Para dejar de beber

Alcohólicos anónimos Grupo Amistad.

Av. Freyre y Moreno- Planta alta, 1º salón. Celular: (0342) 154-460480.

Alcohólicos Anónimos se dirige a la mujer: si usted tiene algún problema con la bebida -si sospecha que su forma de beber puede ser uno de sus problemas-, en AA va a conocer a mujeres que la comprenderán, que alguna vez pensaron y sintieron como usted lo hace ahora.

Siendo diferentes entre ellas, todas llegaron finalmente a un punto en el que tuvieron que reconocer que el alcohol estaba afectando seriamente sus vidas; jóvenes o de mediana edad, todas encontraron la misma respuesta. A través del sencillo programa de AA, hallaron la forma de dejar de beber, mantenerse sobrias y, basándose en dicha sobriedad, construir una vida tan plena y recompensada como nunca habían creído posible. La palabra “alcohólicos” puede perturbarla. Aún hoy en día, a mucha gente le sugiere solamente una persona de poco carácter o un desecho de la sociedad. Cuando se trata de mujeres alcohólicas, esta impresión errónea persiste con particular fuerza. La mayor parte de la sociedad tiende a mirar con tolerancia y aun con divertido placer a un borracho, y a rechazar con disgusto a una mujer que se encuentra en la misma condición. Una tragedia mayor consiste en que la mujer alcohólica comparte ella misma, a menudo, esta disposición. Para ella, la carga de culpa que cada bebedor alcohólico lleva puede llegar a ser doble.

Pero las mujeres de AA han arrojado lejos de sí el desconcertante peso de culpa injustificada. Han aprendido y aplicado a su propio caso una verdad médica. El alcoholismo no es en sí una cuestión de moral o costumbre, el alcoholismo es un problema de salud. Es una enfermedad, descripta como tal por la Asociación Médica Americana y por la Asociación Médica Británica.

Este concepto ya no es más una idea revolucionaria; ha recibido una buena publicidad, y la mayoría de la gente lo acepta, casualmente, como una declaración en su sentido general: “Por supuesto que el alcoholismo es una enfermedad”. Entonces, ¿no es el alcohólico una persona enferma? ¡Por supuesto que sí! Esa idea no es tan fácilmente aceptada. Cuando el enfoque se reduce a usted misma, regresan los viejos conceptos: “¿Por qué no puedo detenerme? Es porque no tengo fuerza de voluntad”. Póngalo en una base individual, y la enfermedad es vista a menudo, en sus primeras etapas, como una violación a la etiqueta, y en las últimas, como un profundo fracaso moral. Si la enfermedad es tan difícil de reconocer, ¿cómo puede usted decir cuándo es o no una alcohólica? ¿Con qué criterio se mide? ¿Si se bebe por las mañanas? ¿Si se bebe a solas? No necesariamente. El diagnóstico no se basa en cuándo bebe, con quién, cuánto, en dónde o por qué bebe usted. La pregunta importante es: ¿qué le ha pasado a usted con la bebida? ¿En qué forma afecta la bebida a su familia, a su hogar, a su trabajo o sus estudios, a su vida social, a su bienestar físico, a sus emociones internas?

La decisión es suya. No importa que tenga 18 u 80 años; que sea rica, pobre o de cualquier grado intermedio; profesional o medianamente educada; que viva por sus propios medios o trabaje en su hogar. Es usted la que debe decidir, porque es usted la que debe actuar. Si usted quiere dejar de beber, es usted la que tiene que hacerlo. Pero no sola. Extienda siempre sus manos, en donde quiera que esté, y la mano de AA estará ahí, tocando las suyas, dispuesta a ayudarla.