Taller de Cerámica Artesanal de La Guardia
Barro, cultura aborigen e historia
El taller de cerámica rescata las técnicas y el estilo prehispánico del Litoral. Las piezas se pueden comprar.
Foto: Flavio Raina.
Este año asistieron unas 70 personas que aprendieron las técnicas de los aborígenes y replicaron sus obras. Las piezas producidas son “parte de nuestro patrimonio cultural”. Hasta el 26 se puede visitar la muestra anual en el Centro Cultural Municipal.
De la redacción de El Litoral
En sus 49 años de vida, el Taller de Cerámica Artesanal de La Guardia se ha convertido en un símbolo ineludible de la cultura local. Hasta el sábado 26 de diciembre se puede visitar la muestra anual de los trabajos realizados por los 70 alumnos del taller.
“En este espacio enseñamos técnicas artesanales tradicionales prehispánicas, que son las que utilizaban los primeros artesanos del lugar. Es todo un trabajo de rescate de conocimientos antiguos, que se fueron perdiendo. Como no hay una tradición -como en el noroeste argentino donde todavía hay descendientes de aborígenes que pueden aprender de sus abuelos-, el taller cumple la función de trasladar este conocimiento, que en algún momento se perdió en nuestra zona”, contó Juliana Frías, al frente del taller.
Rescatar la cultura aborigen
Una vez al año, los alumnos extraen barro del riacho Santa Fe, que es la materia prima de las piezas. “Todos los años se va a la costa para buscar barro. Se elige y se limpia. Si está bien, se puede trabajar enseguida. Si le falta maduración, se lo deja un tiempo en descanso hasta que esté ideal para trabajar”, explicó Sandra Bernelli, quien asiste al segundo nivel de adultos.
Los talleres están coordinados por docentes que se han especializado en arte y cultura aborígenes. Los alumnos valoran estos conocimientos y se sienten atraídos por la temática. “Yo llegué al taller porque siempre me gustó todo lo que tiene que ver con la arqueología y las culturas aborígenes. Este taller para mí es como un complemento a esos saberes”, especificó Sandra.
La consulta de libros especializados en arqueología y algunas visitas al Museo Etnográfico les permiten a los alumnos incursionar en las costumbres, las leyendas y el arte prehispánico.
Sandra explicó que en base a la bibliografía, se puede “recrear lo que uno vio”. Así es como cada alumno diagrama su pieza. Sin embargo, aclaró que “hay cosas que no son puramente indígenas, sino que hay mezcla con cosas más modernas, que es la impronta del artista”. Otra opción -en lugar de la recreación- es la imitación, que consiste en hacer una copia fiel de la pieza arqueológica. “Replicamos técnicas y formas. Nos interesa representar con la cerámica piezas que tengan que ver con nuestra zona, con lo arqueológico. Los alumnos aprenden las técnicas, el estilo, las guardas, los motivos”, señaló Frías.
Todo a mano
El trabajo de modelado puede llevar varias semanas, incluso meses, de acuerdo a la complejidad de la pieza. “Los alumnos aprenden a colorear estas piezas, bruñendo con piedras pulidas, que es otra técnica. Aprenden a hacer estas pinturas con tierra coloreada, que se hace con la arcilla del lugar agregándole óxido”, detalló la docente.
El abanico de colores recorre los tonos tierra: marrón, terracota, rojizo, arena. Algunas figuras también presentan detalles en blanco. ¿Cómo lo logran? “Cuando la pieza está en crudo, se le puede hacer el esgrafiado, que son rayas o incisiones que se hacen con una aguja. Después se la cocina, se la ahuma y las ranuras son rellenadas con yeso, lo que le da un color blanco”, detalló una alumna.
Para respetar la técnica aborigen, la cocción debería ser en un horno de leña; pero en el taller utilizan hornos eléctricos. Una vez cocida, la pieza es ahumada con tachos de aserrín, que es una técnica indígena que oscurece la arcilla, dándole un color negro.
Los productos finales de todo un año de labor forman parte de la muestra en el Centro Cultural Municipal. Allí se puede conocer el trabajo de los 70 alumnos y también comprar. El 70% del monto es para el artesano; en tanto, el 30 % restante es utilizado para sostener el taller. “Es una cerámica que identifica a nuestro lugar, que recrea, pero que también tiene un sello propio. En cada una de las piezas está representada parte de nuestra historia y de nuestro patrimonio cultural”, concluyó Frías.