A escribir la cartita

A escribir la cartita

Los pibes de ahora vienen desayunados y saben muchas más cosas que nosotros, aunque íntimamente tengo la ilusionada sospecha de que algunas cuestiones básicas o de fondo no varían demasiado. ¡Tengo que escribir rápido a quien fuera, a ver si me quedo afuera y no recibo nada!

TEXTO. NÉSTOR FENOGLIO. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI.

Los chicos y chicas tienen múltiples estímulos y por lo mismo manejan más información que nosotros. Tres o cuatro décadas atrás (a sabiendas de que puedo gozar del beneficio de la duda: un par de años más ya no habrá dudas) escribíamos esperanzados, con redonda, dibujada y clara letra caligráfica una carta al niñito dios, que, si además nos portábamos bien todo el tiempo, incluso cuando no nos miraran los mayores y advertidos de que el niñito en cuestión nos ve todo el tiempo (una especie de gran hermano ubicuo e infalible) para pedir sin arrogancia ni soberbia, con humildad, un único o a lo mejor dos juguetes anhelados. Una pelota nueva, número cinco para nosotros; una muñeca de las grandes que abría y cerraba los ojos (ahora te maquillan ellas a vos y te invitan a salir de joda) para las nenas; una bicicleta para todos como una suerte de inalcanzable regalo conjunto...

Hoy los pibes, que escriben poco y nada, te zampan una carta de las grandes con diez cosas por orden de prioridad, y con una serie de precisiones y requisitos específicos, no vaya a ser que el chambón del niño dios o papá noel o mahoma o buda o confuncio o el pai de turno (hay que anotarse en todas: de algún lado va a venir lo que queremos) se confunda y traiga un aparato con una función menos o un juguete que no juega solo.

Algunos ritos persisten, sin embargo: sobre todo, la emoción de los días previos para los más chiquitos, que elaboran sus cartitas con unción y es una actividad en que toda la familia puede participar, los más grandes tratando de inducir el regalo sin deschavarse por completo; mientras el hermano o hermana mayor reciben castañazos oportunos justo antes de que digan que a los regalos los trae magoya.

Una diferencia notoria entre la carta de antes y la de ahora es que la antigua era de alguna manera una pieza de oratoria: debíamos esmerarnos por no ser los sátrapas de siempre y parecer buenos, bienintencionados, convincentes también (eran alegatos apelativos porque había que conmover a las fuerzas celestes), redactar sin errores (una jodida advertencia de la maestra o de la tía, que a veces eran la misma persona) y otras cuestiones, sin olvidar la falsa modesta expresión de que el pedido va acompañado de un modosito “sisepuede” porque yo sé que vos o usted tiene que llevar muchos regalos a todo el mundo y sobre todo a los niños más humildes, que no tienen ningún juguete.

No era joda encontrar bien el tono, porque a lo mejor nos pasábarnos de buenos y entonces podía quedar instalada falsamente la idea de que en realidad no queríamos ningún juguete y que sacrificábamos esa posibilidad para que otros tengan el suyo...

Ahora los pibes son más directos, y más que una apelación, su carta parece una lista de supermercado: si dice margarina, traé margarina sin tantas vueltas y si dice barbienosécuánto, pues, que aparezca una barbienosécuánto.

Otra cosa que cambió es el packaging, el envoltorio. Antes, nosotros poníamos una carta en un sobre formal, a lo mejor con algún dibujo sobrio. Hoy, los pibes saben de diseño, marketing, presentaciones, materiales varios y entonces las cartas mismas son objetos de arte (arte concreto, eso sí: el pedido está bien clarito a simple vista), llenas de plumas, stickers, corazoncitos y otras mejoras que tienden a posicionar mejor la carta entre el universo de cartas que va llevarse el tipo que hará los regalos...

Y los pibes más grandes, por las dudas, se hacen los otarios, que les sale bárbaro y se ponen a escribir también acaso porque todos llevamos un niñito dentro: Lo cual me recuerda que ya es hora, que tengo que escribir rapidito y que quiero una 4x4, cualquiera nomás, siempre que no moleste los deseos de los demás y siempre dentro de las posibilidades que ustedes tengan, porque no engaño a nadie si escribo que solamente quiero para estas fiestas paz para todo el mundo. Ponele la firma.