Un mundo cerrado bajo extrema presión

Un mundo cerrado bajo extrema presión

Escena de “La cinta blanca”, del realizador austríaco Michael Haneke. Foto: Agencia Télam

Laura Osti

Los hechos transcurren en un pueblo de Alemania del Norte en los días previos al suceso que desencadenaría la Primera Guerra Mundial (el asesinato del archiduque de Austria en Sarajevo). El dato recién aparece en los últimos tramos de la película, y sirve para poner en contexto el denso drama que vive el pequeño poblado, cuyo modo de subsistencia es la agricultura, al servicio de un barón, que es el líder político y económico del lugar.

La organización social en 1913 en Alemania es cuasi feudal todavía. El dueño de las tierras es el que da trabajo a la población, que se levanta en torno de la unidad productiva de la cual todos dependen. Hay un pastor protestante, con su familia, que encarna al líder religioso. Hay un médico y una matrona. Los campesinos que trabajan la tierra. Y un maestro de escuela, que será el narrador de los hechos y cuya voz en off sugiere que en la vejez, está recordando sucesos de su juventud y que mucha de la información que transmite le llegó por comentarios de otros.

Pero los verdaderos protagonistas son los niños y como la perspectiva es la del maestro, que es un hombre joven y a cargo precisamente de la educación de los chicos, el relato adquiere ciertas características típicas de las narraciones infantiles, vacilando entre la ingenuidad, el misterio y el horror, al mismo tiempo. Y siempre manejando el recurso de anticipar de alguna manera que lo que vendrá después será todavía peor. Se va creando una expectativa de que lo que se va a contar son sucesos atroces. Se va preparando todo el tiempo al espectador para descubrir hechos tremendos.

Con ese clima, una poderosa reconstrucción de época, fotografía en blanco y negro y un grupo de actores con una ductilidad sorprendente, el director y guionista austríaco Michael Haneke se apodera literalmente del espectador y logra tenerlo atrapado en su historia durante 144 minutos que pasan como una exhalación y hasta dejan ganas de más.

No hace falta aclarar que en el pueblo pasan cosas terribles, que ponen en evidencia un malestar subterráneo que todos perciben pero que nadie parece querer afrontar seriamente. Alguien está detrás de esos hechos, que tienen el signo de un castigo corporal a determinados personajes y otras manifestaciones de violencia. El castigo es precisamente uno de los leit motiv del guión, representado en la figura paternalista y rigurosa del pastor. La tensión entre la culpa, el castigo y los vicios y pasiones que aun así persisten, conforman un clima denso, cerrado y con pocas perspectivas de evolucionar hacia formas diferentes de relación.

Una obra maestra

La maravilla que logra transmitir Haneke no refiere tanto a lo que sucede en sí sino al modo en que está contado, teniendo en cuenta que el que narra es un habitante más de ese pueblucho y por lo tanto no escapa al clima general, aunque su contacto con el saber, o con otro tipo de saber, lo lleva a ser quien finalmente descubra la punta del ovillo que permitirá desentrañar un poco lo que está pasando. Pero Haneke se cuida muy bien de ofrecer todas las respuestas y cada revelación que el maestro consigue despierta y sugiere muchos más interrogantes que los que responde.

Con justicia muchos consideran esta película una obra maestra, de la cual su autor ha dicho que “no habla sólo del fascismo, sería una interpretación demasiado fácil al transcurrir la historia en Alemania, sino del modelo y del problema universal del ideal pervertido”.

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EXCELENTE

La cinta blanca

Das weisse Band / Eine deutsche Kindergeschichte, Austria, Alemania, 2009. Dirección y guión: Michael Haneke. Música: VV.AA. Fotografía: Christian Berger. Reparto: Susanne Lothar, Ulrich Tukur, Burghart Klauner, Josef Bierbichler, Marisa Growaldt, Steffi Kühnert, Michael Schenk, Janina Fautz, Michael Kranz, Jadea Mercedes Diaz, Theo Trebs. Duración 144 min.