A puro pedal

Desafiando la altura, el frío y el calor, las cuestas y la falta de agua, dos santafesinos se propusieron cruzar nuestro noroeste desde la norteña La Quiaca hasta nuestra Santa Fe, pedaleando por los lugares más bellos de la Puna.


Por

Facundo Gaitán

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Esta historia comenzó por chat, como muchas otras. Diego en España laburando de guardavidas y yo en un cyber en la ciudad de Santa Fe.

A Diego la idea le rondaba la cabeza hacia tiempo pero no se quería mandar solo, a mi me parecía una locura y me lo sigue pareciendo, pero me convenció, empezamos a releer viejas ediciones de revistas y así se fue dibujando nuestro recorrido.

COMIENZA LA AVENTURA

Después de dos trasbordos y 24 hs de viaje en semi cama, arribamos con nuestras bicicletas a la desolada Terminal de La Quiaca bien al norte de nuestra Argentina. Armamos las máquinas y empezamos a pedalear.

Antes de viajar, los conocidos no decían ¨de La Quiaca a Purmamarca venís bajando como tiro, MENTIRA! , los primeros 102 km son de un leve ascenso hasta la localidad de Tres Cruces, es decir desde los 3635 msnm hasta los 3900 msnm. Cuando llegamos a Tres Cruces, agotadísimos, dijimos ¨paguemos un alojamiento acá y mañana salgamos para Humahuaca”, ja! No conseguimos alojamiento y la única opción para una ducha caliente era juntar fuerzas e ir hasta Humahuaca, y eso hicimos, a las 17 hs luego de una buena comida de dulces y galletitas en un almacén. Hasta Humahuaca el descenso fue vertiginoso, allí la ducha caliente nos estaba esperando. A una cuadra y media de la plaza hay un hostel económico y con baño privado, aunque nuestra elección fue el baño compartido, más económico aún.

Después de pasear por el pintoresco pueblo de Humahuaca, el descenso a Tilcara nos seguía, mas nos llevamos una sorpresa para tener en cuenta, el viento en contra que se levanta en la zona después de las 15 hs no nos dejaba avanzar a pesar de la cuesta abajo. A la altura del Trópico de Capricornio, cerca de Huacalera, nos refugiamos del viento detrás del gran reloj solar y le entramos a las galletitas con picadillo y al maní.

Al fin de cuentas pasamos la noche en Tilcara en un lindo alojamiento, que incluía cocina para uso propio, un pequeño living y un comedorcito muy hogareño.

del valle al altiplano

Camino a Purmamarca, gran descenso, lindo pueblito, muy colorido, muy caluroso, mucho turismo internacional pero los artículos regionales mas caros que en Humahuaca y Tilcara, y ahora lo peor, La Cuesta de Lipán que sube de Purmamarca a las Salinas Grandes. La prima preocupación nuestra era el agua, pero en la dirección de turismo de Purmamarca nos dijeron que a 18 km una manguera con agua de vertiente cruzaba la ruta, si!!! Cuesta creer pero es así. Comimos unos sandwiches en la plaza, mientras dos chicas nos daban algo de información, ¨la Cuesta de Lipán? Están locos, no hay agua, gente, nada y de noche 20ºC bajo cero¨. Nos desanimaron, pero dijimos vamos a pedalear hasta la manguera y ahí armamos la carpa, terminamos acampando en una escuelita en la Puerta de la Cuesta de Lipán a 2820 msnm, que es lo que indicaba mi reloj con altímetro, que tiene un muy pequeño márgen de error.

Con un esfuerzo descomunal subimos la Cuesta de Lipán, la manguera había resultado estar lejísimo, pero a medida que subíamos podíamos ver como la tierra se habría en grietas, finalmente la recompensa, un descenso lleno de adrenalina con máximas de 70 km/h hasta llegar a las Salinas Grandes, era imponente como podía semejante planicie de sal estar ahí, cientos de km cuadrados de extensión.

En la intersección con la famosa RN 40, frente a las Salinas, nos detuvimos a consultar nuestra hoja de ruta, teníamos 28 km de ripio hasta San Antonio de los Cobres pasando por Tres Morros, un caserío muy pequeño, las vistas magníficas pero el esfuerzo pintaba que iba a ser grande, “todo era un desierto y el camino un ripio arenoso”, no se podía pedalear a más de 7 km/h porque se nos enterraban las ruedas. Una vez que llegamos a Tres Morros, luego de 8 km y a 20 km de San Antonio de los Cobres, preguntamos cuanto faltaba y nos dijeron 90 km, nos queríamos morir, por un error de tipeo habíamos escrito 28 donde debían ser 98, no podíamos volver atrás y tampoco teníamos agua para esa distancia. Queríamos pensar que ellos se habían equivocado, y recién entonces prendimos el GPS y confirmamos nuestra desgracia; decidimos seguir hasta donde se pudiera, y pedir agua en algún caserío, pero claro, el agua sacada de pozo en la zona es altamente salina y con un ph de 9,2, por lo cual cada 7 o 10 días un camión lleva bidones con agua potable a cada una de esas casitas perdidas en la nada, no existe moneda que pueda pagar un vaso de agua. Se puede cambiar un vaso de agua por una vicuña pero no por dinero. Era terrible, pero a los 40 km como un oasis en el desierto y sin dejar de bordear el salar, encontramos una planta productora de ácido bórico en donde pedimos agua y un techo para dormir, hacía unos 6 km, por la ruta 40 se divisaba el único techo de chapa del lugar perteneciente a la planta. Esta terminó siendo una grata jornada que finalizo a las 4 de la mañana, pues ahí conocimos a Carlitos Arrieta, un ex-combatiente de Malvinas y héroe en consecuencia, jefe de personal de la planta y eje fundamental del funcionamiento de la misma. Charla va, charla viene, nos contó infinidad de historias, entre otras sobre Coquena y Wiracocha, padre e hijo, Dioses del lugar que cuidan las vicuñas salvajes. Cuando la charla termina y salimos de la cocina, el paisaje de las Salinas Grandes bajo la luna llena no se puede explicar, es otro cielo, otra tierra.

Nos levantamos, Carlitos nos ve y deja su trabajo para desayunar con nosotros. Ya era hora de partir a San Antonio de los Cobres pero antes le ordenó al capataz Félix que nos lleve en la camioneta 4x4 dentro del Salar, fue imponente, es algo que no se puede explicar, solo se lo puede vivir. Lo que nos resultó más increíble y desconocido, es una vertiente de agua dulce adentro del salar, donde se puede encontrar a las vicuñas tomando la única agua dulce en 100 km a la redonda.

Ahora si teníamos que irnos, continuamos por la RN 40 ya en territorio salteño, en muy mal estado por cierto, mucha piedra y muy arenoso, muy lindos paisajes pero desérticos, cada tanto se divisaba un colla sentadito en algún lugar con su rebaño como si fuera un fantasma, muy extraño.

Arribamos a S.A.C., nos hospedamos en la oficina de turismo, con agua caliente y sin cocina, pero a dos cuadras en El Puneño comimos bien por muy poco dinero, algo característico de estas zonas del norte.

Decidimos ir a conocer el Viaducto La Polvorilla, el guía de la oficina de turismo nos tiro muchos datos con precisión de relojería, conviene ir por las vías del Tren de las Nubes que la pendiente es continua y no se siente tanto, y volver por la ruta de ripio y así sucedió. El viaducto es impactante y ahí sacamos ‘la foto’, misión cumplida, retorno, cena muy barata en San Antonio y a dormir.

del abra al valle

El día mas esperado, el descenso de asfalto desde el Abra de Muñano a Campo Quijano. Recomendación del guía de la oficina de turismo: `nuevamente por las vías del tren, 24 km, se corta camino, se disfrutan mejores paisajes y se evita el terrible ripio arenoso de la Puna.

Desde Muñano, un pueblo deshabitado, a 4120 msnm nos lanzamos hasta los 1700 msnm en un recorrido de 110km de descenso y un total de 135 km, pero es muy importante tener en cuenta que el viento en contra es muy fuerte y no te permite alcanzar gran velocidad, los últimos 20 km a Campo Quijano son de ripio pero bajas que te quema la boina.

Ya en Campo Quijano pudimos dormir en el camping municipal, en unas pequeñas casitas llamadas ‘boxes’ para 4 personas por pocos pesos.

Decidimos no apoyar la cola en el asiento y nos tomamos el día para ir a Salta a conocer las Momias del Llullaillaco en el Museo de Arqueología de Alta Montaña, ¡¡¡INCREIBLE!!! nadie se lo debería perder, salimos de ahí planeando el ascenso al Llullaillaco para febrero 2008.

Partimos de Campo Quijano con destino a Cafayate, 210 km, los paisajes pagan el esfuerzo, hay subidas y bajadas pero casi no varia la altura sobre el nivel del mar, y después de haber pedaleado 7 días entre 3500 y 4200 msnm ahora nos sentíamos 11 puntos, es para destacar el calor se siente mucho más. El total de pedaleo neto fueron 12 hs. Los ultimos 47 km el paisaje es bellísimo, es un paraíso, todos los colores que conoces y los que no también, los lugares: La Garganta del Diablo, El Anfiteatro, Tres Cruces, El Sapo, El Fraile, El Obelisco, Las Ventanas y Los Castillos; todas formaciones gigantes de erosiones eólicas y pluviales de 60 millones de años de evolución, aun pueden encontrarse después de las lluvias restos fósiles de peces y caracoles marinos, de ahí que esta zona recibe el nombre de ¨Quebrada de las Conchas¨, según los lugareños como el Sr.Marino, un artesano de la Garganta del Diablo, que hace 23 años vive a 400 m del lugar, amante y defensor de la naturaleza.

Una vez en Cafayate pudimos hospedarnos en hostel para mochileros con muy buena onda, con a agua caliente, cama, cocina a nuestra disposición y hasta un desayuno tradicional incluido a la sombra de una parra.

Nos despertamos y bajo la parra desayunamos con una española, seis franceses y tres argentinos, un crisol de razas unidos por las tostadas, la mermelada y el mate cosido.

Nos quedamos dormidos, debíamos salir 5:30 hs. para no sufrir tanto el sol, pero gracias a un francés que roncó toda la noche quitándonos el sueño, nos despertamos a las 8 hs y a la velocidad de la luz armamos los bultos y salimos. Fueros 110 km, cruzamos 4 alemanes en bici que se dirigían a Bolivia. Terminamos el día en Santa María, la primera ciudad catamarqueña después de dejar Amaicha del Valle, lo aconsejable es dormir en Santa María en el camping municipal, con agua caliente. La faceta negativa del día fue no haber podido entrar a conocer lar Ruinas de Quilmes, pueblo con influencia Incaica según ellos nos contaran, la llaman ´´La Cuidad Sagrada´´.

De Santa Maria a Belén 210 km. No tiene mucho para sacar a relucir, solo una ruta muy, muy larga y en línea recta, a la que apodamos ´´la ruta de la muerte. Es aconsejable llevar mínimo 4 litros de agua por persona y mucha paciencia. Entrando a Belén pasamos de noche por una quebrada bastante larga y cuesta abajo, 30 minutos antes estuvo lloviendo y debimos esquivar un derrumbe importante, las paredes de la quebrada están muy pegadas a la ruta y el peligro de derrumbe es constante, pero el lugar es muy bonito. En Belén dormimos en el primer hotel que encontramos al ingreso del pueblo.

Nos levantamos, afeitamos y partimos; otra vez una recta de 70 km que nunca termina, el total del día fueron 110 km, pero estaba nublado, así se pudo tolerar. Diego pincha una rueda por lo que sentados en una ruta nada transitada, nos pusimos a repararla.

Ya entrando en la provincia de La Rioja todo se volvió muy pintoresco, y en un pueblito riojano llamado San Blas hicimos noche en un pintoresco camping, decorado con piedras, sobre la ruta misma.

Esa noche tomamos una sopa de fideos, compramos una coca de 3 litros que parece solo existir en el norte argentino, o al menos no existe en Santa Fe, y nos fuimos a dormir.

RONDANDO al famatina

Nos levantamos tipo 7 para pedalear fresquitos, el paisaje continua muy lindo, árboles y sombra hasta que tomamos el desvío a Pituil, a partir de ahí todo esta desolado por 35 km, los primeros 4, una subida empinada con un ritmo de 12 km por hora pero después se viene una linda bajadita de 8 km; pero como nosotros somos tipos con suerte ¿?, ahora me toco pinchar a mi. Cambiamos cámara al rayo del sol por supuesto, y no paramos hasta Pituil. A esta altura del viaje la cola ya no dolía tanto, lo que ahora se había transformado en una molestia terrible eran las manos, ya no sabes como acomodarlas y están tan sensibles que en cualquier posición empiezan a dolerte. Cuando llegamos a Pituil, que es un pueblito chico, compramos en un almacén una gaseosa, pan francés, mayonesa y fiambre surtido, claro que seguido a eso 1 horita de siesta reparadora bajo una palmera en la plaza. Terminada la siestita, tipo 14 hs empezamos a pisar el pedal hasta Chilecito, Uf…¡que calor Dios mío! todo en bajada suave, pero el sol nos partió como en plena playa, hasta llegar a Chilecito, donde en un banco de la plaza principal nos vimos obligados a una gaseosa y galletitas. Decidimos adelantar un poco más ya que Chilecito es muy lindo pero nosotros queríamos mas paisajes, esperamos que el sol baje un poquito y 18:30 hs nos largamos en descenso hacia Nonogasta. Ya no dábamos más, necesitábamos bajar el traste del asiento y soltar el manubrio y pasando Nonogasta camino a la Cuesta de Miranda nos tiramos en una acequia helada y transparente, eso fue reparador, tanto que pedaleamos hasta que se puso el sol para adelantar más todavía y al día siguiente estar al pie de la Cuesta de Miranda para arrancar fresquitos, fresquitos.

Antes de que el asfalto se termine y la cuesta comience, encontramos un eco camping, con una acequia que corría por el costado de las carpas, con luz eléctrica, baños y agua caliente, hermoso. Dormimos bajo una arboleda espectacular, con bancos de tronco y desniveles en el terreno.

Qué fresquita estaba la mañana! Pedaleamos 1 km más de asfalto y empezó el ripio, los paisajes de la cuesta eran fabulosos, los colores durante la mañana se conjugan de un modo increíble, es muy empinada, tanto como la Cuesta de Lipán pero solo 12 km y 2000 m más abajo sobre el nivel del mar. Al final de la cuesta el cielo estaba cubierto y hacia un frío bárbaro, es de no creer como puede cambiar la temperatura en esos lugares cuando sale o se oculta el sol.

Nos faltaba la última parte, los parques Talampaya e Ischigualasto, y luego el regerso a Santa Fe, por Córdoba y sus sierras, pero eso se los cueno en otra oportunidad.

A puro pedal

Viaducto La Polvorilla, la foto de la travesía. Punto final del recorrido del Tren de las Nubes, pero a puro pedal. Foto: FACUNDO GAITÁN.

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Refrescante, una sombra en el camino al borde de las vías. Foto: FACUNDO GAITÁN.

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Abra de Muñano, Diego y Facundo en uno de los puntos más altos del camino. Foto: FACUNDO GAITÁN.