En el laberinto de la ciudad en sombras

Por Carlos Roberto Morán

“Regreso al sur”, de Carlos María Gómez. Ediciones al Margen, La Plata, 2009.

“Deambulo por habitaciones oscuras y vacías, recorriendo ominosos corredores, subiendo y bajando escaleras que no conducen a ninguna parte”. Marcelo es quien habla, más bien monologa, y lo hace como si buscara volver real la sensación de irrealidad, de extrañeza, que lo acompaña desde que ha regresado a su ciudad natal luego de años de ausencia.

“Retornó por una cuestión circunstancial, apenas la venta de una casa, pero lo ha hecho sin demasiados deseos, casi forzado y por unos pocos días. Sin embargo, casi de inmediato, se entera de que se ha dejado de tener noticias de una de sus viejas amigas, Mercedes, un antiguo amor, y la novedad le obliga a postergar su regreso más de lo inicialmente previsto”.

Tal el comienzo de la última novela del santafesino Carlos María Gómez, escritor que en “Regreso al sur” ha optado por entregarnos un relato menos ligado a la violencia, a las atmósferas policiales, que caracterizan a la mayor parte de su producción. Por el contrario, aquí las estridencias se encuentran prácticamente ausentes y por sobre todo prevalece una suerte de intención de entregar un relato lírico, cuando no poético.

A Gómez le ha interesado reflexionar, a través de Marcelo, sobre el pasado vivido por su personaje y en realidad, a través de él, por toda una generación- marcado tanto por la actividad política como por la literatura, la creación artística. Y para contrastarlo con las agudas diferencias con nuestro existir contemporáneo, en el que suelen prevalecer el individualismo extremo y la indiferencia social.

Al mismo tiempo, “Regreso al sur” resulta una indagación sobre el lenguaje, lo de que por sí constituye una apuesta fuerte, porque al mismo tiempo se trata de contar, contarnos, una historia. Que es compleja, dado que mientras Marcelo aguarda encontrar a su amiga, “escribe” su propia novela. Este relato a su vez se abre a un “segundo” texto que elabora Víctor, un personaje imaginado por el protagonista.

Aunque estamos ante ficciones, obras que se abren a otras obras, al estilo de lo que ha practicado Paul Auster en varias de sus últimas novelas, Gómez complejiza aun más el juego, al incorporar textos “crudos”, que se vinculan con nuestra realidad más próxima. Así la ficción, como ocurriera en anteriores trabajos suyos (vg. en “Los chacales del arroyo”), “dialoga” con la realidad cotidiana que oficia como espejo y también como un cable a tierra, guía de la lectura múltiple que debemos hacer a través de su novela.

En efecto, lo que ocurre en el mundo ficticio de Marcelo/Víctor se corresponde, de manera sesgada, con lo que develan los documentos incorporados, el primero de ellos referido a las inundaciones que afectaran a nuestra ciudad en 2003 y el segundo a la desaparición, tristemente registrada en nuestra ciudad 23 años atrás, del entonces conscripto Roberto Daniel Suárez de quien, enviado supuestamente en comisión para entregar un sobre en un domicilio determinado, nunca más se tuvieron noticias.

Novela múltiple, entonces. En primer término, la historia de Marcelo, que vive la pesadilla del no terminar de despertar a su regreso a la “ciudad de sombras”: “He recorrido como en un sueño las calles de esta ciudad de sombras, sin reparar más que en las desvaídas imágenes de acontecimientos lejanos, deshilachados y borrosos en la memoria”.

De inmediato, el mismo Marcelo que mientras y pese a todo, vive el “presente” de su búsqueda de Mercedes, está sumergido en el pasado en el que convivieron la política y la literatura (y en ésta, la fuerte presencia de Rilke) y al mismo tiempo no se puede sustraer a la realidad, que incluye la documentación “viva” de los hechos ocurridos en el 2003 en Santa Fe y sus implicaciones políticas y sociales, nombres propios incluidos.

En tanto, el segundo personaje, vale decir Víctor, es quien redacta un cuento que, vaya casualidad, es el mismo que escribiera y publicara un tal Carlos María Gómez (“Repetido crepúsculo”)(1) .Víctor, además, es quien quiere “investigar” la desaparición del soldado Suárez.

“Regreso al sur” admite así el laberinto textual, la yuxtaposición de relatos, rompecabezas para el armado y rearmado a cargo del lector. Pero, de otro modo, rompecabezas para Marcos quien entre sueños, regresos, recuerdos, realidades e imaginaciones, trata de encontrar un sentido a lo que vive y palpita, sin hallarlo. Quizás por eso, como si fuera el último refugio, Gómez (¿o Marcos? ¿o Víctor?) se sumerge en el mundo de la literatura, de lo lírico, del deseo del Paraíso, expresado en poesía: “Cuántas veces imaginó esos dedos, esas uñas lastimándolo en lo más profundo de los bosques rojos, porque esos bosques eran rojos y aunque parecía que era a causa del sol filtrándose a través del follaje, había definitivamente descubierto que los árboles eran rojos y que ningún sol los penetraba”.

(1) Este cuento es la base del corto del mismo título dirigido por Patricio Coll y que integra la película santafesina “Ciudad de sombras”, de reciente producción.

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Ilustración de Rubén Lamagni.