La vuelta al mundo

Irán en los umbrales de la reforma

Rogelio Alaniz

Ahmadinejad y los clérigos que lo respaldan deberían empezar por preocuparse por lo que sucede fronteras adentro de su país, postergando, aunque sea por un momento, su promesa de liquidar a Israel y a su aliado histórico que, como se sabe, reside en la Casa Blanca.

Las movilizaciones de este fin de semana fueron masivas y se expresaron en las principales ciudades de Irán. Estudiantes, intelectuales, trabajadores, mujeres cubiertas con sus negros pañuelos salieron a la calle. El pretexto religioso fue la celebración de la Ashura, una fecha que conmemora la muerte de un nieto de Mahoma en el siglo VII. El pretexto político fue la muerte del líder reformista Alí Montazeri, un dirigente religioso, integrante legítimo de la elite chiita, que llegó al poder en 1979 y que desde hacía años era un abierto opositor al régimen del actual ayatolá Alí Jamenei,

Las movilizaciones se iniciaron en la ciudad religiosa de Qom y luego se extendieron a Teherán, Tabriz y Najafabad, entre otras ciudades. La respuesta del régimen fue la represión. Las tristemente célebres basij, es decir, las milicias, salieron a la calle y repartieron golpes y balas. El saldo de la represión hasta el momento es de ocho muertos, cuatro en Teherán y cuatro en Tabriz. También se habla de 400 heridos y alrededor de medio millar de detenidos. Entre los caídos se destaca un sobrino del principal líder opositor, Mir Hosein Mousari. Su muerte está confirmada, pero, según denuncian sus familiares, las autoridades han secuestrado su cadáver para impedir, seguramente, que la ceremonia del entierro se transforme en un símbolo palpitante de la resistencia.

El balance represivo es elocuente. Desde que se iniciaron las movilizaciones repudiando el fraude electoral del 12 de junio, se estima que el número de muertos ronda en las cien personas, mientras que abundan los allanamientos y detenciones de los principales líderes opositores, particularmente los universitarios.

El periodismo internacional ha sido advertido acerca de cómo debe comportarse. Por lo pronto, los principales corresponsales extranjeros están vigilados y se les impide ejercer con libertad su trabajo. Para Jamenei como para Ahmadinejad, todo este alboroto no es más que una conspiración montada por Estados Unidos a través de la prensa. Como se podrá apreciar, también en Irán el periodismo es el responsable de todas las desgracias que llueven sobre el país.

Por último, conviene recordar que el argumento de los ayatolás al único líder político que ha convencido es a Hugo Chávez, quien no vaciló en hacer declaraciones de apoyo a su amigo Ahmadinejad. Por su lado, Francia ha repudiado, como la mayoría de las democracias europeas, las medidas represivas.

El gobierno de Sarkozy mantiene desde hace un tiempo un particular pleito con los ayatolás por la detención de la docente francesa Clotilde Reiss, una muchacha de 24 años que estuvo desarrollando actividades comunitarias en Irán y que ha sido detenida acusada de espía. Reiss se define como musulmana y no disimula su rechazo a Israel. Pero ninguna de estas manifestaciones de lealtad ha logrado convencer a los obsesivos ayatolás que en este momento la están juzgando.

Sarkozy está furioso por esta detención, no tanto porque la joven Reiss le despierte cálidos sentimientos de amistad, como por el hecho de que los diplomáticos iraníes le sugirieron liberar a la joven si él accedía a liberar a un iraní condenado por actividades terroristas.

Irán es una sociedad con evidentes contradicciones culturales y económicas. Religiosa y tradicional, exhibe contrastes curiosos con notables señales de modernización. Estos procesos de modernización son complejos, sus ritmos están marcados por las modalidades de la cultura iraní, pero no por ello dejan de ser interesantes, sobre todo por la preocupación que despiertan en el régimen.

Las mujeres y los intelectuales están en la vanguardia de esta lucha cultural. Unos y otros reclaman más libertad. Esta libertad no es exactamente la que nosotros conocemos en Occidente, pero en lo fundamental se le parece. Una profesora de literatura que habla con el rostro casi tapado por el chador dice: “Estoy harta de que nos digan qué ropa tenemos que ponernos, que no pueda tomar de la mano a un hombre e ir a un bar o entrar a un hotel sin estar casados. Estamos hartos de represalias en el trabajo por disentir, que la mujer valga en todo la mitad que un hombre, que las mujeres seamos de su propiedad cuando nos casamos. Hemos vivido la apertura de Jatami y ya no podemos olvidar. Queremos libertad.”

Algunos de los directores de cine de Irán son considerados grandes renovadores de un arte que para más de un crítico ya no tenía nada interesante que decir. Abbas Kiarostami, tal vez el más talentoso de todos, hace unas semanas rompió su habitual silencio en materia política: hizo severas críticas al régimen y reclamó por la libertad de los presos. En términos parecidos se expresó Jafar Pandahi, mientras que Mohsen Makhmalbaf se atrevió a enviar una carta abierta a Jamenei en la que, entre otras consideraciones, lo llama “Yassid”, el califa que hace catorce siglos asesinó al nieto de Mahoma.

Por su lado, la Premio Nobel de la paz iraní, Shirim Ebadi, inició desde su residencia de Londres una campaña reclamando el cese de las ejecuciones y la libertad de los presos. Conviene recordar que Irán es el país que encabeza el récord de ejecuciones en el mundo. En la actualidad, un número importante de jóvenes están esperando cumplir la mayoría de edad para ser ejecutados. El hábito de apedrear a las mujeres que supuestamente engañan a sus maridos o novios se mantiene vigente.

En Irán viven setenta millones de personas, y a pesar de que dispone de importantes reservas de petróleo la calidad de vida de la población deja mucho que desear. La pobreza es crónica y no hay señales de que esa realidad se vaya a revertir, entre otras cosas porque en ese universo de las necesidades es donde las adhesiones religiosas son más fuertes. Remedando a un conocido dirigente peronista local, bien podría decirse que en Irán “mientras haya pobres habrá chiitas”.

Las crónicas periodísticas hablan de movilizaciones masivas dirigidas por los sectores reformistas. Importa preguntarse respecto de esa identidad reformista. En principio, el reformismo en Irán, por lo menos el de sus núcleos dirigentes, es un reformismo en el interior del sistema integrista. En estos dirigentes, el odio a Israel y a Estados Unidos permanece intacto. Reconocidos terroristas militan hoy en este reformismo. Uno de ellos, por ejemplo, debe rendir cuentas sobre el atentado contra la Amia en la Argentina.

Con relación al rearme nuclear se piensa más o menos lo mismo. Que nadie se llame a engaño: los reformistas iraníes son tan religiosos como sus rivales; tal vez sean más moderados y estén dispuestos a realizar algunas concesiones modernizadoras, pero como dijera un analista internacional, su reformismo alcanza apenas a algunos tímidos cambios en el interior del Islam. Que nadie en Occidente suponga, por lo tanto, que Irán está al borde de una revolución y, mucho menos, de un cambio importante en el modo de vivir la religión.

De todos modos, una cosa es analizar lo que sucede en el interior de la clase dirigente, sus rencillas internas y sus diferencias más o menos sinceras, y otra es evaluar lo que ocurre con aquellos sectores sociales que se movilizan reclamando más libertad tal como ellos la entienden y tal como es posible concebir hoy la libertad en Irán.

La crisis política que hoy se ha abierto en algún momento se va a resolver. Lo más importante que puede pasar -también lo más difícil- es una renuncia de Ahmadinejad o algo parecido. Si esto ocurriera, seguramente se iniciaría un nuevo capítulo político en este país, pero ese capítulo estaría escrito con la caligrafía de los iraníes, y ellos serían los que tracen, tal vez con mano torpe y confusa, las líneas de su recorrido.

Irán en los umbrales de la reforma

Violencia. Las manifestaciones contra el régimen iraní, a partir de la muerte del líder reformista Alí Montazeri, fueron masivas y desataron una brutal represión que provocó muertos y heridos.

Foto: Agencia EFE