al margen de la crónica

Un film para sentirse niño

Muchos de los que hoy rozamos los 30 asistimos con ansiedad quince años atrás al cine más cercano para ver esa promocionada novedad que era “Toy story”. Es que la divertidísima (y entrañable) historia protagonizada por un cowboy y un astronauta, ambos de juguete, no solo venía laureada por la crítica mundial y favorecida por un enorme éxito de público tras su estreno en los Estados Unidos. También llegaba con el reconocimiento por haberse convertido en un auténtico hito en la historia del cine, al menos en lo relativo a la animación.

Pocos habríamos de intuir por aquel entonces que este film sería el puntapié inicial para una larga lista de títulos memorables cuyos créditos estarían encabezados por personajes generados desde las pantallas del ordenador. Así nos sorprendimos y disfrutamos con las hilarantes andanzas de un ogro verde, una rata cocinera y una familia de superhéroes, entre otros tantos.

Pasaron tres lustros y -como le dijo el pianista Sam a Ilsa en “Casablanca”- pasó mucha agua bajo el puente. Sin embargo, los personajes de aquella primera parte de Toy Story lograron mantenerse a flote, hasta el punto en que tuvieron una segunda aventura en 1999. Y su plena vigencia quedó demostrada tras el estreno, semanas atrás, del tercer (y por ahora último) capítulo de la saga. Aquí podemos ver a los mismos personajes de antaño, pero ahora seriamente preocupados frente al incierto destino de su dueño, Andy, quien se prepara para ir a la universidad.

Otra vez el éxito de público y crítica acompañan al filme. Inclusive, como afirmó el reconocido crítico español Carlos Boyero “Toy Story 3” significa “el juguete elevado a obra de arte”. Y para los que fuimos a ver la primera aventura a mediados de los años noventa, implica la posibilidad de volver a “sentirnos como niños”. Algo quizás necesario, por lo menos de vez en cuando.