica del género negro, con policías afectados de la misma dudosa moralidad que impregna su entorno y que, en el mejor de los casos, se erigen en verdaderos antihéroes de motivaciones ambiguas y destino incierto, apenas capaces de preservar su propia condición en el marco de una realidad que los excede y a la que difícilmente puedan modificar.

El culto al cuerpo, la tensión entre el deseo de placer y el miedo al dolor, y la sustitución del contacto directo al influjo de la comodidad de las relaciones virtuales, afloran como características palpables de nuestra vida cotidiana, capaces de extender su imperio hasta el punto de anular la capacidad de vivir con la intensidad y el afán de trascendencia que hacen a la propia naturaleza de la humanidad. Es en esa indagación filosófica, sumada a los componentes que disparan la trama, en que The Surrogates produce su aporte más interesante. Y, como la mejor ciencia ficción, dispara su advertencia.

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Ajustáme el tornillo: Cuerpos perfectos y descartables, con repuestos de fábrica.

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Imagen del extravagante cómic en que se basa la película.

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Eliza Dushku en la serie Dollhouse

CASA DE MUÑECAS

En la serie Dollhouse (que aquí se puede ver los martes por la señal FX), Eliza Dushku interpreta a una joven llamada Echo, miembro de un grupo de personas denominadas “activos” o “muñecos” (dolls).

A estos verdaderos robots humanos se les ha borrado la conciencia, para poder utilizarlos como receptáculo transitorio de una cantidad indefinida de personalidades -lo que incluye recuerdos, memoria muscular, habilidades, lenguaje- y emplearlos en distinto tipo de trabajos, que van desde perpetrar crímenes hasta concretar fantasías.

Una vez terminada su tarea, son vaciados de nuevo, hasta un estado infantil y viven en un dormitorio/laboratorio de última tecnología; una instalación ultra secreta apodada “La casa de muñecas” (dollhouse). La serie se centra en Echo, quien en su estado de vacío mental empieza a plantearse lo que sucede a su alrededor.

Además del personaje de Dushku, la historia también se enfoca en las personas que dirigen la misteriosa casa de muñecas y en dos muñecos más: Víctor y Sierra, quienes son amigos de Echo. Aunque los activos parecen actuar de manera voluntaria, la operación es totalmente ilegal y está bajo la constante amenaza de Paul Ballard, un insistente agente del FBI que ha escuchado rumores sobre la organización.

La historia da un giro rotundo en el último capítulo de la primera temporada (el número 13) que muestra un futuro apocalíptico (2019) con la civilización en ruinas, gracias a la evolución, proliferación y abuso de la tecnología de “Dollhouse”. Una variante del mismo mundo que se avizora a través de The Surrogates y que, en este caso, podría encontrar en la protagonista la única esperanza de salvación.