EDITORIAL

Anmistía e intransigencia

 

Era previsible que la propuesta de Diego Guelar de promover una amplia amnistía para los involucrados en la represión ilegal, iba a ser rechazada por la izquierda y por los denominados sectores progresistas. La novedad en este caso, es que uno de los primeros que se sumó a esta ola de rechazos fue el propio Mauricio Macri, cuyas posiciones políticas suelen estar muy alejadas del progresismo y de la izquierda. Es probable que el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires no haya querido abrir un nuevo frente de tormenta después de sus fracasos con las designaciones del jefe de policía y el ministro de Educación. De todos modos, no deja de llamar la atención que ningún dirigente importante de la derecha o el conservadurismo argentino, hayan opinado al respecto.

La misma observación alcanzaría al peronismo, fuerza política que en 1983 prometió a través de sus máximos dirigentes, aprobar la autoamnistía promovida por los militares. Incluso en el mismo radicalismo -que nunca avaló la amnistía o el indulto-, se sabe que si bien comparten el juicio a las juntas impulsado por Alfonsín, disienten con esta suerte de revanchismo promovido por uno de los sectores a los que el propio presidente radical calificara como “los dos demonios”, metáfora política que pretendía explicar el rechazo al terrorismo de Estado y al accionar terrorista de las organizaciones de ultraizquierda.

Observadores internacionales no han dejado de manifestar su asombro por los juicios a que son sometidos treinta años después, los partícipes de la represión ilegal. Los historiadores recuerdan al respecto que en España, después de una guerra civil que costó cientos de miles de muertos, se arribó a un acuerdo político cuarenta años más tarde, donde se pactó no revisar el pasado.

Mucho más sorprendente fue el acuerdo promovido en Sudáfrica por Nelson Mandela para iniciar la reconstrucción del país desde foja cero, enterrando en el pasado la represión y los atropellos promovidos por los dirigentes del apartheid. En el caso de los regímenes comunistas del este europeo, muy pocas voces han reclamado que se juzguen los crímenes cometidos por el régimen. También en este caso se prefirió una amnistía en aras de la paz social. Por el contrario, en la Argentina iniciativas de este tipo son miradas con reprobación. Lo que más llama la atención, no es que una izquierda minoritaria intente imponer su agenda, sino que sectores moderados y conservadores compartan a través del silencio lo que se está haciendo. La única explicación a esta realidad es que los apoyos materiales e ideológicos de los grupos comprometidos con la represión se han reducido a su mínima expresión.

En España, Sudáfrica o los países del este europeo, es probable que también hayan existido sectores intransigentes interesados en ajustar cuentas con sus enemigos. En este caso no fue la generosidad lo que promovió el acuerdo, sino la certeza de que era lo más aconsejable para impedir nuevos enfrentamientos. Esto no ocurre en la Argentina. La soledad de los militares represores es casi absoluta y sólo así se explica que un conservador como Macri sancione a Guelar por haber prometido una amnistía.