Festival Internacional de Cine Independiente de Mar del Plata

Ese cine que no vemos

Roberto Maurer (Enviado especial)

Indefectiblemente, los festivales están asociados a la frase “el cine que no vemos”, insistente pero cierta. Existió un tiempo en que las películas comerciales y el cine de autor compartían las mismas salas de los circuitos de explotación, y no hacía falta promocionar a los festivales como “el cine que no vemos”.

Pero desde hace años se abrió una brecha, y el mercado decidió que el público sólo vería entretenimientos comerciales, desalojando al cine de autor, al cual se lo discriminó llamándolo “el otro cine”, y que encontró su refugio en los festivales. Además, las películas se multiplicaron por las facilidades proporcionadas por las nuevas tecnologías digitales.

Esa abundancia se refleja en los catálogos de los festivales, donde una fronda de nombres de directores taiwaneses, serbios y finlandeses suelen resultar desconocidos a la hora de seleccionar una película para ver.

Por lo tanto, si uno tropieza con un nombre familiar, siente alivio, como el del respetado Harun Farocky, alemán de origen turco, uno de los documentalistas más originales de la actualidad, que el público santafesino tuvo la fortuna de apreciar en un ciclo en ATE. De Farocky se proyectó el mediometraje “En comparación”, muy reciente. Su tema es el ladrillo, de interés tanto para albañiles y arquitectos, como para estudiosos de la cultura industrial.

Farocky describe minuciosamente la manufactura y fabricación de ladrillos en Burkina Faso, la India y países europeos desarrollados, con su estilo parco, casi arisco, suministrando la información mínima con breves subtítulos. Como siempre, exige concentración al espectador.

Hay procesos primitivos, como en Burkina Faso, con un trabajo comunitario organizado, sin cocción. En la India la escala es otra, pero siempre con sudor humano. De todos modos, hay mezcladoras, alguna precaria cinta transportadora y los ladrillos se cocinan. En los países europeos los ladrillos salen de fábricas de gran tecnología, al extremo de que no se ven seres humanos, salvo uno, aburrido frente a un tablero y un monitor. La automatización y los robots los han desplazado. Y los ladrillos, unidos en paneles, forman una superficie pixelada, como una suerte de diseño abstracto, donde ya no hay rastros del esfuerzo humano. Partiendo del ladrillo, Farocky ha comparado el trabajo en las sociedades tradicionales y en las sociedad industrial.

CORO MÓVIL

En la citada proliferación de desconocidos, surge otro nombre familiar, inclusive famoso, cuyas películas llegan a Santa Fe: el de Alexander Sokurov, de quien se programó un capítulo del ciclo televisivo “Diario de San Petersburgo”, dedicado a homenajear la vida cultural de dicha ciudad rusa, con coproducción de la RAI. Sokurov filmó la noche de estreno del “Réquiem” de Mozart en versión del Coro Rossica, celebrada en el hall de la Filarmónica de San Petersburgo, con puesta en escena que le pertenece.

La película es el concierto, con planos de público y un recurso estético que le permite superar la imagen estática de un coro, haciendo que sus miembros caminen lentamente mientras cantan. Se detienen, forman pequeños grupos o se alinean, en una suerte de coreografía carente de planificación. Eso sí, tampoco hubo planificación para que las numerosas cámaras distinguieran a los solistas: los expertos en videos musicales lo consideran una falta grave. Se vio en “Esculpiendo milagros”, la sección dedicada la música en el cine, o el cine en la música, donde también vimos “Sun-Ra. A joyful noise”, de un tal Robert Mugge, sobre el excéntrico músico de jazz, un oscuro pianista de Chicago (lo que no se dice) que un día se puso una túnica, se pintó la cara, declaró provenir de Saturno y comenzó a predicar una filosofía esotérica vagamente relacionada con el Antiguo Egipto.

Se nos muestra a su extravagante Solar Arkestra en ensayos, conciertos rituales y su vida en comunidad, interpolando el discurso de Sun-Ra. Tocan free, hay numerosos instrumentos rítmicos y hay buenos momentos cuando hacen un jazz straight.

Sun-Ra puede ser un farsante, o un convencido o un loco, pero luego de escuchar sus exposiciones durante un rato, su pensamiento no es mucho más intrigante que el de cualquier doctrina religiosa.

a.jpg

El director Alexander Sokurov.

Foto: Archivo El Litoral