Lengua viva

Divagando con Noam Chomsky (II)

Evangelina Simón de Poggia

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Estábamos hablando sobre la postura empirista y racionalista chomskyana sobre la adquisición del lenguaje. Decíamos que mientras la empirista asigna al individuo una capacidad de inducción y generalización, la racionalista supone que éste está dotado de una capacidad lingüística que crece gradualmente y al mismo tiempo en todos los seres humanos y que requiere cierta estimulación ambiental; supone que el niño sabe intuitivamente cuáles son las formas posibles de las gramáticas y su tarea consiste en determinar a qué formas corresponden los datos que va recibiendo del contexto; esto explicaría el hecho de que la adquisición de la lengua la haga el niño más o menos en un lapso similar: a los tres años; a esta edad conoce su lengua materna lo que no sería posible si sólo obrara por estímulos y por imitación. Numerosas experiencias, sobre todo con chimpancés, han demostrado que, a excepción del hombre, los demás animales solamente son capaces de establecer medios de comunicación, pero no un lenguaje, ya que les falta la facultad de simbolizar y de crear, es decir, de construir con los mismos signos mensajes totalmente nuevos; decía Hirsh que el hombre más tonto habla y no lo hace el mono más inteligente. Según Chomsky, todo está ligado al aspecto “creador” del uso del lenguaje, el hombre tiene una capacidad específica, un tipo único de organización intelectual que no puede atribuirse a órganos exteriores ni relacionarse con la inteligencia en general, que se manifiesta en lo que podemos denominar el “aspecto creador del uso del lenguaje corriente”, cuya propiedad consiste en ser ilimitado en cuanto a su alcance y en no precisar estímulo, en no estar restringido a ninguna función práctica en contraste con el pseudolenguaje de los animales. De esta manera, el lenguaje, es libre para servir como instrumento del pensamiento y de la auto expresión, planteando ilimitadas posibilidades al pensamiento y a la imaginación, que se reflejan en ese carácter creador en el proceso del uso del lenguaje. La lengua proporciona medios finitos, pero posibilidades infinitas de expresión, sólo restringidas por las reglas de formación del concepto y de la frase, que son en parte particulares, pero en parte universales como cualidad humana común desde la lógica. Para Chomsky, la creatividad, reside en la actividad permanente del sujeto hablante, quien, desde su conocimiento de la lengua, es decir sus “competencias” procede en cada momento a articular idiomáticamente su pensamiento para el que no existe moldes ni configuraciones previas; el código sólo ofrece un instrumental y diversas posibilidades formales, pero quien dispone los elementos, selecciona las formas y crea la configuración es el hablante y quien la recrea al interpretarla es el oyente. Como decía Alonso, es un instrumental numerable capaz de formalizar pensamientos innumerables.