La nota

La escritora y la protagonista del libro, junto a la flor del Kiming, cuyas raíces se utilizan con fines medicinales y su flor en rituales o ceremonias religiosas.

Recuerdos y vivencias de los días de Sol

Un libro -recientemente publicado por la UNL- cuenta una historia “apasionante y triste como la de todos los inmigrantes”, según su autora, Susana Persello. Refleja parte de la vida de Sol, una refugiada laosiana.

tEXTOS. MARIANA RIVERA.

“La veía siempre en sus primeros tiempos por estos lugares. Pasaba por la vereda con andar lento, bolsos a cuestas y su hijo en brazos. Me preguntaba qué iría pensando a cada paso... quizás que pisaba plantaciones de arroz o que andaba por los montes o se inclinaba ante Buda, que enfrentaba la furia de los monzones y las lluvias interminables de los veranos asiáticos. Como me gustan las historias, imaginaba la suya. Mi mente tejía tramas y las variaba a gusto, hasta que dejé de hacerlo porque me pareció poco honesto. No era un juego de situaciones, tiempos, personajes y sentimientos que yo podía manejar a mi antojo como he hecho en cuentos y novelas”.

Así explica la escritora santafesina Susana Persello el origen de su último libro, “Los días de Sol”, editado por el Centro de Publicaciones de la UNL, que será presentado oficialmente el próximo mes, junto con la Sociedad Argentina de Escritores. El prólogo está escrito por Norma Battú y la presentación de la contratapa es de Edit Villaggi.

Su nueva producción cuenta la historia de Sol (su nombre es Som Chanh Souvannalath), una mujer nacida en Laos, quien escapó a los 19 años de aquel país huyendo del régimen comunista, y estuvo en un campo de refugiados en Tailandia, donde se casó y tuvo un hijo. Cuando éste tenía un mes fue destinada a venir a la Argentina, más precisamente a nuestra ciudad. Esto sucedió en 1979.

El hecho de vivir en el mismo barrio y tener conocidos en común le permitió conocer a Sol un poco más cada día. “Ella me preguntaba poco, pero supo de mi afición por la escritura. Pasó mucho tiempo, años, en los que también pasaron muchas cosas. Inesperadamente un día me preguntó si quería escribir su historia”, continúa recordando la autora aquel justo momento.

Sin embargo, Persello aclaró que “es una historia muy interesante, conmovedora y nos acerca a una cultura muy diferente a la nuestra. Si bien está el tema de raíces (el desarraigo) no es de las historias de abuelos, de los inmigrantes, que han venido al país por motivos comunes o semejantes y en determinadas épocas. Esta es una historia donde los inmigrantes son refugiados por cuestiones políticas, y su historia aquí tiene apenas 30 años. Sol y su esposo (Intavong) tienen algo más de 50, no son abuelos, sino recién padres de jóvenes, uno tailandés (Makoto) y dos argentinos”.

SALVARSE, A NADO

En diálogo con De Raíces y Abuelos, la escritora relató algunos detalles de esta historia de vida. “El libro cuenta una parte de la historia de la vida de esta mujer y por qué tuvo que emigrar de su país, adonde vivía bajo el régimen comunista, en una familia tradicional y conservadora. Ella es descendiente de la monarquía por parte de su papá, quien era una autoridad en ese pueblo y estaban muy bien económicamente. Cuando tenía 19 años se vio de pronto impedida de muchas cosas: le iban sacando aquellas con las que vivió, que eran parte de su cultura”.

Y continuó: “Hubo un tiempo en que les permitieron irse del país pero luego se cerró la migración a los habitantes de su pueblo natal. Entonces, no querían quedarse y tenían que escapar; era la única forma. Cuando Sol vio esta situación, junto con una prima de la misma edad, decidieron que así no podían vivir y que se querían ir. Estaba todo bien con su familia (era muy humilde) y por eso dudaba en tomar la decisión. Sabía que había primos y parientes escapados”.

En este punto, explicó que “Sol vivía a orillas de un río y cruzando a nado, ella sabía que iba a estar a salvo, en Tailandia. Entonces, planearon irse a la tardecita. Le encargaron a un amigo que le hiciera una balsa de troncos de banana y con eso se escaparon. Esa tarde le dijo a su madre que se iba a lo de su prima y volvía, pero agarró una mochila con lo que ella quería llevar (una cadenita y un poquito de dinero, que cosió en un cuello para protegerlo), le dio un beso y se fue, para nunca más volver a verla”.

Sin embargo, admitió que “una de las partes más dramáticas del libro es la huida” porque cuando escapaba a nado “la descubrieron los soldados a mitad del río y le empezaron a disparar tiros; ella pensó que se moría porque sentía los tiros muy cerca. Su prima se hundió una vez y pensó que se había ahogado pero después volvió a salir y pasaron el límite del país y no le dispararon más tiros. En Tailandia las recogió un matrimonio y se instalaron en un campo de refugiados”.

UN HOMBRE, UN DESTINO

Una vez en el campo -continúa la escritora- preguntaron si había algún familiar para estar junto a ellas porque era muy peligroso que estuvieran dos chicas solas en ese lugar. Allí se encontraba una tía, hermana de la madre, a quien ella había visto muy pocas veces, con quien permaneció. Mientras tanto, en el campo iban llegando de Naciones Unidas personas que les decían los destinos más convenientes y fáciles para ir: Francia, Estados Unidos y Canadá.

En un momento -prosiguió-, a la tía la llamaron para ir a Estados Unidos y ella decidió irse. Pero como no la quería dejar sola decidió buscarle un muchacho conocido y bueno para casarla y no dejarla sola. Le presentó a quien ahora es su esposo y padre de sus tres hijos. Se casó y después quedó embarazada y nació allá Makoto. Al mes de haber nacido ellos se querían ir y llegó un pedido de Naciones Unidas que podían venir a Argentina. No tenían ni idea dónde quedaba nuestro país pero dijeron que sí. Hicieron el vuelo transpolar en 1979.

Persello aclaró que “cuando el esposo de Sol llenaba los papeles le habían completado mal los antecedentes y le pusieron que era agricultor, cuando en realidad era técnico electromecánico. Por este motivo lo mandaron a pedido del Ministerio de Agricultura de Santa Fe, por su especialidad. Por su cultura sí sabía trabajar la tierra pero no por haber sido un profesional de la agricultura.

Pasaron un tiempo y ellos se quedaron, a pesar de que otras familias se fueron yendo, y se quedaron hasta el día de hoy, y son vecinos de mi casa, motivo por el cual estoy en contacto con ellos”.

OTRAS ANÉCDOTAS

Asimismo, planteó que el libro da una idea del contexto político en el que llega esta familia a Santa Fe, es decir, por qué Argentina recibía refugiados. “Sol nunca se explicaba por qué los habían recibido con una fiesta, adonde estaban los medios y les habían sacado fotos. Entonces funcionaba la Comisión de los Derechos Humanos. Ella preguntaba por qué era todo eso hasta que el hijo mayor (el que les sirvió para comunicarse con la comunidad, por estar limitados con el idioma, ya que fue aprendiendo la lengua y la historia argentina) aprendió en la escuela nuestra historia y le pudo explicar lo que pasaba en el país en esa época. Ahí lo entendió. Ella es una persona muy inteligente en la manera que acepta las cosas y se adapta porque toda otra decisión iba a ser peor”.

Por otra parte, la escritora comentó que “un golpe muy fuerte para ella fue en 1985, aproximadamente, cuando fue un tío y no encontró nada de la casa de ellos. Sus padres ya habían fallecido. Fue al Registro Civil para traer la documentación y figuraba que ella había fallecido. En realidad, como Sol se había ido de la casa, no había contestado las cartas que le mandaban (había querido cortar comunicación con sus padres porque tenía miedo de que si sabían que se había escapado le pasara algo a ellos o a la familia), luego de un determinado tiempo la dieron por muerta. Cuando supo esto creo que más se afirmó a nuestra ciudad”.

Por último, agregó que “en 1995, El Litoral publicó una nota, que Sol guarda, sobre “Los últimos laosianos”, escrita por Alejandrina Argüelles, y hubo otra anterior sobre la historia de esta familia, publicada en 1987”.

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“Los días de Sol”, escrito por Susana Persello, fue editado por el Centro de Publicaciones de la UNL.

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Sol escapó a nado de Laos, su país natal, durante el régimen comunista.

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Sol y su familia viven en Santa Fe desde 1979.

EDUCACIÓN Y COSTUMBRES

Sol y su esposo eran budistas -explicó la escritora Susana Persello- pero cuando llegaron a la Argentina no había templos ni lugares adonde practicar esta religión. Sin embargo, decidieron que sus hijos iban a ser de una religión espiritual porque Dios es uno. Como estaban cercanos a nuestra familia, que somos católicos, nos dijo que ellos iban a ser de nuestra religión. bautizaron a sus hijos y los mandaron a un colegio religioso para que tuviera una formación.

En este sentido, remarcó que “ellos hicieron mucho para que sus hijos estudiaran. El mayor se recibió en el Industrial y es arquitecto y es una gran satisfacción para el matrimonio. Cuando la llamaban los parientes de Estados Unidos y Canadá y le preguntaban si se iban a ir del país ella contestaba que cómo iba a dejar este país si le había dado el techo, trabajo y el estudio de sus hijos. Irse hubiera significado empezar de nuevo. Ella es muy inteligente y muy agradecida también al país. Todo lo vivido le enseñó a valorar lo que tiene. Él también es muy humano y tienen una vida espiritual muy intensa y a sus hijos los tratan de proteger de todo lo que sea global y sin identidad. A pesar de estar integrados, conservan en la familia sus costumbres y tradiciones”.

Destacó que “Sol es una linda mujer, se arregla y sale. Al principio, usaba una pollera larga con peinados típicos de allá. Pero luego, como veía que todos la miraban, comenzó a cambiar su vestimenta, pero siempre conserva algún detalle de su origen: alguna tela (que le mandan). además, en su jardín tiene plantas de Laos o que le envían sus familiares de distintas partes del mundo, como la emblemática flor del Kiming, que crece por estos días en el jardín de Sol”.

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El libro “Los días de Sol” fue enviado a escuelas y bibliotecas y está a la venta en las librerías de la Universidad Nacional del Litoral, y en la más importantes de Santa Fe y Rosario.