llegan cartas

Impunidad, incentivo de la transgresión

 

Cristina Cuia.

DNI. 12.712.789.

Señores directores: Considero que uno de los mejores incentivos para las conductas violentas es la sensación de impunidad que surge a partir de la inacción, acción inadecuada o espasmódica. Estoy convencida, aunque resulta antipático, que la sanción limita aunque no transforme, y que los límites son necesarios en una sociedad con evidente tendencia a la transgresión. La ley de violencia familiar por ejemplo, prevé la aplicación de un “freno” para el agresor, lo excluye del hogar y en muchos casos establece una medida de distancia con el solo propósito de proteger a la víctima, de cuidarla.

Cuando se aborda el problema de la violencia hay quienes analizan sólo uno de sus aspectos, el de los condicionantes, o sea aquellos factores que influyeron para que alguien no sepa o no pueda reprimir sus impulsos. Sin dudas es así. El Mahatma Gandhi recibió el estímulo de su familia, de su sociedad, de su cultura y decidió posicionarse en la vida para dejar huellas y no heridas. Lo que intento decir es que los diagnósticos situacionales son importantes pero sólo a los fines de proponer y diseñar tratamientos, y éstos deben ser multidireccionales. Hablar de la violencia como síntoma y trabajar en ese aspecto es muy importante pero no alcanza. Es necesario que se adopten medidas de prevención primaria, secundaria y educativas para el violento; caso contrario lo que se está diciendo implícitamente es: comprendamos su pasado, soportemos su presente y veremos qué nos pasa mañana.

Me parece patético leer el reclamo ciudadano para que se adelante el horario establecido para sacar la basura, o sea salir a la calle y depositar las bolsas. Esto no constituye un ataque súbito de paranoia, es un indicador de cómo nos sentimos y de lo que ocurre. También me parece lamentable que se adopten medidas de mayor seguridad, a posteriori del reclamo comunitario, como ocurrió con los vecinos de la costa, porque en lo vulgar pareciera ser que “el que no llora, no mama”.

Resulta imprescindible, a mi entender, establecer un marco legal adecuado a la realidad y acciones concordantes. En el amplio espectro de hechos de violencia citaré dos que, aunque no hayan implicado muerte, muestran el desenfreno agresivo. En un incidente automovilístico, un conductor golpea con un fierro la cabeza del otro automovilista. Un hombre golpea con un fierro a su caballo porque la pata le había quedado atascada produciéndole desprendimiento del casco. Ambos hechos sucedieron en la vía pública sin que lo “público-visible” inhibiera tales conductas. ¿Cuál será la medida que se adopte en cada caso? ¿Sostendrá la tenencia de la licencia para conducir y se le reintegrará el caballo respectivamente, como si no hubiera ocurrido nada? ¿Se trabajará con ellos para que puedan implicarse y responsabilizarse en un futuro? ¿Qué cambios se produjeron en ellos desde ocurrido el incidente a la fecha para que se presuma que no reincidirán en esos comportamientos?

Por ello, autoridades y funcionarios de los diferentes poderes, aproxímense a la realidad de la gente porque desde cerca se “ve” mejor. Escuchen porque cuando uno dice y el mensaje pasa inadvertido, no le queda otra que gritar.

Accionen creativa, solidaria y críticamente, porque cuando uno no hace lo que corresponde, corre el riesgo de quedar desautorizado al momento de exigir.