Honrar la lechería

Fuertes señales confirman un futuro promisorio para la lechería. La creciente demanda mundial se confirma con inversiónes.

Federico Aguer

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La foto de la presidenta acompañada por Schiaritti y Binner es una de las imágenes de la semana. El marco, las instalaciones de SanCor en Porteña, ampliadas para producir una planta de permeado, un subproducto lácteo derivado del suero sobrante de la fabricación de queso. Se trata de una ampliación de 8.150 m2 de la fábrica Afisa, dedicada a industrializar derivados lácteos. Afisa nace a partir de una sociedad mixta integrada por SanCor y Arla Food, una multinacional de capitales suecos y daneses. Mientras la firma argentina aportó la ingeniería en la construcción de plantas, la multinacional desembolsó 37 millones para la obra.

Desde Córdoba, la planta aumentará la capacidad de procesamiento de 1,4 a 2,2 millones de litros por día, dando un paso sustancial en un mercado estratégico como es la provisión de proteínas especiales para la industria alimenticia.

La lechería atraviesa una etapa muy particular, para algunos histórica. Un fenómeno particular se observa con el precio de la hacienda “overa”. Para Roberto Apel, referente de la firma Hacendados de Rafaela, el aumento viene “arrastrado” por el alza de los precios de la hacienda de carne. Pero además, por las buenas perspectivas que presenta la lechería. Sobre todo porque “cada vez que un gobierno se decide a intervenir en los mercados regidos por la oferta y demanda, provoca un descalabro del que se hace muy difícil salir”, sostiene. Esto desencadena situaciones de desánimo e incertidumbre en la gente ligada al sector.

Los precios confirman la tendencia: una vaca de descarte que difícilmente se vendía a $ 200, hoy se comercializa a $ 2.000. Hoy, con dos animales de estas características el productor puede comprar una vaquillona preñada, cuya cotización alcanza los $ 5.000. Un ternero se comercializa a $ 5, cuando te lo “regalaban por menos de dos pesos”.

Cuidado. Más allá de las buenas perspectivas, se siguen cerrando tambos, aunque a un ritmo no tan vertiginoso. El avance de la agricultura tiene un origen económico y otro social. “Los jóvenes quieren resultados ya. La soja, que en 6 meses cierra el ciclo, presenta ventajas incomparables frente a un planteo mucho más complicado como lo es el tambo”, advierte Apel. El recambio generacional también afecta el tambo, porque para honrar el desafío que se viene, los nuevos tamberos deberán igualar la hazaña de sus mayores.