Señal de ajuste

¿Me vas a... decir... por qué me... estás dejando... ir?

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La transformación de los personajes y un cambio de rumbo en el argumento de “Botineras” fueron anunciados al gran público. Aquí, Florencia Peña e Isabel Macedo en los inicios de la historia. Foto: Archivo El Litoral

Roberto Maurer

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En un solo acto de la voluntad resulta posible modificar a partir de una fecha precisa el destino y la vida de un puñado de seres humanos. Es el sueño del megalómano o el dictador, pero solamente puede ocurrir en las ficciones de la tele, gracias a su virtualidad, y también por su virtuosismo, el de sus libretistas. La transformación, además, se anuncia a través de la prensa, tal como suelen anticiparse al público las novedades de las telenovelas, por ejemplo, que esta noche el protagonista descubrirá quién es su verdadero padre, o que la protagonista será desflorada.

Varios días antes, todos sabían que en “Botineras” se había tomado la decisión de que a partir del miércoles 13 de enero las vidas de sus personajes experimentarían un proceso de transformación profunda y un cambio de rumbo. Ese mismo día, cuando acababa de firmar su vuelta al fútbol español, el Chiqui Flores (Nicolás Cabré), es detenido y enviado a prisión, donde la pasa mal, especialmente cuando la rústica población carcelaria juega a la pelota, y el protagonista recibe patadas de todos lados: es un lugar donde no hay privilegios para los ídolos.

La acción se precipitó cuando en su guardarropa fue encontrada el arma que pudo haber matado a Solange. A Chiqui la policía se lo lleva interrumpiendo la ceremonia nupcial, en el momento mismo en que el protagonista da un vacilante “sí” a su novia Marga (Isabel Macedo), y a la vista de la descorazonada Laura (Romina Gaetani), que no supo o no quiso quedarse con el Chiqui, a pesar de la anhelante demanda del futbolista.

Al respecto, hay que tener conciencia del estilo actoral dubitativo de Nicolás Cabré, que hasta último momento le impidió el ejercicio de la presión necesaria para que Laura se arrojara en sus brazos, es decir, que se concretara lo que ambos deseaban, algo que jamás le habría sucedido a un delantero de área como Bichi Fuertes, por ejemplo. Nicolás Cabré se expresa a través de frases entrecortadas arbitrariamente, dejando brechas entre las palabras por las cuales pueden pasar dos gatos peleando, y que aprovecha para emitir suspiros que, en realidad, son resoplidos. En sus últimas conversaciones con Laura, tan decisivas, no dice “ahora tengo que cumplir con mi destino”, sino “ahora tengo... que cumplir... con mi destino”. O sino “estaba... confundido... no sé”, “las cosas... son... pasan.. pasaron”, “vos con tu... vida, yo... con la... mía” . Ya en la despedida, cuando se marcha para casarse con la otra, balbucea “¿me vas a... decir... por qué me... estás dejando... ir?”. Tales separaciones entre las palabras le hubieran permitido a Laura ir a la peluquería y volver antes de que Chiqui hubiera terminado la frase.

Después de tantas vacilaciones, ahora hay que enfrentar el matrimonio consumado de Chiqui y Marga, quien, con su flamante marido en prisión, se dedica a pasarle la lengua por la cara al siniestro lugarteniente de Tato, el representante, que interpreta Gonzalo Valenzuela. Empieza por el mentón, hasta llegar a la frente, ida y vuelta barriendo con la lengua, en un proceso muy laborioso, ya que, se sabe, el rostro del actor es alargado como el de los nativos de la película “Avatar”.

A SALVAR BOTINERAS

Los cambios en la intriga de “Botineras” responden a la necesidad de reforzar la tira con más criminalidad y romance pasional, una fórmula con la cual suelen superarse las telenovelas en crisis, en este caso la de una trama que flotaba en la atonía, y de la cual ya amagaban bajarse algunas figuras, Florencia Peña, por ejemplo. La atracción sensacionalista del mundo de los jugadores de fútbol y las chicas de la farándula no fue aprovechada, y casi no existieron referencias a situaciones identificables de la vida real, salvo aquella de la muerte del presidente de un club en, por decirlo vulgarmente, la horqueta.

En el marco de un gran aparato promocional, “Botineras” debutó con unos 12 puntos que nunca pudo remontar, pero aquí es cuando interviene, inesperadamente, un factor que nadie había previsto: Ricardo Fort. Cuando se estrenó “Botineras”, empezó compitiendo con un debilitado Marcelo Tinelli, pero, entonces, en la vida pública nacional irrumpió el patovica millonario y el mundo cambió. ¿Quién puede, hoy, con Ricardo Fort?