Metallica en el Orfeo Superdomo de Córdoba

Cara a cara con los Cuatro Jinetes

En una velada única, la poderosa banda estadounidense realizó su tercera presentación en el país en el recinto mediterráneo, ante “sólo” 10.000 fanáticos: una cita casi personal con los paladines del metal.

Cara a cara con los Cuatro Jinetes

Maestro de ceremonias: James Hetfield dialogó con su público y los hizo cantar hasta quedar afónicos.

Foto: DyN

 

Ignacio Andrés Amarillo

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El desafío de músicos y público era uno: concretar un concierto de Metallica en un espacio cerrado, para un público mucho más reducido que en los multitudinarios shows de River Plate. Aquí no iba a estar la quemante pirotecnia de los grandes estadios: únicamente, las explosiones generadas por los instrumentos y las risotadas entre procaces y diabólicas de James Hetfield, gran maestro de ceremonias.

El lugar elegido fue el Orfeo Superdomo de Córdoba, un lugar sorprendente en cuanto a infraestructura: aire acondicionado central, prolijas butacas, baños impecables, hasta barras con venta de cerveza a la vera del escenario.

Tras la actuación como soporte de MAD (banda particularmente semejante a AC/DC, covers incluidos), y una vez que León Gieco (soporte en Buenos Aires) se instalara en la platea, cerca de las 9.50 (20 minutos de retraso), se proyectaron unas imágenes de western spaghetti con música “morriconeana”, para dar ingreso al cuarteto.

El set de canciones se integró, al igual que en las fechas porteñas, con un esqueleto estable, con otros temas intercambiables. Así “Creeping Death”, de su primer disco “Kill “Em All”, fue otra vez la canción de apertura, seguido de clásicos como “No Remorse”, “Holier Than Thou”, “Of Wolf And Man” y “Welcome Home (Sanitarium)”. El esquema fijo incluyó canciones de su última placa, “Death Magnetic”, como “That Was Just Your Life” y “The End Of The Line”.

De ida y vuelta

A los 46 años, James Alan Hetfield todavía tiene ganas de dar batallas. Aunque su rostro evidencia el paso del tiempo, hay algo de juvenil en su sonrisa ladeada, y algo de bestial cuando exhibe los dientes. Por lo demás, su voz está intacta y sigue conformando junto a Kirk Lee Hammett una de las duplas guitarrísticas más poderosas (¿quién puede igualar esos muteos?). Por cierto, el virtuoso guitarrista pudo mostrar en gentiles cuotas su calidad, aunque en algunos temas sus solos quedaron algo absorbidos en la masa sonora.

Lars Ulrich, verdadero líder del monstruo, sigue siendo el motor de ese sonido desde la batería, aunque en este concierto se lo vio algo contenido, teniendo en cuenta su gusto por la escena; de todos modos, sus sacadas de lengua con cara de loco alcanzan para animar a cualquier audiencia.

La novedad era por supuesto Robert Trujillo (a la sazón, Roberto Agustín Miguel Santiago Samuel Trujillo Veracruz): ese bajista de aspecto simiesco y dedos ágiles, con estampa de nü metalero de los ‘90, que supo traer aires frescos a una formación con casi tres décadas.

La clave del dispositivo escénico fueron los micrófonos vintage esparcidos por todo el lugar, que permitieron al vocalista recorrer todo el escenario (el cual contaba con rampas que llevaban a un fondo sobreelevado) y a sus compañeros rotar en el lugar de los coros. Por lo demás, la interacción de Hetfield con el público fue constante, a medias entre el castellano y el inglés, a través de numerosas referencias a la familia de Metallica, y a su debut en tierras cordobesas, invitando a que se convierta en “el concierto más ruidoso del mundo”.

“¿Quieren heavy? Porque tenemos algún material heavy para ustedes...”. Así pasaron “Sad But True”, “Cyanide”, “My Apocalypse”, “One”, “Master Of Puppets, “Damage Inc.” y la antológica “Nothing Else Matters”.

Hetfield realizó allí un jueguito con el público a través de las cámaras, de espaldas, viendo en la pantalla el primer plano de sus manos: arrancó una ovación mostrando su púa, luego hizo un gesto obsceno, pero su otra mano golpeó a la atrevida hasta que cambió la seña por los cuernitos del metal. Ahí comenzó “Enter Sandman”, el hit más explosivo en la historia de Metallica.

El final

Para los bises estuvieron “Breadfan” (cover de Budgie, banda irlandesa de los ‘70) y “Hit The Lights”. “¿Quieren más? ¿No quieren volver a su casa? Ustedes tienen mucha energía, y sabemos por hechos que Metallica tiene los mejores fans del mundo. Vamos a tocar una canción más, pero ustedes tienen que darnos cada pedazo de su energía. Sólo son tres palabras: Seek and Destroy”. Esas fueron las palabras de James desde un micrófono de mano, con el que comenzó a entonar dicha canción, bajando hasta la valla para cantar junto al público y haciendo flamear una bandera argentina que le alcanzaron los espectadores. Volvería a colgarse la guitarra para la apoteosis final.

Luego, vendría el saludo final, la repartija de púas a mansalva (provocando una batalla por conseguirlas) y las palabras finales de Lars: “Esperemos que no pasen otros 29 años para volver aquí”. Tras el adiós, el público comenzaría a dispersarse, al igual que todo el calor generado en una noche para el recuerdo.