Brasil y la búsqueda de un mundo multipolar

Mag. Adriano Bosoni (*)

El acuerdo que Brasil y Turquía cerraron con Irán, según el cual la República islámica enriquecería parte de su uranio en el exterior y bajo controles, es un nuevo esfuerzo de Lula da Silva para consolidar a su país como un actor global. Si bien la intención de instalarse como un jugador planetario ha sido una constante en los ocho años de gobierno de Lula, los esfuerzos se multiplicaron en el último tiempo.

De hecho, el mandatario carioca brindó asilo al depuesto Manuel Zelaya en Honduras, encabezó una dura posición contra los países poderosos en la Cumbre de Copenhague y se ofreció como mediador en el conflicto palestino, por sólo citar algunos ejemplos. Su obsesión más reciente es el polémico proyecto nuclear de Irán: invitó a Mahmoud Ahmadinejad a Brasilia, defendió el derecho iraní a desarrollar un programa con fines pacíficos y ahora ofreció una alternativa para que la República Islámica evite las sanciones de la ONU.

A miles de kilómetros de allí, Estados Unidos vio la necesidad imperiosa de reaccionar. Desde Washington, Hillary Clinton anunció que su país había alcanzado un acuerdo con Rusia y China para un primer borrador de sanciones a Irán. Aunque estos dos últimos países son renuentes a castigar a Teherán, en las últimas semanas la Casa Blanca consiguió acercar posiciones. Un logro que la administración demócrata no parece estar dispuesta a echar a perder por culpa de la intromisión de un tercero.

Estos acontecimientos permiten un análisis doble. Por una parte, son una clara muestra de la voluntad que tiene Lula de convertir a su país en un actor planetario. Pero al mismo tiempo el caso brasileño refleja un fenómeno mayor. A medida que la supremacía de Estados Unidos como la única hiperpotencia del planeta comienza a desdibujarse y el mundo desarrollado se hunde en sucesivas crisis financieras, son muchos los actores que reclaman tener una voz propia en la comunidad internacional.

China y la India se han erigido como serios competidores económicos para Estados Unidos y Europa. La Rusia de Putin y Medvedev recuperó la confianza en sí misma y reclama el papel geopolítico que cree que le corresponde. Y otras naciones, como Brasil y Turquía, proclaman el nacimiento de un mundo multilateral. Lula reflejó esta sensación de cambio de época con una frase contundente: “No estamos de acuerdo con el actual modelo de gobernanza mundial de la ONU surgido en 1945. Si la ONU sigue así vamos a tener problemas”, dijo desde Madrid.

Naturalmente, el tiempo tendrá la última palabra. Si el reciente acuerdo con Teherán queda en la nada, la diplomacia brasileña recibirá un duro golpe a su credibilidad. Además, el gigante sudamericano afronta un desafío interno: lograr que los éxitos conseguidos por Lula trasciendan a la figura del popular mandatario y se consoliden más allá de quienes lo sucedan en la presidencia.

De todos modos, un hecho parece innegable: el mundo unipolar comandado por Estados Unidos desde el final de la Guerra Fría está en ocaso. Aunque Washington seguirá siendo la principal potencia global (al menos desde el punto de vista militar), son cada vez más los actores que se animan a reclamar una mayor participación en la mesa de decisiones. Y cada vez le será más difícil a la Casa Blanca ignorarlos.

(*) Profesor de Análisis Internacional Universidad del Salvador

Brasil y la búsqueda de un mundo multipolar

El acuerdo de Brasil con Turquía e Irán es un nuevo esfuerzo de Lula da Silva para consolidar a su país como un actor global.

foto: agencia efe