Un técnico que no cambia porque no lo necesita...
Alí, el imitador de Basile
El “Coco” quería los 11 de memoria para su Boca; el “Turco” los tiene en su Unión.
Los jugadores adentro y la gente afuera. Un combo casi perfecto en Santa Fe, donde el equipo está teniendo una eficacia indiscutible: ganó todos los partidos y sólo empató ante la CAI.
Foto: Pablo Aguirre
Enrique Cruz (h)
Cuando arrancó el campeonato, hace ya 20 partidos y en aquella recordada tarde-noche jujeña, el “Turco” Alí todavía no tenía habilitado a Calgaro y por eso jugó Alexis Fernández; tampoco tenía en condiciones a Guerra y por eso lo hizo Weiner; Vera jugó de “4” porque “Tarrito” Pérez estaba en período de rehabilitación por su fractura, mientras que Correa todavía no estaba en el equipo. El arquero fue Caprio porque Ojeda estaba sancionado y Limia ni figuraba en los planes de un Alí que había estado muy cerca, aquella vez, de traer a Campagnuolo. La dupla de centrales fue Yacob-Suárez, uno de ellos (Yacob) relegado al banco de suplentes con la titularidad perdida por el excelente momento de Vera y de Correa, y el otro (Suárez) con una enfermedad ósea que ni siquiera le permite caminar y que lo dejará afuera de las canchas, lamentablemente, por un tiempo importante.
Esa tarde en la Tacita de Plata, el técnico debutante no puso en la cancha el equipo que ahora se recita de memoria, pero por cuestiones fortuitas. Limia no estaba, “Tarrito” Pérez no podía jugar, Correa tampoco estaba y Calgaro todavía no había recibido la habilitación. Pasaron 20 partidos y el tiempo demostró que el “Turco” no estaba equivocado con lo que pensaba y con lo que había traído. Hoy, Unión es una réplica casi perfecta de lo que diseñó en el trabajo de pretemporada en el que, entre otras cosas, hizo pruebas de jugadores libres en compañía de Pumpido y de ex jugadores que fueron compañeros de él en sus tiempos de pantalones cortos y goles a rolete con la rojiblanca, como Carlos Santos Mazzoni y “Batata” Merlo, entre otros.
Esquema inalterable
El “Turco” definió un 4-4-2 que nunca alteró. Al menos en las formaciones iniciales, ese esquema también se pudo recitar de memoria sin entrar en otras consideraciones. Será porque al “Turco” no lo convence demasiado jugar con enganche o será porque el doble cinco le está dando un resultado notable (la dupla Calgaro-Saucedo es de lo mejor que ha mostrado el equipo en cuenta a rendimiento y funcionamiento). Lo cierto es que armó el equipo en función de este 4-4-2 que parece ser la figura del momento en el fútbol argentino. Lo paró bien y no encontró motivos para cambiar. Máxime con los resultados que llegaron más rápidamente de lo que muchos pensaban.
Con el 4-4-2 definido, los intérpretes se fueron acomodando solos a la hora de ganarse el puesto. El mediocampo que hoy juega es el que Alí pensó antes de ese partido con los jujeños en el norte del país. Y la dupla ofensiva también. Sólo restaba saber de qué manera se iba a acomodar la defensa, el sector donde se produjeron las pocas sorpresas que arrojó el equipo: el ignoto Correa (tremendo acierto) se los “chupó” a todos y quedó afuera un jugador voluntarioso, quizás no brillante pero sí rendidor (Yacob).
Las variantes
Hay puestos, como el de marcador central, donde el recambio puede ser de una misma jerarquía por esto que se acaba de decir del Ruso Yacob. Después, Maidana demostró que está para jugar y para “pinchar” a un Cardozo al que se lo vio más afinado físicamente y recuperado en lo futbolístico luego de un mal cierre de año.
Arriba, entre Pratto, Cólzera y Guerra habrá una linda competencia. Y el hincha de Unión siempre espera que Weiner aparezca entusiasta y se convierta en algún partido en una herramienta de desequilibrio, como por ejemplo lo fue aquella vez en Jujuy.
Hay un jugador que muchos creen que debería jugar pero que en este esquema le cuesta meterse: Paulo Rosales. Es enganche. Puede jugar de media-punta y de hecho lo hizo, incluso ingresando como titular en algún partido del año pasado. Pero el cordobés tiene las características típicas del organizador, del asistidor, del que no puede tomar posiciones fijas sino contar con la libertad de moverse por toda la cancha para encontrar la pelota y asumir la responsabilidad de conducir al equipo.
Unión es todo esto más lo que ayer decíamos en estas mismas páginas: la fuerte motivación que tiene el plantel. A eso hay que sumar la trascendencia que está asumiendo el hincha, que llena la cancha, alienta, empuja y presiona positivamente, incluso en esos momentos complicados que hubo —y muchos— en los partidos que se jugaron como local.
Llegó Limia y dijo que venía “a buscar la gloria”. Matías Donnet, el año pasado, después de una poco entendible derrota ante All Boys, señaló que “hay que ser más serios para jugar”. Y por ahí anda el uruguayo Correa con esas declaraciones “bélicas”, planteando que cada partido es una batalla que debe ganarse para vivir en paz. Son referentes del grupo y dicen eso porque están enchufados y compenetrados en el objetivo de no pasar desapercibidos por Santa Fe. Y porque saben que el objetivo es el ascenso. Y así, ganando y encaramándose en la tabla como lo vienen haciendo desde que arrancó esta temporada, ellos mismos van creándose la obligación y el compromiso de no perderse esta enorme oportunidad.
