De domingo a domingo

Memorias de un adicto, o de cómo superar la inflación si no se reconoce la enfermedad

 

Hugo E. Grimaldi

(DyN) -

Cristina Fernández de Kirchner ha tomado la grave decisión de gobernar un país con inflación.

Como un adicto que cae y recae, quizás asaltó a la presidenta una vez más la idea del “yo lo puedo manejar”, incentivada por quienes le soplan al oído que Brasil crece, los precios aumentan y “no pasa nada”, aunque en el caso del vecino no son valores que están subiendo bien por arriba de 20 por ciento al año y con una peligrosa aceleración de expectativas, tal como ocurre en la Argentina de hoy.

Para justificar tamaña reincidencia, el discurso oficial tiene una gran contra objetiva: la gente gasta y sabe cuánto le cuestan las cosas, día a día. No se la puede engañar. Todo lo demás es cháchara.

Por su experiencia, por su memoria y, en fin, hasta también por su edad, la presidenta debería recordar no sólo que Carlos Menem y Fernando de la Rúa ganaron las presidenciales de 1995 y 1999 con la bandera de la estabilidad, y que a Raúl Alfonsín se lo llevó una híper en 1989, sino qué cosas ocurren en los países en materia social cuando los precios inician la carrera, se desatan los demonios, la emisión tapa agujeros, nadie invierte, desaparecen los productos, el empleo se destruye y los sueldos se licuan.

Los más jóvenes recuerdan poco y nada de todo eso y es entre ellos donde hoy el kirchnerismo logra mayores adeptos. ¿Falta mucho para desembocar en una carrera de esas características? Sí, probablemente hoy falte mucho, pero siempre el primer paso es el primero.

El chiste de las “tensiones de precios”

Lo más grave del proceso es que se ha empezado por negar la adicción, a partir de que se esconde la botella (Indec) y se actúa como si nada pasara. La psiquiatría sostiene que el reconocimiento de la enfermedad debe ser el punto de partida obligado de cualquier recuperación. Es lo que las religiones llaman propósito de enmienda, como la acción necesaria para complementar los arrepentimientos.

Lo de Amado Boudou, al calificar el proceso inflacionario de “tensiones en los precios”, resultó algo más que desopilante para un economista de su formación, quien debería saber de memoria de qué se trata el impuesto inflacionario. Pero además, fue tan degradante y triste su papel como que su contraparte en la réplica haya sido Hugo Moyano, quien lo hizo callar con sólo una frase radial, aunque todo el mundo sabe que el camionero necesita desnudar los aumentos de precios para que las paritarias compensen la inflación que el ministro de Economía alegremente niega, aunque después haya tenido que bajar los decibeles, probablemente a pedido de sus aliados de Olivos.

Es probable que, en su intimidad, Boudou crea que, o por susto o porque se intuya una depresión, el propio mercado será el que arregle el problema, algo que algunos economistas ortodoxos suponen también que podría suceder a partir del segundo trimestre.

Sin embargo, la determinación de tratar de domar al potro con recetas ya fracasadas en la Argentina ha sido tomada desde más arriba, y al ministro ese tipo de decisiones lo exceden. Por el tenor de sus discursos, ha quedado bien claro que Cristina misma está dispuesta a defender contra viento y marea los eventuales desmadres económicos y a convencer a quienes le critican, por derecha (defensores del superávit fiscal) y por izquierda (defensores de los más pobres), la peligrosidad de la recurrencia, o aun a aquellos sectores medios que ya sienten cómo se les escurren los ingresos y están usando preventivamente, aun a riesgo de entrar en cierta espiral, el primer reaseguro conocido contra la suba de precios, como es comprar más, al contado o a crédito, para hacerse de los bienes, antes de que los valores vuelvan a trepar.

Lo cierto es que hoy existe una gran demanda, exacerbada por las inyecciones de pesos a través del crecimiento del gasto público que el gobierno estimula en su afán de “defender” el mercado interno y, en paralelo, insuficiencia de oferta, por falta de inversión y de incentivos para realizarlas, que se alimenta en la desconfianza.

Un alineamiento de planetas que, además de ser peligroso, ha dividido la biblioteca, ya que los defensores del modelo señalan que la raíz de la suba de los precios está en la avidez antisocial de las empresas por ganar cada vez más, a costa de la gente.

Los bolsillos de los argentinitos

Al respecto, la presidenta ha dicho que no quiere que “nos vuelvan a vender gato por liebre” y, a juzgar por la actitud acomodaticia de asentimiento de los dirigentes empresarios que le escucharon esta frase en Olivos, hay quienes parece que le creen.

El caso de los micros de Retiro que ha puesto en la picota el secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi, es bien sencillo y actual para explicar todo el fenómeno y para tratar de entender de qué se trata. El feriado de Semana Santa hizo que, debido a sus precios bajos en relación a otros medios de transporte, fruto de los altísimos subsidios estatales que han pisado las tarifas desde 2003 y en función al proceso de “gastemos ahora que se viene el fin del mundo”, los viajeros saturaran los servicios.

Para limitar el aluvión, la primera reacción de las compañías de transporte de larga distancia fue aumentar los precios, tal como indican los manuales, como una forma de desestimular la demanda. Sin embargo, el gobierno, que en contrapartida a su aplicada asistencia los obliga a mantener valores “máximos” en los boletos, cree que ellos lo hicieron para aprovecharse de la situación y sacarle más jugo al negocio.

Pero ahora viene la segunda parte. ¿Por qué las empresas no tenían dispuesta equis cantidad de ómnibus más para atender a todos los nuevos pasajeros, a los mismos precios pautados? Porque ninguna de ellas invirtió en coches nuevos y los que circulan son siempre los mismos. ¿Y por qué no compraron micros para incrementar la oferta de asientos? Porque se justifican que, con las tarifas congeladas, el negocio sólo les cierra para mantener la flota actual, y aprietan a las autoridades diciéndoles que sólo si hubiere mayores fondos estatales para equipamiento ellos podrían ampliarse.

Si el gobierno accede, el gasto seguirá creciendo, el déficit también y la inflación hará lo suyo contra los bolsillos de todos los argentinos, que terminarán pagando esas subas de tarifas que ahora se les cobra a los viajeros. Es el mismo caso, aunque nunca tan grosero, que se observa con el déficit de Aerolíneas Argentinas. Un changuito de Tucumán o de Misiones termina pagando con el IVA de sus alimentos buena parte del pasaje de un ejecutivo first class.

El resultado de la historia de los ómnibus es muy claro y tanto como que la única verdad es la realidad, en Semana Santa mucha gente se quedará sin viajar por una cuestión de capacidad. El fondo de la cuestión es que, por cuestiones ideológicas, en la política económica el riesgo empresario ha sido reemplazado por las dádivas oficiales (subsidios, tasas bajas, medidas aduaneras, etcétera) y es lo que explica por qué siempre hay aplaudidores de ocasión, dispuestos a todo.

Los gobernadores fieles mañana en Olivos

Al fin y al cabo, la aplicación de subsidios es lo mismo que le ha venido ocurriendo al resto de los servicios públicos (gas, electricidad, aguas, etcétera), lo que ha permitido afirmar a Aníbal Fernández que, como las tarifas no han aumentado, no hay una suba “generalizada” de los precios, que es lo que habitualmente se conoce como inflación.

El mismo principio de discrecionalidad para el disciplinamiento de los sectores a partir de una caja rebosante y centralizada, que en este caso tiene como objetivo a los gobernadores de provincia, es el que ha comenzado a desmembrar el proyecto opositor en el Senado, destinado a cambiar las proporciones de reparto con las provincias del Impuesto a los Débitos y Créditos Bancarios, más conocido como Impuesto al Cheque.

Por ese motivo, ha comenzado un cierto balbuceo sobre una eventual nueva Ley de Coparticipación que por estas horas tiene poco plafond político, debido a los tiempos, y sobre todo porque, de aprobarse en el Congreso de la Nación una vez que todos, Nación y provincias, resuelvan el problema de la manta corta, deberá ser debatida y aprobada por las legislaturas provinciales.

De allí, que se considere que la reunión que la presidenta hará mañana con los gobernadores más cercanos en Olivos, será más que nada una bajada de línea para decirles por qué sus legisladores no deberían votar la nueva norma. Igualmente, la iniciativa tiene altas chances de ser aprobada y el Ejecutivo siente no sólo que perderá recursos, que en todo caso serán compensados con menores giros a las provincias provenientes de otras fuentes o con nuevo endeudamiento, debido a los problemas fiscales, sino que con ellos perderá algo más de poder.

Justamente, por el lado de la deuda es por donde el gobierno ha podido mostrar algunos logros durante la última semana, sobre todo al ministro Boudou, quien viajó a la asamblea del BID y se trajo algunas definiciones sobre la reapertura del canje para los holdouts, que pueden haberle significado un poco de tranquilidad en el frente interno.

Aunque también ciertos detalles del proceso muestran algún grado de oscuridad para los críticos de la oposición y vuelven a desairar la posición del titular de Economía. En primer término, la propuesta podría incluir el pago del cupón atado al PIB hasta 2008 inclusive, del Discount entregado en 2005, lo que se considera un beneficio para los actuales acreedores del que no pudieron disfrutar quienes canjearon en la primera oportunidad, ya que tenían las eventuales subas como algo en expectativa y no como una realidad.

Otro chiste: “No hay ninguna urgencia”

El ministro también dijo que por cada bono caído de 100 dólares, los acreedores recibirán otro de U$S 35, lo que en conjunto estaría implicando un mejoramiento de la oferta anterior y podría abrirle la puerta a los bonistas que ya canjearon, para que reclamen la diferencia.

Otro punto que trascendió de la operación es que, para el tramo minorista, podrían entregarse títulos al año 2013 y otros bonos Par, reservando el Discount y la emisión de un nuevo bono Global 2017 por 1.000 millones de dólares frescos, pero no necesariamente para acreedores con títulos en default, sino para todos los inversores institucionales.

También está latente la posibilidad de seguir adelante con el canje de los Boden 2012, para llevarlos hacia 2020, ya que hasta su vencimiento hay pagos parciales difíciles de atender.

Por todos estos detalles representativos del desbarajuste fiscal, no han sonado para nada convincentes otras declaraciones del ministro Boudou, cuando dijo que “se busca que los privados se beneficien con la baja de las tasas” y que no se está buscando financiamiento para el sector público, ya que “no hay ninguna urgencia fiscal”, que la realidad de la avidez por el uso de las Reservas se empeña en desmentir.

Entre la suma de “tensiones” y la falta de “urgencias”, Boudou ha quedado entrampado en cuestiones de credibilidad, por lo cual su afirmación sobre que no se le van a pagar comisiones a los bancos que están liderando el canje no suena para nada creíble. No la cobrarán de manera directa, pero de algún modo recibirán beneficios. En un mundo donde casi no hay negocios con deudas soberanas, suena extraño que el Barclays, el Citi y el Deutsche se hayan embarcado en esta patriada sólo por amor al arte.