DE LEONEL GIACOMETTO

Llega “El difuntito” al Centro Cultural

La obra ganadora de Teatro Por la Identidad (Edición 2009, Rosario) se podrá ver este domingo, a las 20, con entrada libre y gratuita..

Llega “El difuntito” al Centro Cultural

Cuatro actores, en tres niveles absolutamente heterogéneos, representando cada uno un espacio de poder y de impotencia a la vez, de crudo anhelo (esa ambición que no descansa) y de imposibilidad manifiesta.

Foto:GENTILEZA PRODUCCIÓN

 

DE LA REDACCIÓN DE EL LITORAL

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Escrita por Leonel Giacometto y dirigida por Sabatino “Cacho” Palma, “El difuntito” cuenta con las actuaciones de Claudio Danterre, Temis Parola, Hernán Caleca y Tomás Ferrer. Se presentará en la sala ubicada en Junín 2457.

“Se trata de encontrarme con uno de los pocos dramaturgos que habitan esta ciudad, que la habita y que la ‘okupa’, desde los márgenes, desde la rivalidad y desde la osadía siempre presente en cada uno de sus actos, en cada espacio abierto por una escritura, desprejuiciada, movilizante y contundente, donde reinan el desatino controlado, la ironía y el desparpajo”, define Palma.

“Mi esfuerzo se centra exclusivamente en que su texto (brillante por donde se lo mire) no pierda su carácter revulsivo, y desde sus ‘señas en la hoguera’, intentar un vaciamiento, un ahuecamiento de lo discursivo, con la consigna ética (impostergable, aparte) de hacer lugar a ‘la otra escena’. Clave del mundo imaginario, que tan bien refleja el texto; pero que justamente refleja como espejo estallado, que desde sus fragmentos acuciantes y cortantes nos lanza preguntas y enigmas sobre temas caros a nuestra subjetividad, como son la memoria y las diversas identidades que habitan nuestro suelo.

“Mitos, conquistas (avasallamiento y exterminio mediante) y miserias, reabren un diálogo con nuestra historia; siempre escondida, oculta y subterránea. Es mi expectativa que en esas otras escenas (de nuestra propia y necesaria creación), estos acontecimientos de nuestra ‘argentinidad’ se acoplen, se entremezclen, canten, caigan, bailen y se emborrachen de sangre y de deseo.

“Por lo tanto, los convoco a una rigurosa y sensible experiencia, desde los mismos fundamentos de nuestra contemporaneidad de ‘argentinidad al palo’ y los invito a re-producir, a reír, a inventar; y a ‘joder un poco’ a partir de tantas carencias y de tantos abismos. Esto, por sí mismo y por el mismo acento que pongo como director-pedagogo en la formación y provocación a los actores, nos llevará a la experiencia inefable de encontrarnos con sujetos fracturados, efectos de una verdad subjetiva y singular que brotará en cada escena: frágil, experimental, precaria y efímera”.

Propuesta estética

“Cuatro actores, en tres niveles absolutamente heterogéneos, representando cada uno un espacio de poder y de impotencia a la vez, de crudo anhelo (esa ambición que no descansa) y de imposibilidad manifiesta. Cada uno en su pequeño santuario, pequeño mundo, tal vez una cárcel. Un casi coronel, ansioso de gloria, enfermo de impunidad; que vive armando y posando para futuras estatuas. Que revienta de prepotencia en un cuartel, donde nadie se enamora del coronel; pero todos le temen, sin jamás respetarlo, en lo más mínimo. Un soldadito, siempre de guardia, siempre cuidando (las propiedades del amo); ‘cagado de miedo’; todo es amenaza para él: ese otro endemoniado, aborigen insensato y salvaje, siempre a punto de atacar y de degollar; por supuesto también, ese maldito coronel que lo tiene absolutamente amedrentado y aterrado; más ese pendejo misterioso y siniestro que no lo deja en paz; al tiempo que vivirá acosado (y acosando) por su deseo de Nazaria (bella criatura cautiva); este deseo tal vez signifique su verdadera perdición.

“Y ‘El difuntito’, hijo perdido y no reconocido de un mito persistente y fecundo de la historia de nuestras provincias. Es el niño apropiado, tomado en cautiverio; que desde la brumas de su origen (por cierto abismal), se encuentra habitado por voces; voces muertas, que como aquella teta que, aun muerta, manaba leche; ahora le enseñan, lo marcan, lo conducen y, sobre todo, lo convocan tanto a hacer su duelo como a surgir (renacer mediante) desde el fondo de su soledad y de su profundo desamparo. Nuestro niño, verdaderamente nuestro, ya que es una prudente metáfora sobre nuestro origen patrio; pese a estar encerrado y escondido (en tanto capturado), tiene armado un verdadero santuario; desde allí bebe agua clara, invoca y se responde (a la vez que nos responde).

“Los tres, siempre presentes, oficiarán de corona (también de coro) de nuestra frágil e inquieta reina. La joven y atrevida cautiva, que sueña con el perfume de París y da rienda suelta a su deseo de hembra. Ella se ubicará en el medio, siempre en el medio (todo y todos ‘pasarán’ por ella), en una especie de gran cama-tarima, casi un escenario, desde donde pujará por su verdad. En principio, ella no sabe qué hacer, ni hacia dónde dirigir su vida (es decir, ese potente deseo que la habita), pero cuenta con su olfato, que es sobre todo y antes que nada cuerpo, cuerpo animal que sabe, que habita un cuerpo de mujer que hace gala de un saber sobre el cuerpo. Desde ese centro inquieto, casi una hoguera, nuestra cautiva hace señas y hace luz. Desprende gestos, arma complicidades y convoca a sus tres coristas; a reventar de verdad, de vergüenza, de miedo y de deseo, mientras los obliga a saber, a enterarse, a complicarse. Ella, como eficaz portadora de ‘un saber hacer’ desde todo lo que puede y quiere cada cuerpo, apurará cada escena y la llevará a poderosas y eficaces vinculaciones, obligando a cada partenaire a redoblar sus esfuerzos, para estar a la altura de cada circunstancia. En definitiva, cuento como propuesta de dirección, con la invitación a realizar, más allá de los límites de lo escénico y de las condiciones de la representación, esa ética del actor y de cualquier humano que acepte el agujero de su fragilidad subjetiva y se permita hacer la experiencia de su inconsistencia”.