Otros países pudieron

 

Subieron juntos las escalinatas de la Casa Blanca. Juntos, enviaron un mensaje a los ciudadanos de su país y al resto del mundo. Juntos, trabajarán en la conformación de un fondo de ayuda para la devastada Haití.

El presidente Barack Obama, el demócrata Bill Clinton y el republicano George Bush decidieron ponerse de acuerdo detrás de un objetivo común. No importa que sean de partidos diferentes, ni que el actual mandatario norteamericano deba hacer frente a una serie de enormes problemas provocados por su antecesor.

Es cierto que los Estados Unidos destinan 600.000 millones de dólares anuales al rubro militar y que la reconstrucción de Haití cuesta “sólo” 10.000 millones de dólares. Es cierto que se trata del mismo país que se encargó de destruir a Irak con excusas falsas.

Todo esto es cierto. Pero no alcanza para eclipsar el hecho de que Obama haya convocado a Clinton y a Bush con una meta en común: recaudar fondos del sector privado para ayudar a este país devastado. Tanto es así que este fondo especial lleva el nombre de Clinton-Bush-Haití.

Pero no hace falta mirar tan lejos. Sebastián Piñera es el primer presidente de derecha elegido en Chile desde mediados del siglo pasado. Luego del triunfo, brindó una conferencia en la que también participó su contrincante, Eduardo Frei.

Triunfador y derrotado compartieron la escena y se estrecharon en un abrazo. Frei será oposición a partir de ahora, pero la racionalidad política en Chile parece haber echado raíces profundas, por lo que resulta poco probable que los derrotados dediquen su tiempo a destruir a los vencedores. Las pruebas de esta madurez están a la vista.

Casi al mismo tiempo, el presidente electo de Uruguay, José Mujica, creó cuatro comisiones de trabajo conformadas por representantes del oficialismo y de la oposición para alcanzar acuerdos en materias clave como seguridad, educación y cambio climático. Como se trata de verdaderos problemas de Estado, los uruguayos saben que deben ponerse de acuerdo y hacia allí caminan.

Además, Mujica convocó a empresarios extranjeros interesados en invertir en Uruguay, y lo hizo acompañado por ex vicepresidentes de su país.

En la Argentina, mientras tanto, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner no se habla con su vicepresidente, Julio Cobos, mientras que éste construye desde la Vicepresidencia un polo opositor al gobierno que supuestamente integra. Es apenas uno de tantos escenarios de enfrentamientos políticos e institucionales que carcomen al país.

La teoría de la conspiración eterna sigue retumbando. La confrontación nunca acaba. Hablar de consenso está de moda en la Argentina desde la muerte de Raúl Alfonsín, pero pocos trabajan para lograrlo.

Pudieron en Uruguay. Lo lograron en Chile. Por lo visto, no es una meta inalcanzable.