San Valentín

Un “te quiero” de tinta y papel

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Para expresar el amor, las rosas son el símbolo perfecto. Un ramo potencia la sensibilidad y aumenta la armonía de una pareja. Foto: EFE

 

Catalina Guerrero

EFE

Hay “te quieros” suaves como plumas, “te quieros” pronunciados bajo la lluvia, a la luz de la luna o al amanecer, “te quieros” que saben a burbujas y que huelen a rosas, y otros, no menos románticos, que lo hacen a tinta y papel.

Se acerca otro San Valentín y, como cada año, algunos amantes se afanan en buscar un detalle para renovar la chispa del objeto de su deseo, aunque otros prefieren hacerlo cualquier otro día del año, cualquiera menos el 14 de febrero.

Sea como fuere, las ofertas y sugerencias, de lo más variadas, se multiplican, una tendencia a la que tampoco escapa el mercado editorial, que propone, entre otras, varias recopilaciones de cartas de amor.

En “Los grandes hombres también hablan de amor” (Emecé), la escritora y editora británica Úrsula Doyle reúne cartas románticas, a veces apasionadas, remitidas a las mujeres de sus vidas por hombres que han pasado a la historia.

Son 39 misivas redactadas por gobernantes como Enrique VIII o Napoleón Bonaparte, compositores como Wolgang Amadeus Mozart, Ludwig van Beethoven y Robert Schumann, escritores como Honoré de Balzac, Victor Hugo, Gustave Flaubert o Oscar Wilde, o científicos como Charles Darwin o Pierre Curie.

Misivas que animan, según cuenta Úrsula Doyle en el prólogo, a recuperar el “arte” de la expresión del amor, barrido por “la ironía, el espíritu principal de nuestro tiempo”.

“Quizá las personas se han vuelto menos románticas y más cínicas”, reflexiona Doyle, quien lanzó esta recopilación de cartas después de que los fans de la película “Sexo en la ciudad” se lanzasen en su búsqueda tras ver que Carrie Bradshow tenía un maravilloso libro de cartas que leía en voz alta a Big, su novio.

Un pecho lleno...

El libro no existía, pero las cartas eran reales, y Doyle decidió recopilarlas, seleccionarlas y ordenarlas para recordar a los hombres que “no se necesita ser un genio literario para escribir una carta -o mensaje de texto, o correo electrónico- de amor”.

“Mi pecho está lleno para decirte grandes cosas”, escribe Beethoven a su “Amada Inmortal”, su “verdadero y único tesoro”, cuyo amor le hace “el más feliz y más infeliz al mismo tiempo”.

Muchos momentos de desasosiego causó también Josefina a Napoleón, quien, “obsesionado” con ella, decía tener el corazón “lleno de temores” que le postraban “en la miseria” y se consideraba “digno de lástima” por no sentirse correspondido con la misma intensidad.

“Por encima de este mundo”, aseguraba lord Nelson que era su “afecto y amor” por lady Hamilton, la madre de su hija Horatia.

“Tan feliz” como puede serlo un hombre sabiendo que es “amado por la mejor de las mujeres” se sentía Diderot con Sophie Volland, a quien “amaría incluso más (...) si supiera cómo hacerlo”.

Adoración es lo que siente también Victor Hugo hacia Adéle Foucher, ante quien se “postraría como si fuera una divinidad”; Flaubert por Louise Colet, cuyo amor penetra en él “como una lluvia tibia”, y Oscar Wilde por lord Alfred Douglas, el “objeto divino” de su deseo, a quien implora: “Ámame siempre. Has sido el amor supremo”.

Cartas de amor es también el hilo conductor que da unidad a “Querida” (Península), una antología epistolar de diecinueve misivas dirigidas a otras tantas mujeres y escritas por intelectuales de España, Colombia, Perú y Chile.

Y entre las que destaca por su intensidad el regalo que el poeta Ángel González dejó antes de morir, a su esposa, Susana Rivera: “Sólo por una razón me entristece la muerte: porque ya no voy a volver a verte (...) Con ese inmenso amor pienso y pensaré siempre en ti. Un beso muy largo, interminable”.

Cartas inéditas fechadas entre 1950 y 1973 de otro poeta, el Nobel de Literatura chileno Pablo Neruda, a Matilde Urrutia, su tercera esposa, componen el volumen “Cartas de amor” (Seix Barral).

Fue un amor poéticamente muy fecundo, del que nacieron “Los versos del capitán” y “Cien sonetos de amor”, así como poemas sueltos, un amor de alto voltaje contra el que no pudo el tiempo ni la infidelidad“: “Ya te he arado entera, te he sembrado entera, te he abierto y cerrado, ahora eres mía. ¡Para siempre!”.