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La economía argentina en su segundo centenario

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“El crecimiento económico de la Argentina fue muy pobre e inestable a lo largo del segundo siglo de la Independencia, durante el cual el Producto Bruto Interno (PBI) total creció a menos del 3% anual y el per cápita a menos del 1%. La inestabilidad predominó la mayor parte del tiempo. El ejemplo más elocuente fue la inflación, que se instaló a partir de 1945, y le confirió a la Argentina el lamentable récord del país con la más alta y prolongada inflación del mundo, con varias hiperinflaciones incluidas”. Con tal negro panorama del segundo centenario se abre “El futuro de nuestro pasado”, de Aldo Ferrer, que intenta explorar lo que nos espera estudiando al pasado y al comportamiento del orden económico mundial.

“La experiencia de este segundo centenario contrasta con la del primero. En aquel entonces la economía argentina registraba aún el impulso de la expansión de sus exportaciones agropecuarias, que en la segunda mitad del período (1860-1910) le habían permitido crecer en el PBI al 5,5% anual, en el per cápita al 3,3% y en la población al 3,2%; es decir, tenía uno de los más altos indicadores de crecimiento del mundo”.

En la primera parte, Ferrer estudia las relaciones entre la globalización y el desarrollo, el progreso técnico y las relaciones internacionales. En la segunda se tratan temas como el pasaje de la colonia a la economía primaria exportadora; la crisis de los años 30 y la Segunda Guerra Mundial; el primer peronismo; el período entre dos golpes de Estado: 1955-1976; la demolición de la densidad nacional; el fracaso económico en democracia; la increíble última década del segundo centenario (que “se inició con la peor crisis de la historia económica argentina”), para, en un último capítulo, dedicarse al porvenir.

Entre las conclusiones está la constatación de que “sólo han alcanzado altos niveles de desarrollo los países con estructuras integradas y abiertas. En la actualidad, la estrategia de los países emergentes de mayor tasa de crecimiento consiste, precisamente, en gestionar el conocimiento y poner en marcha el proceso de acumulación por tres vías principales; a saber: incorporar las actividades de frontera tecnológica, capacitar los recursos humanos y establecer una relación profunda entre los sistemas nacionales de ciencia y tecnología y la producción de bienes y servicios”.

Y también: “Para terminar definitivamente con el “péndulo’ entre los modelos alternativos de organización de la economía argentina es necesaria la inclusión del “campo’ en el proceso de transformación. Como sucedió con otros grandes productores agropecuarios que, al mismo tiempo, son economías industriales avanzadas (EE.UU., Canadá y Australia), es preciso insertar los intereses rurales en la nueva estructura, asumiendo un rol de creadores de riqueza no hegemónicos, pero protagonistas dentro de un sistema productivo integrado y complejo”. Publicó Fondo de Cultura Económica.