Islamabad, en busca de su identidad

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La capital de Pakistán se ha transformado y crece a un ritmo intenso.

Foto: Agencia EFE

 

Igor G. Barbero

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EFE

Cuando se cumplen 50 años desde su fundación, Islamabad, capital política de Pakistán, se ha consolidado como una ciudad moderna y funcional, pero crece sin una dirección ni identidad claras, alejada de las realidades del país y vulnerable a sus problemas.

Diseñada en 1960 a golpe de escuadra y cartabón por el arquitecto y urbanista griego Constantinos Dioxadis, Islamabad, o “lugar donde habita el Islam”, nació pensada para evitar luchas locales por la capitalidad, en un zona estratégicamente segura y con un clima más benévolo, rodeada de lagos y colinas no lejanas al Himalaya.

Desde entonces, la ciudad se ha desarrollado como un centro de frenéticas actividades políticas y diplomáticas, aunque huérfana de vida cultural y empuje financiero.

Además, algunos críticos dicen de Islamabad que no es más que una “burbuja” separada del país por 14 kilómetros, los que distan de la bulliciosa ciudad vecina de Rawalpindi.

“En términos de calidad de vida en esta parte de Asia y en Pakistán es quizá una de las mejores ciudades. Es ordenada, con muchas zonas verdes, con servicios, poco contaminada... pero sigue careciendo de una identidad propia”, dijo a Efe el analista Humayun Khan, del gubernamental Instituto de Estudios Estratégicos.

Según Khan, aún hay pocas personas que puedan ser consideradas de Islamabad, destino para muchos de paso temporal y punto de encuentro de trabajadores de todas las etnias y lugares del país, lo que “se ve cuando hay fiestas nacionales, porque se queda totalmente vacía”.

Crecimiento demográfico

El despegue demográfico de la capital paquistaní ha sido de hecho bastante reciente, y sólo a principios de la década de 1980 los habitantes del área urbana superaron a los de las zonas rurales en el territorio del municipio, de 906 kilómetros cuadrados.

Desde esos años, el crecimiento poblacional ha sido superior al 5 por ciento anual, el doble que la media de Pakistán, con lo que la ciudad ha pasado de tener apenas 340.000 habitantes a más de 800.000 en 1998 (fecha del último censo), y algunas estimaciones indican que en la actualidad podría estar acercándose al millón y medio.

“Mis recuerdos de hace diez, quince años es que esto era un “pueblucho’ tranquilo. Ahora se construye muchísimo, se arrancan muchos árboles”, dijo a Efe la ciudadana islamabadense Sabeen Zafar.

Esta tendencia de crecimiento vertiginoso y desordenado es según los expertos la raíz de los problemas que se avecinan para una urbe que nació cuadriculada y planificada, con sectores y subsectores nombrados por letras y funciones, y sus áreas comerciales y parques correspondientes.

“La ciudad se enfrenta a problemas graves en el futuro inmediato, de escasez de agua y de congestión de tráfico, a no ser que se construya un metro o se ideen soluciones alternativas”, dijo a Efe el ingeniero Shabbir Malik, quien en la última década ha dirigido proyectos de la autoridad municipal de desarrollo urbanístico.

Algo parecido opinó el destacado arquitecto Naeem Pasha, quien sostuvo que la construcción privada se ha desviado del esquema inicial y la ciudad sufre una edificación masiva en las afueras, en parte por los altos precios de los terrenos en el centro urbano.

Si algo caracteriza a Islamabad, donde la tasa de alfabetización (72 por ciento) es 30 puntos superior a la media nacional, es haberse erigido como una densa congregación de gente pudiente únicamente alterada por algunos islotes de arrabales.

Los alquileres mensuales de casas, a menudo viviendas unifamiliares con jardines y terrazas, se sitúan con mucha frecuencia por encima de los 1.000 dólares de la renta per cápita del país, inflados por la presencia de extranjeros.

Tampoco existe una excesiva oferta de transporte público, en parte porque el símbolo por excelencia de la movilidad en el sur de Asia, el “autorickshaw” (un motocarro utilizado principalmente como taxi), tiene vetada la entrada en la ciudad.