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el rincón de la lij (*)

¿Qué libro elijo?

María Luisa Miretti

¿Lo llevo o no lo llevo? Toda selección es arbitraria, ya sea porque responde al gusto personal (muchas veces inconsciente) o porque depende de las circunstancias (lo que hay, lo que se puede).

En estos momentos de enorme furor por los llamados “libros álbum” y “libros objeto” y la seducción de llamativas ilustraciones, conviene serenarse, ojear y hojear detenidamente los libros antes de su elección.

Comenio pionero de la nueva Pedagogía mediante el juego- con su “Orbis pictus” (“El mundo en imágenes”, 1658) fue el gran precursor de los libros ilustrados, pues sostenía que se podía aprender más y mejor a través de las imágenes. Este aporte sigue vigente, especialmente en los más pequeños, con quienes se pueden abordar grandes historias a través de imágenes (narradas o leídas), mediante las cuales pueden organizar las propias.

A varios siglos de distancia y en un contexto sociopolítico diferente, las producciones actuales deslumbran en dimensiones, formas, colores y texturas, de enorme seducción y fuerza persuasiva, pero a veces imposibles de traducir al lenguaje de los más chicos ya que carecen de contenido. Son historias ambiguas, cuyos personajes se desdibujan y se pierden subsumidos por la fuerza del color. Esta abrumadora parafernalia pone en jaque a padres y docentes a la hora de decidir, ya que los enfrenta ante un fenómeno de enorme costo, que no siempre es lo más adecuado para la formación del receptor.

Cabe entonces preguntar: ¿es libre el ilustrador para crear las imágenes en un texto de autor?, ¿cuál debería ser el criterio valorativo a la hora de decidir?, ¿hay que priorizar lo gráfico o lo ilustrado? La ilustración ¿forma parte de la historia?, ¿cómo se complementan texto e imagen? La técnica, el tamaño, formato, fondo, etc. ¿son los adecuados? La interpretación de las imágenes ¿es equívoca o compleja? y entre otras preguntas- la más importante: ¿qué tipo de respuestas promueven?

Sugerencias: “Té de palacio”, de Arispe; “Detrás de él estaba su nariz”, de Istvan; “Avión que va, avión que llega”, Devetach e Istvan