La Iglesia Católica en América

La Argentina y Uruguay se unen en una sola provincia jesuítica

a.jpg

Mapa de las regiones del Paraguay dedicado al padre Vicente Carrafa.

Foto: Furlong. Cartografía jesuítica. Archivo General de la Provincia/El Litoral

El padre general de la Compañía de Jesús dispuso que a partir de hoy se integraran, bajo la conducción de Alfonso Gómez SJ como provincial.

 

Teresa Pandolfo

polí[email protected]

Publicaciones y registros históricos de El Litoral/Internet

El mapa jurisdiccional de la Compañía de Jesús en América volvió a modificarse hoy con la unificación de las provincias Argentina y Uruguay, que han tenido una larga historia en común, en una sola que se denominará “Provincia Argentino-Uruguaya” (ARU). Estará bajo la conducción del padre Alfonso Gómez (SJ), quien se desempeñaba como provincial en nuestro país.

Esta determinación -que los jesuitas vienen analizando desde hace tiempo- fue comunicada desde su residencia en Roma, por el padre general de la Compañía, Adolfo Nicolás SJ, mediante una carta el pasado 3 de octubre, fiesta de San Francisco de Borja.

Ayer y hoy, en la localidad bonaerense de San Miguel -donde la orden tiene su Colegio Máximo y la Facultad de Teología-, se llevó a cabo el Encuentro Anual de Jesuitas, que reunió a gran parte de los 170 sacerdotes y novicios que residen en Argentina y de los 50 del Uruguay.

A última hora de esta tarde, los 200 jesuitas participantes de la jornada de San Miguel firmaban el diploma recordatorio de la formal puesta en marcha la nueva provincia.

El padre general Nicolás SJ fundamenta la decisión diciendo que desde finales de la década anterior “se explicita la voluntad de incrementar la colaboración entre ambas provincias para responder mejor a los desafíos apostólicos y abrir caminos a posibles cambios en la estructura de gobierno”.

Expresa, asimismo, que “este proyecto fue fomentado por la Congregación General 35a. que previó la necesidad de organizar las provincias teniendo en cuenta el tamaño numérico y geográfico, la distribución de edades, la disposición de personas para el gobierno y la formación; la viabilidad económica y la capacidad para desarrollar un plan apostólico que responda a las necesidades locales, regionales y universales”.

En América desde 1549

Distintos registros historiográficos dan cuenta que la Compañía de Jesús formó una clase de misioneros tan especial que muy pronto se diferenció y destacó de las demás órdenes religiosas. Fue fundada por San Ignacio de Loyola y confirmada por el Papa en 1540.

Los jesuitas llevaron su carisma por toda Europa pero también emprendieron la acción evangelizadora en Asia, Africa y América. En este último continente lo hicieron desde Alaska a la Argentina.

Respecto de América, en un principio la corona española consideró que era suficiente el número de misioneros que habían viajado al Nuevo Mundo, por lo que recién autorizó el ingreso de jesuitas a sus colonias en la segunda mitad del siglo XVI. Las crónicas dan cuenta que en las ciudades colonizadas por españoles, fundaron colegios y universidades, y en las zonas más apartadas se dedicaron a la evangelización de los pueblos originarios.

Brasil fue la primera provincia jesuítica en América del Sur y estuvo a cargo del padre Manoel da Nóbrega. Según narra “La herencia jesuítica en Santa Fe”, Nóbrega llegó en 1549 a San Salvador de Bahia con cinco compañeros. Cuatro años después, con una treintena de padres, se constituye la provincia jesuítica del Brasil.

La llegada de los padres jesuitas a las colonias españolas se produjo un poco más tarde, siendo ya tercer superior de la orden el duque de Gandía, más tarde San Francisco de Borja. En la publicación de El Litoral se relata que en 1568 algunos miembros de la orden llegaron a Lima para fundar la provincia de Perú.

Por aquellos tiempos, pobladores de Asunción pidieron misioneros pero -como explica el padre Guillermo Furlong SJ- el gobernador portugués se opuso.

Para evitar mayores conflictos, Felipe II, rey de España -quien desde 1580 también lo era de Portugal- ordenó la separación de las misiones españolas y portuguesas. Por eso, el superior general de los jesuitas decretó que la región del Río de la Plata dependiera del Perú. Cuando se concreta la separación, quedaron en el Tucumán tres sacerdotes que fueron designados para trasladarse a Asunción.

La provincia del Perú era muy extensa y, entonces, se vio la conveniencia de dividirla en dos regiones. En 1604 quedó fundada la provincia jesuítica del Paraguay, con curia provincial en Córdoba ( la Compañía había llegado allí en 1599) y abarcaba los territorios de Argentina, Paraguay, Uruguay, parte de Chile y el sur de Bolivia y de Brasil. En 1625 se produce la separación total de Chile.

Las misiones guaraníes

La provincia jesuítica del Paraguay tuvo como primer provincial al padre Torres, quien recibió la orden del padre general de la Compañía en Roma, de “no permitir el servicio personal de indios en encomiendas”.

Hernando Arias de Saavedra -Hernandarias- ejerció el gobierno del Río de la Plata entre 1592 y 1617. Las crónicas históricas consignan la importancia que el colonizador dio a la presencia de los misioneros para “el dominio de la región sudeste hasta el mar”.

Hernandarias fue quien le pidió al padre Torres el envío de misioneros al Chaco, el Guaryrá, y el Paraná, iniciándose en 1609 la fundación de las reducciones jesuíticas.

Las acciones no tuvieron en todos los lugares el mismo resultado. En el Chaco, los indios guaycurúes no eran agricultores y los intentos con ellos fracasaron. En cambios -se indica- con los guaraníes, los jesuitas pudieron organizar sus poblaciones. La primera misión fundada fue San Ignacio Guazú a fines de 1609 a las que siguieron muchas otras en el sur de Brasil, Paraguay, norte argentino y Uruguay.

El padre Furlong al referirse a las misiones dice “que no cabe la menor duda que pocas veces ha contemplado la historia una civilización tan genuina y duradera como lo que desde 1610 hasta 1768 existió en los pueblos de los guaraníes”. Y agrega, “más que la organización fue el método el que dio el triunfo a los jesuitas en estos pueblos”.

Los jesuitas reconocen que en la Cuenca del Plata desarrollaron uno de los “más apasionantes” proyectos realizados en cumplimiento de su misión, “interrumpido bruscamente por la expulsión de la Compañía de Jesús en 1767”, por parte del rey Carlos III. También fueron expulsados de Portugal y Francia.

Lo demás es conocido: el regreso se produjo a partir de 1826 cuando se instaló la primera comunidad en Buenos Aires, desde los jesuitas se extendieron luego a Córdoba y Santa Fe- donde habían dejado sus estancias e institutos de formación- a San Juan y Catamarca, entre otros destinos.


400 años en Santa Fe

La publicación “La Herencia Jesuítica en Santa Fe” señala que los primeros miembros de la Compañía que llegaron a Santa Fe en 1587, en los tiempos fundacionales, procedían de Brasil. Fueron los padres Leonardo Arminio, Tomás Fields, Juan Saloni, Manuel de Ortega y Esteban Grao, quienes habían sido invitados por el obispo de Tucumán a conocer la diócesis.

Meses después, dos de ellos -Arminio y Grao- volverían, de regreso a Brasil, a quedarse tres meses en Santa Fe la Vieja (hoy distrito Cayastá). Luego de insistentes gestiones, que lo incluyeron a Hernandarias, en 1610, llegaron el padre Francisco del Valle y el hermano Juan de Sigordia. La crónica dice que “con el mayor beneplácito de los vecinos, se pusieron a trabajar en la instalación de una residencia y en la edificación del templo”.

Por eso, los jesuitas en Santa Fe comenzaron en el mes de diciembre pasado, las celebraciones por los 400 años de permanencia en la zona: primero en el actual Sitio Arqueológico de Santa Fe la Vieja y luego en el actual emplazamiento de la ciudad.

Tras la expulsión en 1767, concretan el regreso definitivo a Santa Fe en 1862. Dirigen el Colegio de la Inmaculada Concepción y el Santuario de Nuestra Señora de los Milagros, además de realizar tareas pastorales en la parroquia y capillas de Alto Verde y de La Vuelta del Paraguayo.

Provincial

El padre Alfonso Gómez SJ, actual provincial de ARU, nació en Mendoza en 1960. Fue admitido en la Compañía de Jesús en 1979 y recibió la ordenación sacerdotal en 1991.

1.jpg