La campaña sojera

Cosecha con diferencias

Los rindes están variando hasta en 30 qq/ha en sojas que se hicieron prácticamente una al lado de la otra. La principal causa es el impacto de las enfermedades y plagas, y las decisiones de manejo que tomó cada productor.

 
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Gastón Neffen

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En esta campaña de soja, los grandes títulos van a hacer foco en el récord de producción de 54 o 55 millones de toneladas, según las proyecciones más serias. Pero esta cifra no debería tapar el alto impacto que tuvieron las enfermedades —especialmente, la mancha ojo de rana—, las plagas y los problemas de manejo. A partir de estas variables surge un escenario productivo que en realidad se está caracterizando por las notables diferencias en los rindes (van de los 20 a los 50 quintales por hectárea), en un año en el que el clima acompañó en casi todas las regiones.

En Gálvez, el productor Daniel Burini (CREA Gálvez) trilló lotes que daban casi 5.000 kg de soja al lado de otros —alambrado de por medio— que no pasaban los 3.800 kg. “Hay de todo y las diferencias son muy marcadas”, dice Burini, en una entrevista con Campolitoral. Más al oeste, en Piamonte, Mariano Gazzera (AFA Piamonte) cuenta que los rendimientos se vieron muy afectados por las variables de manejo.

Los que aplicaron los fungicidas e insecticidas en el momento oportuno en muchos casos llegaron a los 50 qq/ha; pero hubo lotes de entre 15 y 20 qq/ha. Una lástima si se consideran las condiciones agroecológicas. “El ataque de mancha ojo de rana fue muy grave en nuestra zona”, afirma Gazzera. Y también hay que considerar el resto de los “deberes” productivos. “Lógicamente, influye la fertilización, la rotación que se venía haciendo, la calidad de las semillas y el grupo de madurez que se usó”, explica.

En el último reporte de la Guía Estratégica para el Agro, los técnicos de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) describen un panorama similar. “En el caso de la soja, en general las sorpresas se dieron hacia abajo, con lotes muy golpeados por la mancha ojo de rana, que causó una epifitia (estallido de una enfermedad) sin precedentes.

Esto marcó, a pesar del muy buen promedio de rindes alcanzado, diferencias notables entre lotes según la susceptibilidad de las variedades y las prácticas de manejo”, dice el informe. En El Trébol, las oscilaciones superaron los 20 quintales por hectárea (de 28 a 51 qq/ha). En Villa Eloísa, la brecha fue de 15 qq/ha y en Bombal se ubicó cerca de los 10 quintales. En definitiva, la sensación que va dejando esta campaña, en la que ya se cosechó más del 70% de la soja de primera, es que cada vez es más necesario cumplir con el esquema de rotación, el monitoreo de los lotes, los requerimientos de fertilización y la aplicación a tiempo del paquete sanitario disponible para evitar sorpresas cuando la cosechadora ingresa al lote.

“Me parece que se va abriendo la brecha entre los que hacen las cosas bien y los que no”, opina Burini. Este es el tema de fondo. La complejidad del negocio agropecuario, con alquileres cada vez más caros y un valor creciente de la tierra, está dejando menos margen para salir a buscar el 1 a 0. “Antes cualquiera podía hacer soja, ahora la cosa no es tan sencilla”, asegura el Ing. Agr. Diego Hugo Pérez, asesor del CREA Gálvez.

A Pérez está campaña le dejó la certeza de que los números se van para arriba. Calcula que el costo de hacer soja pasó de 120/130 dólares por hectárea a por lo menos 200 U$$. La causa es el mayor el uso de fungicidas y de insecticidas de última generación. Los ensayos que coordinó Pérez, con distintos productores de la zona, también confirman los 1.500 y hasta 2.000 kg de diferencia que hay entre sojas de 5.000 kg (bien fertilizadas y tratadas) con los testigos de 3.000 y 3.500 kg/ha.

Estabilizar los rindes

Esta semana, en un campo experimental de la Cooperativa Guillermo Lehmann, un grupo de docentes y técnicos de la Facultad de Ciencias Agrarias (UNL) y especialistas del INTA Rafaela se reunieron para compartir las investigaciones que vienen realizando en soja, en el marco de la VII Jornada Técnica de la Unidad Experimental de Cultivos Extensivos de la FCA.

Este evento de capacitación aportó información relevante para comprender porque esta campaña mostró tantas diferencias en los rindes. Jorge Villar (INTA Rafaela) y Horacio Imvinquelried (FCA) investigaron —a partir de distintos ensayos— las estrategias de manejo para lograr rendimientos estables a lo largo de varias campañas. Estos dos especialistas en cultivos extensivos explicaron que es difícil hacer una recomendación general, porque cada lote tiene su particularidad y las decisiones también están muy ligadas a la planificación agronómica y económica que hace un productor.

Pero lo que muestran sus ensayos (sobre alternativas de siembra y grupos de madurez) es que una fecha central de noviembre suele ser el mejor momento para implantar el cultivo en esta región. “No hay dudas de que hay más estabilidad en ese mes, las condiciones de crecimiento son mejores. Pero no recomendamos pasarse de un grupo 6, para que no haya problemas de vuelco”, aconsejó Villar.

También quedó claro que estos no son campos para andar “mezquinando” fertilizantes. “En uno de estos lotes, el nivel de fósforo cae por debajo de las 6 partes por millón (ppm)”, reconoció Imvinquelried. También falta azufre, calcio y materia orgánica (hay menos de 2 puntos).

El déficit de nutrientes y los problemas físicos que tienen estos suelos (por ejemplo, la compactación) fueron analizados por Silvia Imhoff y Oscar Zen, de la cátedra Diagnóstico y Tecnología de tierras (FCA). “Cuando hay lotes que no dan los rindes esperados, las causas suelen estar en el suelo”, afirmó Imhoff.

La clave está en saber las potencialidades y los límites que tiene un lote. En el potrero del ensayo, los nutrientes más importantes estaban con el semáforo en rojo. No había más de 1,97 puntos de materia orgánica, 0,08 de nitrógeno y 5,29 de fósforo. El análisis del balance de cationes tampoco fue positivo. Además, los investigadores hicieron un pequeña trinchera para corroborar la exploración radicular de las raíces e investigar los procesos de densificación del suelo (compactación).

Estos datos son centrales y se logran con herramientas y procedimientos sencillos. “Lo más importante es que los productores y los profesionales tomen conciencia de que necesitan observar lo que tienen en el suelo”, planteó Imhoff.

Con este conocimiento de base se puede ajustar correctamente la base de nutrientes que necesita un cultivo y planificar una estrategia de rotaciones que lentamente vaya recuperando la fertilidad del recurso suelo.

El hongo de moda

La mancha ojo de rana (MOR) fue el “gran cuco” de la soja en esta campaña. Y la amenaza se cumplió. En los lotes que no se controló eficazmente la población de hongos hubo pérdidas de entre 10 y 20 quintales por hectárea. Es que la MOR visitó casi todos los lotes. En la jornada, la fitopatóloga Roxana Maumari (FCA) contó que detectaron la enfermedad en el 100 por ciento de los lotes que monitorea la Red de Interés Agronómico (RIA).

“Las abundantes lluvias de diciembre y las altas temperaturas nocturnas fueron condiciones ideales para que el hongo se multiplicara”, explicó. Es importante recordar que la enfermedad apareció en la región pampeana al final de la campaña pasada. Es un hongo típico del norte argentino —también de Brasil y Paraguay— que emigró hacia el sur probablemente estimulado por las altas temperaturas.

En este ciclo, la MOR emergió “de entrada” (diciembre y enero) porque la enfermedad sobrevive en las semillas y en los rastrojos de la campaña anterior y las condiciones agroclimáticas fueron ideales para el desarrollo de los hongos.

Maumari comentó las distintas alternativas de manejo de fungicidas. La clave es “pegarle” con el momento de aplicación. Por ejemplo, las aplicaciones preventivas pueden ser eficientes, pero si la residualidad del producto se termina cuando aparece la enfermedad no van a poder frenar al hongo.

Lo más habitual es que los tratamientos se realicen entre R3 y R5. “Cuando se aplica en R3 se protege la sanidad de la hoja y se puede lograr una diferencia importante de rinde, en cambio si se hace en R5 sobre todo se cuida la semilla”, explicó la fitopatóloga.

Al final, uno de los asistentes preguntó si la enfermedad se puede “manejar” con rotaciones. Desde los productivo es una buena herramienta, dijo Maumari, pero también hay que comprender que muchos productores se “refugian” económicamente en la rentabilidad que deja la soja.

La fitopatóloga de la FCA terminó con algunos consejos importantes para la primavera que viene. Al cosechar no mezclar las semillas de los lotes infestados con la MOR, con las que vienen de potreros sanos. Y es fundamental anotar en la agenda, que la enfermedad va a volver desde el arranque la campaña —en un lote que tuvo MOR— si se vuelve a hacer soja y las condiciones climáticas son húmedas.


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La clave. En Gálvez, Daniel Burini (izq.) y Diego Pérez cuentan que esta campaña dejó una brecha muy grande a favor de los que acertaron con el manejo.

Foto: Campolitoral

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Muchos porotos. A pesar de los rendimientos desparejos, el volumen final de cosecha superaría los 54 millones de toneladas.

Foto: Archivo Campolitoral

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Saber lo que tengo. Silvia Imhoff (FCA) aconsejó hacer análisis de suelo y medir la compactación para conocer con precisión la fertilidad química y física del suelo.

Foto: Campolitoral

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La elección. Jorge Villa (INTA Rafaela) recomendó —para la región central de Santa Fe— sembrar en una fecha central de noviembre y no “pasarse” del grupo VI con la variedad.

Foto: Campolitoral

54,5

millones de toneladas. Proyección de la cosecha argentina de soja.

18,8

millones de hectáreas. Es la superficie sembrada.

30%

de los lotes. Ya fueron cosechados.

34 qq/ha

Rendimiento promedio.

Fuente: Bolsa de Cereales de Buenos Aires

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