Crónica política

Las opciones del Frente Progresista

Rogelio Alaniz

En el Frente Progresista ya se ha comenzado a hablar de las candidaturas para el 2011. En realidad los políticos siempre están pensando en estos temas y nadie debería extrañarse o escandalizarse por ello. Si el centro de la política es el poder, la selección de candidatos es uno de los temas clave de esta singular profesión. A algunos ciudadanos les molesta que los políticos se interesen más por las candidaturas que en gobernar. En realidad, un político que se precie se preocupa por las dos cosas. No podría no hacerlo, porque para quien gobierna la mejor campaña electoral es su gestión. Así como a un comerciante no se lo puede criticar porque está interesado en vender o a un periodista no se lo puede descalificar porque escriba, a un político no se lo puede impugnar porque se preocupe por el poder. Después se podrá discutir si lo hace bien o mal, pero siempre es bueno recordar que no hay democracia sin elecciones, sin partidos políticos y sin políticos. Si alguien supone que existe alguna otra manera más eficaz para gobernar que lo proponga. Escucho ofertas.

Quien ha instalado oficialmente el tema de las candidaturas ha sido el gobernador Binner. Sabrá por qué lo hace. Por lo pronto en el Partido Socialista ya se habla de tres candidaturas: Bonfatti, Lifschitz y, seguramente, Giustiniani. Por su parte, la UCR comienza a movilizarse para postular sus propios candidatos. Pareciera que quien dispone de mejores condiciones para afrontar este desafío es Mario Barletta, el actual intendente de nuestra ciudad. Habrá que ver si los otros partidos integrantes del Frente proponen candidatos propios. Atendiendo al perfil pluralista que va adquiriendo este escenario, es muy probable que la candidatura a gobernador se dirima a través de elecciones internas, un expediente legítimo del cual nadie tiene por qué extenderse en demasiadas explicaciones como si se tratara de un mecanismo irregular o tramposo.

Como lo demostró la elección de la UCR en provincia de Buenos Aires, los comicios internos no sólo son válidos, sino que en determinadas circunstancias son el expediente más democrático para resolver la selección de los dirigentes. Algunos políticos temen a las internas por los costos que ocasionan. A quienes así piensan habría que recordarles que la movilización de afiliados siempre es un aconsejable ejercicio democrático.

Desde el punto de vista de sus dotes personales los precandidatos del Frente son excelentes. Se trata de personas honorables con experiencia ejecutiva y legislativa. A cada uno de nosotros nos asiste el derecho de tener su simpatía particular, pero no se puede desconocer que la oferta es buena y si se quiere muy buena. Corresponde a los dirigentes procurar con inteligencia que la elección interna contribuya, además, a fortalecer la coalición política.

Se cuenta que en una ocasión dirigentes radicales de la provincia de Entre Ríos viajaron a Villa María para conversar con don Amadeo Sabattini, porque estaban muy preocupados por la áspera disputa interna que sostenían Raúl Uranga y Silvano Santander, dos dirigentes históricos del radicalismo entrerriano. Sabattini los recibió en su casa, los convidó con su previsible taza de té de peperina y después de escucharlos les dijo lo siguiente: “Yo sé que las internas a veces pueden ser muy duras, pero si una vez concluidas el candidato perdedor se suma al ganador y salen juntos a hacer la campaña electoral, comparten las mismas tribunas y hasta paran en los mismos hoteles, no hay nada que temer”.

De todos modos, la experiencia enseña que es necesario tomar algunas precauciones. En un matrimonio como en una coalición política está permitido discutir, e incluso discutir con dureza, pero no está autorizado a decirse cosas irreparables. Los dirigentes en ese sentido tienen una responsabilidad insoslayable. Los que trajinamos la política sabemos que los militantes a veces se entusiasman más de lo debido, pero esa licencia es un lujo que no pueden ni deben tomarse los dirigentes cuyo compromiso es siempre mirar más allá de los rencores de las coyunturas.

No hay indicios por lo pronto de que el Frente vaya a fraccionarse. El dato más consistente a favor de esta presunción es que los dirigentes saben que ningún partido individualmente está en condiciones de prescindir del resto. Como se dice en estos casos “Fuera del Frente están la soledad y el frío”. Sus socios mayoritarios lo saben y sus socios menores mucho más. Tampoco se me ocurre que haya margen para maniobras imprevisibles. El rumor de un acuerdo entre Lifschitz y Rossi crece, pero no es más que un rumor. No lo conozco al actual intendente de Rosario, pero no creo que esté interesado en dar un paso político después de haber soportado la experiencia vivida por Héctor Cavallero.

Todo político que se precie de tal, antes de tomar una decisión de ruptura con la orientación tradicional está obligado a evaluar los costos y los beneficios. En principio un acuerdo con Rossi le significaría al intendente de Rosario la posible disponibilidad de fondos económicos de la célebre “caja” nacional, al precio de perder los votos antikirchneristas, es decir, su principal caudal electoral. Nada tengo contra Rossi. Es más, considero que es un dirigente honesto y coherente, lo cual no es poco decir en estos tiempos de relativismos morales y tráfico de influencias. Pero un acuerdo con él es al mismo tiempo un acuerdo con Kirchner. Alguien me podrá decir: “¿Y qué tiene de malo?” En términos generales, nada en la medida que Kirchner es también un actor legítimo de la vida nacional, pero para una fuerza política como el socialismo que se ha situado en la oposición y ha cosechado adhesiones precisamente por ese rol opositor, un acuerdo con el kirchnerismo le significaría la deserción masiva de sus seguidores. Nada más y nada menos.

Las especulaciones racionales que se hagan respecto de las contradicciones principales o secundarias o de los alineamientos alrededor de objetivos programáticos comunes, no pueden desentenderse de este otro componente sustancial a toda experiencia como es la subjetividad con sus sentimientos, prejuicios y tradiciones culturales. Un socialista aliado al peronismo puede ser concebible como aventura personal, pero un Partido Socialista transformado en partido K es un certificado de defunción política. Tal vez no sea casualidad que las elecciones internas nacionales que disputan los socialistas este domingo giren alrededor de estas opciones.

Lo sucedido no es nuevo. Este dilema es el que ha recorrido a toda la cultura política nacional desde hace cincuenta años. Ante el avance aluvional del peronismo, muchos dirigentes supusieron en su momento que la coartada más eficaz para llegar al poder o resolver su relación con los trabajadores pasaba por acercarse al peronismo y confundirse con él. Una mezcla de buena fe y picardía había en esa táctica. Más de uno suponía que el peronismo era un gigante invertebrado al que era necesario ponerle un cerebro. Los resultados de esa estrategia están a la vista. Todos los partidos que intentaron hacerlo desaparecieron y el gigante invertebrado goza de muy buena salud. Así le pasó al MID, la Democracia Cristiana, la izquierda nacional, los conservadores populares, el PI de Alende y la Ucedé de Alsogaray. A derecha e izquierda el fracaso fue la constante. Quienes en algún momento advirtieron sobre ese error fueron acusados de “gorilas”, sustantivo adjetivado que desde hace tiempo se usa con objetivos de extorsión intelectual. Pero si admitimos que esa palabreja quiere decir algo, habría que preguntarse quiénes son los verdaderos “gorilas”, si los que honestamente plantean las diferencias o quienes se acercan al peronismo con el prejuicio de que se trata de un elefante desmañado e impotente al que hay que injertarle un cerebro.

Por último, sería deseable que este proceso de debate interno que se abre hacia el futuro contribuya a afianzar al Frente Progresista. Ello quiere decir que esta coalición política debería darse una institucionalidad interna que hasta ahora no ha tenido. Si el modelo del Frente no es el movimientismo populista sino la Concertación chilena o el Frente Amplio uruguayo, queda claro que hay muchas tareas pendientes a cumplir. Se sabe que por razones históricas coyunturales el Frente se constituyó en condiciones posibles, pero no ideales. Hoy los partidos políticos que lo integran han madurado y por lo tanto no hay socios mayores o menores y mucho menos líderes insustituibles. Una correcta contextualización de la identidad de una coalición política es importante para pensar el futuro. Se trata de crear instrumentos adecuados para democratizar internamente al Frente. Como se dice en estos casos: si los valores de la participación son los que se reivindican, hay que empezar por dar el ejemplo en casa.

Una correcta contextualización de la identidad de una coalición política es importante para pensar el futuro. Se trata de crear instrumentos adecuados para democratizar internamente al Frente.

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No hay democracia sin elecciones, sin partidos políticos y sin políticos. Si alguien supone que existe alguna otra manera más eficaz para gobernar que lo proponga. Escucho ofertas.