El lugar del encuentro

Palermo fue, más que nunca, el eje convocante de todo el campo argentino. El prestigio de siempre estuvo teñido por el tinte de la política.

 

Federico Aguer

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Por 124 años consecutivos, la entidad palermitana vuelve a ser el epicentro de la agenda informativa nacional. Ese ágora rural no es casual. Responde, aunque muchos no terminen de entenderlo, a la vital importancia que reviste este sector en nuestra economía, en nuestra política y en nuestras raíces.

Este año el condimento lo pusieron las retenciones, gravamen polémico cuya continuidad deberá ser debatida por todo el arco legislativo.

El martes a la mañana, Daniel Sabsay expuso los antecedentes constitucionales que impiden el mantenimiento de las mismas. Luego, diputados de la comisión de agricultura y senadores opositores al Gobierno manifestaron sus intenciones de modificar los derechos de exportación. Sin embargo, las diferencias de criterio respecto de cómo salir de este atolladero son grandes, y anticipan un panorama revuelto y convulsionado.

El plan presentado por Federación Agraria -uno de tantos- establece que sea la AFIP la encargada de emitir el Código de Devolución de derechos de Exportación que habilite el cobro de las compensaciones de acuerdo a las condiciones del productor y la segmentación que le corresponda según su comercialización. Estipula que los montos que deban compensarse sean liquidados en un lapso menor que 30 días de realizada la presentación por parte del productor. La iniciativa también baja las retenciones a los siguientes topes: soja hasta 33%, maíz hasta 18%, trigo hasta 20%, sorgo hasta 18% y girasol hasta 15%, y en cada caso establece devoluciones que van entre el 100 y el 13%, según el producto y el volumen.

A partir del 25 de agosto, estos temas volverán a ocupar las primeras planas de los diarios. Cuando eso ocurra, se habrán apagado las luces de la exposición que albergó el debate inicial.

Atrás habrán quedado las intensas emociones vividas en esa pista centenaria, que vio pasar a los grandes campeones de nuestra ganadería. En el recuerdo de casi un millón de personas habrán quedado presente los colores de esa imponente maquinaria agrícola que volvió a desfilar por las calles de la ciudad.

El país todo seguirá su marcha, resolviendo sus problemas cotidianos, pero con la agradable sensación de haberse encontrado consigo mismo, aunque sea por unos días. En Palermo, el campo y la ciudad demostraron que son una sola cosa, las dos caras indivisibles de una misma moneda: la Argentina.