VIDA Y OBRA DE ROBERTO SÁNCHEZ

El sol se quedó dormido

Precursor del rock en español y exponente de la balada romántica. Llenó el Madison Square Garden, protagonizó varias películas y tuvo su show televisivo “La hora de Sandro”. Nació el 19 de agosto de 1945 y falleció ayer.

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Roberto Sánchez (Sandro), quien fuera uno de los precursores del rock en español, se hizo popular en el ciclo televisivo “Sábados circulares” que conducía Nicolás (Pipo) Mancera. Fue el primer cantante latino en actuar a lleno en el Madison Square Garden y protagonizó unas 16 películas.

Sandro es un exponente de la balada romántica y sin embargo fue precursor del rock en español, un género musical en el cual se destacó imitando al estadounidense Elvis Presley, en la faz musical y en sus movimientos pélvicos mientras cantaba.

Nació 19 de agosto de 1945 en la maternidad Sardá en Capital y su vida transcurrió junto a sus padres en la ciudad de Valentín Alsina, de Lanús, en el Gran Buenos Aires. “Sandro de América” grabó 52 álbumes, vendió más de 8 millones de copias y, entre sus temas exitosos figuran: “Quiero llenarme de ti”, “Dame fuego”, “Rosa, Rosa”, “Penumbras”, “Así”, “Porque yo te amo”, “Ése es mi amigo el Puma”, “Tengo”, “Trigal” y “Una muchacha y una guitarra”. En 2005, recibió el Grammy Latino a la Trayectoria.

Sus padres quisieron ponerle el nombre Sandro, pero no se lo permitieron en el Registro Civil. Años más tarde, el músico adoptaría ese seudónimo para su carrera artística.

SANDRITO

En Valentín Alsina, estudió en la primaria y fue allí en donde surgió su pasión por Elvis, a quien imitó durante los inicios de su carrera, y en su debut en un acto de la escuela realizado el 9 de julio de 1957.

Inició sus estudios secundarios pero los abandonó para ayudar a sus padres a trabajar en una carnicería, en una droguería y como tornero y sodero, entre otras labores, mientras dedicaba su tiempo libre a la música.

Con el guitarrista Enrique Irigoytía formaron Los Caribes y compartieron el grupo El Trío Azul (Sánchez, Irigoytía y Agustín Mónaco). Sandro mencionaba en algunos reportajes que gracias al rock había logrado abandonar su vida callejera.

Su primer show como Sandro fue en el local Recreo Andrés. En 1960, inició su carrera solista, con covers de clásicos del rock en español y, en 13 de septiembre de 1963 grabó su primer disco que incluía “¿A esto le llamas amor?”, de Paul Anka, y “Eres el demonio disfrazado” (Elvis).

Sandro y Los de Fuego comenzó a tocar a mediados de 1964 en televisión y, aunque su debut fue en “Aquí la Juventud”, logró popularidad en “Sábados Circulares”de Mancera.

ÍDOLO

El 11 de abril de 1970 se convierte en primer latino en actuar y llenar el Madison Square Garden, en Nueva York, al realizar en vivo dos recitales ante 250 mil espectadores, presentaciones que fueron grabadas en un álbum en vivo lanzado ese año. “Porque yo te amo” (1968) en 1971 convocó a 60 mil personas en el estadio de San Lorenzo durante los carnavales, año que lanza “Sandro Espectacular” que incluye “Dame el fuego de tu amor”.

En 1972, fue el primer artista en cantar en el Luna Park. En 1978, volvió a cantar en Argentina luego de cinco años sin hacerlo, con un recital a beneficio en el Teatro Ópera de Buenos Aires, transmitido en directo por el Canal 13.

Tuvo su programa de televisión: el show musical “La Hora de Sandro” que se transmitía los sábados. En 1991, hizo su último aporte al rock argentino con grabación “Tango 4” junto a Charly García y Pedro Aznar en el tema “Rompan todo”. En el 2001, realizó el espectáculo “El hombre de la rosa”, con 42 funciones en el Teatro Gran Rex de capital, en 2004 editó un CD por el “Día de la madre”, que fue presentado en la Biblioteca Nacional, en un acto al que asistió la cantante Mercedes Sosa.

A principio de 2005, confirmó su retiro de los escenarios por imposibilidades físicas para mantenerse en escena debido a sus problemas respiratorios. Desde entonces sus contactos con el público fueron a través de entrevistas telefónicas y en conferencias de la prensa en los sanatorios privados donde estuvo internado por su problema de salud. En 2008, el gobernador bonaerense Daniel Scioli, junto a su secretario de Cultura, distinguieron a Sandro por su “aporte a la cultura”.

/// análisis

Una historia de seducción y lágrimas

Ignacio Andrés Amarillo

A principios de los ‘60, un muchacho comenzaba a llamar la atención con sus canciones y sus movimientos: con su meneo de caderas al estilo de Elvis Presley y sus éxitos de rock castellanizados, Sandro encendió junto a Los de Fuego la pantalla de los “Sábados Circulares” de Pipo Mancera, y comenzó a convertirse en un ícono, tanto musical como sexual: en los rígidos tiempos del Onganía, este Gitano de labios gruesos, pelo revuelto y patillas invitó a miles de jovencitas a liberarse, cosa que quedaba en evidencia cuando no dudaban en revolearle sus bombachas hacia el escenario en cada una de sus presentaciones, las que fueron virando cada vez más hacia la canción romántica: género en el que Roberto Sánchez descolló.

El tiempo pasó para el artista (que fue alejándose paulatinamente de aquella estilizada figura) y para su público, pero sus “nenas” (devenidas madres de familia y hasta abuelas) se mantuvieron fieles a su ídolo a lo largo de los años: así se consagró el ritual de ir a visitarlo a la puerta de su casa cada 19 de agosto, fecha de su cumpleaños, hasta que la salud le impidió retomar ese contacto.

Los largos años de bambalinas y camarines, matando el tiempo y la ansiedad con un cigarrillo entre sus indómitos labios cobraron su precio: el desarrollo de la Epoc (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica) lo convirtió primero en un referente de la lucha contra el tabaquismo, y más tarde en un estandarte de la donación de órganos. En el final de su vida, logró conmover una vez más tanto a sus seguidores como a quienes lo resistieron en el campo artístico, con su lucha por vivir, y por hacerlo con dignidad.

Pero los mejores homenajes se dan en vida, y Sánchez tuvo el suyo con la edición de “Tributo a Sandro: un disco de rock”. Allí buena parte de la comunidad rockera argentina reinterpretó sus canciones y lo aceptó como uno de sus pioneros: el “Elvis latino”, el mismo que alquiló La Cueva y la abrió a esa música nueva y estridente: el lugar donde Tanguito, Lito Nebbia y muchos otros comenzaron a atar los palos de una balsa que nunca más paró de navegar.