Cuidado con la paranoia

Arturo Lomello

La proliferación de hechos desgraciados satura la realidad mundial. Entonces no es extraño que las malas noticias predominen y creen una atmósfera de pesimismo que termina por influir en nuestra salud mental. Porque las malas noticias son utilizadas como propulsoras del rating. Y no es que no respondan a la realidad, sino que concitan fácilmente la atención de un público que se siente amenazado o morbosamente experimenta un placer masoquista en asistir a la destrucción.

Vivimos en un mundo paranoico en el que hemos caído gradualmente. Pero no es eliminando la valoración de todo hecho positivo como sanaremos de nuestras deficiencias mentales.

El perfeccionamiento de los medios de comunicación ha permitido que ya no existan hechos en el mundo de los cuales no nos enteremos a los pocos segundos de haber ocurrido. Y como lo que se difunde generalmente está referido a tragedias, la sensibilidad mundial queda atrapada en una malla de sombras.

Los hechos creativos quedan entonces sepultados, cuando no ignorados y resulta cada vez más difícil escaparse del consecuente pesimismo.

Durante todo el día en nuestro hogar, en el trabajo, se comentan los muertos por atentados, los Sunamis, la contaminación ambiental, la tala de los bosques y la pluralidad de accidentes. Como si todo esto fuera poco se recuerdan las explosiones nucleares. Ni hablar de lo que ocurre en nuestro contorno; asesinatos, vejaciones de ancianos y niños, robos continuos. Y la enumeración de males podría seguir indefinidamente.

¿No es obvio que sumidos en semejante clima es obra de titanes mantener el equilibrio síquico?

Es indispensable que asumamos la conciencia de que no tenemos capacidad para enfrentar tanta negatividad. No se trata de eludir la realidad poniendo la cabeza en un agujero, pero en esa realidad, precisamente, hay que considerar los límites humanos.

Creemos que ha llegado la hora de que nos replanteemos nuestra situación, haciéndonos la pregunta ¿ocurren solamente desgracias en el mundo? ¿Tiene sentido asistir a ellas como a un espectáculo dado que la mayoría escapa a nuestra participación directa? La saturación de malas noticias tiene un efecto paralizante, nos distrae de nuestra tarea personal y acarrea nuevos males. Tal vez sea necesario volver a las fuentes cuando no estábamos tan informados, cuando la vida era más simple.

Al fin y al cabo la realidad únicamente cambiará si damos curso a nuestros impulsos constructivos, a lo que inspira la esperanza como vuelve el verdor tras la desolación invernal, en cada primavera.