EDITORIAL

Los muros de la

dictadura cubana

La dictadura cubana se mantiene idéntica a sí misma, más allá de los maquillajes del poder o de las ilusiones de algunos observadores que suponen que es posible una regeneración del régimen, promovida por los mismos que se benefician con él. Por si aún hiciera falta demostrar algo, en estos días, los matones del castrismo agredieron a Yoani Sánchez, la titular de un blog que ha sido reconocido en el orden internacional como uno de los aportes más importantes a la cultura y la inteligencia.

Por supuesto, los textos de Yoani Sánchez no se pueden leer en Cuba, como tampoco se pueden leer los textos que elaboren la menor crítica al régimen. Sánchez, una profesora de letras que después de vivir unos años en Europa resolvió retornar a Cuba por considerar que ése era su deber, ha creado un blog que es leído por cientos de miles de personas en el mundo menos en Cuba. Cuando España decidió premiar su trabajo la dictadura le impidió salir del país porque, bueno es recordarlo en el aniversario de la caída del Muro de Berlín, en Cuba también funciona un muro que le impide a los cubanos elegir la libertad, un muro tan real y efectivo como el que levantaron los déspotas alemanes con hormigón y cemento.

Un conocido periodista argentino señalaba que antes que responsabilizar a Estados Unidos por un bloqueo que en definitiva no es tal, -salvo que alguien confunda bloqueo con embargo- habría que responsabilizar al castrismo por bloquear durante cincuenta años a sus propios habitantes. En efecto, por decisión de la dictadura en Cuba no se pueden escuchar programas de radio o ver series de televisión consideradas “imperialistas”. También está prohibido el ingreso de libros que cuestionen el discurso oficial. Los Castro aseguran que la conciencia revolucionaria del pueblo cubano es el principal garante del futuro socialista, pero algunas grietas hay en esa conciencia que no puede soportar ver un programa de televisión o leer un libro disidente.

La llegada de Internet le creó serias dificultades a la dictadura porque, bueno es advertir, todo progreso provoca trastornos a regímenes anclados en el pasado. Impedir que la gente pueda acceder a un servicio internacional fue el gran desafío. Para lograrlo pusieron a trabajar a los pocos cerebros que les quedan. La operación había que cumplirla por partida doble: bloquear la llegada de mensajes indeseables e impedir que en el interior de Cuba se articulen redes que alienten la conspiración política.

El objetivo fue logrado a medias. El problema de estos regímenes es que cada vez les cuesta más asegurar la mordaza a la sociedad. El caso de Yoani Sánchez en ese sentido es aleccionador. En otras condiciones, esta chica ya hubiera ido a dar con sus huesos a la cárcel o algo peor. Hoy, no les queda otra alternativa que soportarla. Por supuesto que mientras tanto no se privan de someterla a diferentes tipos de humillaciones, provocarla y faltarle el respeto cada vez que se les presenta la ocasión o, como hicieron hace unos días, molerla a golpes para que aprenda a apreciar las virtudes del socialismo y el hombre nuevo.