Día de los Abuelos
“El agradecimiento es por lo que son y han hecho”
Como cada 26 de julio, en que celebramos la fiesta de San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María, este lunes celebramos el Día de los Abuelos.
“A cierta edad, lo simple se convierte en importante”, expresó el arzobispo.
Foto: Archivo El Litoral
Mons. José María Arancedo
Arzobispo de Santa Fe
En honor a la fiesta de San Joaquín y Santa Ana, los padres de la Virgen María, cada 26 de julio celebramos el Día de los Abuelos. A ellos se los considera como los abuelos de Jesús. Para nosotros son una referencia que hace a nuestra vida e identidad. Somos parte de un camino que no comienza con nosotros; en ellos nos reconocemos y encontramos nuestras raíces. Cuando contemplamos esta realidad humana con ojos de fe podemos hablar, además, de esa historia de Dios, que es una historia de amor y salvación. Hay una relación personal con Dios, pero hay también una relación que se va tejiendo en lo podríamos llamar la vida y la historia del pueblo de Dios. Aquélla se nos presenta como más puntual o vertical; ésta, como más histórica u horizontal. En ambas, desde su diversidad de presencia, podemos descubrir y hablar de un camino de Dios hacia nosotros. ¡Cuánta importancia tiene saber valorar, en la presencia de los abuelos, este caminar de Dios que se hace historia en nuestra vida!
A este primer momento de valoración y gratitud corresponde un preguntarnos por nuestra responsabilidad frente a ellos. El agradecimiento es por lo que son y han hecho; nuestra responsabilidad mira a lo que nosotros debemos hacer por ellos. En primer lugar, diría algo muy simple, pero que es el principio de toda actitud valorativa: tenerlos en cuenta no por lo que hacen, que en algunos casos es mucho, sino por lo que son. Esto que parece simple no siempre es fácil de concretar. Vivimos tiempos con ritmos distintos, nos cuesta ponernos en el tiempo y en la necesidad del otro; cuántas veces damos la respuesta antes de escuchar la pregunta. Esto nos aleja y hace difícil el diálogo, que es un signo que ellos valoran porque aprecian que su presencia es reconocida. A cierta edad, lo simple se convierte en importante. Una palabra, un gesto, incluso un silencio, cuando es expresión de una actitud de valoración y de diálogo, se convierten para ellos en signos de vida y de amor. Estas actitudes están cerca de nosotros, diría a nuestro alcance; por ello, podríamos hacer una suerte de examen de conciencia con respecto a nuestro comportamiento frente a ellos.
Injusticia social
Hay también otro aspecto, en la mayoría de la vida de los abuelos, que no podemos dejar de mencionar y, tal vez, de elevar una voz con mucho de reclamo: me refiero al tema de las jubilaciones. Cuando leemos que la mayoría de los jubilados cobra el haber mínimo, que es de $ 890, este tema presenta un aspecto de injusticia que no se puede callar. Es cierto que hubo épocas más difíciles en la vida de los jubilados, pero ello no puede ser un justificativo que demore políticamente una solución. La distribución de la riqueza tiene en ellos un triste testimonio de injusticia social. Creo que esta problemática nos debe comprometer a todos, especialmente a quienes tienen la responsabilidad política de buscar y encontrar una solución. Esto quiero expresarlo, también desde el Evangelio, haciendo mía la voz de muchos abuelos que me visitan y me hacen partícipes de sus alegrías y esperanzas, pero también de sus angustias y sufrimientos.